La Sierra de Collserola es el macizo montañoso que separa la ciudad de Barcelona de las comarcas interiores de Catalunya, empezando por el Vallès Occidental. Todo el que ha visitado Barcelona alguna vez tiene en mente la imagen del Tibidabo, su cima de 512 metros, con su Templo Expiatorio del Sagrado Corazón, que recuerda a la Basílica del Sacré Coeur de París, y su Parque de Atracciones que también recuerda al del Monte Igueldo en San Sebastián. Un lugar que ofrece las mejores vistas sobre Barcelona y desde donde que es posible avistar la Serra de Tramuntana de la isla de Mallorca si las condiciones de la atmósfera son favorables. Es tal la importancia natural de Collserola que en 1987 se constituyó el Parc Natural de Collserola, que es uno de los parques metropolitanos más grandes del mundo.
Además de separar Barcelona del Vallès Occidental, Collserola también separa mi lugar de residencia de mi lugar de trabajo, y por esa razón tengo que atravesar a diario estas montañas con el coche para ir a trabajar. Y no es una cosa que me disguste sino todo lo contrario. Para evitar los atascos en hora punta que se producen en las principales vías de comunicación suelo ir por una pequeña carretera poco transitada que cruza la sierra de norte a sur, la BV-1415, la Carretera de Horta, o conocida popularmente como El Forat del Vent. Son sólo 11 km de curvas entrelazadas a través de un bosque típico mediterráneo que ofrecen un montón de sensaciones a quien le gusta conducir, y es una buena manera de empezar la jornada laboral.
En dirección a Cerdanyola empezamos a subir Collserola por la cara sur pasando por dos miradores que ofrecen magníficas vistas de la ciudad de Barcelona. A los 3,5km llegamos al Forat del Vent, el punto más alto, y pasamos a la cara norte y a la vez al Vallès Occidental. La sensación es que hemos atravesado una puerta y hemos cambiado totalmente de entorno. De repente vemos la Serra de Sant Llorenç del Munt y el macizo de Montserrat. Desde allí la carretera inicia un suave descenso a través del espeso bosque de pinos y encinas y de robles que ofrecen sus diferentes colores en las diferentes estaciones del año. En las primeras curvas podemos llegar a ver los Cingles de Bertí y el Montseny, y en invierno y si el día es claro podemos llegar a ver las cimas nevadas de los Pirineos. Pero no conviene distraerse mucho con las vistas y mejor estar atentos a perdices, ardillas y jabalíes que nos podemos encontrar por la carretera, y como no también a los ciclistas, que abundan sobre todo en los fines de semana o por las tardes. Unos 6,5 km más adelante entramos ya en el área urbana de Cerdanyola del Vallès y se acabó lo bueno.
Cada día en los últimos años he hecho este recorrido y cada vez me he maravillado por el entorno y he tenido muchas ganas de conocerlo con más detalle caminando por los diferentes senderos que tiene que haber en esta zona, pero nunca he encontrado el momento. Cuando por fin me decidí esta pasada primavera después de haber estudiado un poco la zona en los mapas, resulta que ha llovido como nunca y precisamente los fines de semana, el único tiempo que me queda libre para hacer de fotohiker. Así que hasta finales de mayo no he encontrado un fin de semana «seco» para descubrir qué se esconde en este rincón de la Serra Collserola entre Can Coll y Can Valldaura. Y la verdad es que hay muchas cosas.
El circuito que propongo en este post es un itinerario circular de casi 9 km. No hay mucho desnivel, sólo algunas rampitas en la parte media del recorrido, por lo que es fácil. Podemos llevar calzado deportivo ya que gran parte del itinerario es por pista, aunque yo aconsejo calzar zapatillas de senderismo porque el último tramo es de descenso por sendero. Cómo no, no hay que olvidarse del agua y de algo para comer, que son casi 9 km. Podemos hacer este recorrido en cualquier época del año llevando la ropa adecuada para ello, aunque yo recomiendo primavera y otoño (no lo he hecho en otoño pero el bosque se ve bonito desde la carretera). En verano no hace excesivo calor ya que casi todo es a la sombra través de bosque, aunque esta parte de Collserola no se beneficia de la brisa del mar y en verano podemos encontrar una diferencia de más de 3ºC entre este lado de la sierra y el que da a Barcelona, con las temperaturas más altas en éste. Por último hay tener precaución con los ciclistas, evitando cambios repentinos de dirección al caminar. No es que pasen muchos (la verdad es que me esperaba más), pero conviene estar alerta.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
Empezamos cerca del Área Recreativa de Can Coll, en el km 2 de la carretera BV-1415 saliendo de Cerdanyola (o antes de entrar si venimos de Barcelona). En fin de semana conviene llegar temprano ya que esta área recreativa es merendero y restaurante y se suele llenar de gente bastante pronto. Y mejor aún aparcar en un aparcamiento contiguo que hay en una curva de la carretera más abajo del área recreativa saliendo de Cerdanyola. Justo ahí es donde empieza y termina nuestro recorrido.
Una vez aparcado el coche salimos en dirección a Barcelona y bajamos el camino a la izquierda pasada la cadena, hacia una señalización y un puente que cruza el Torrent de Can Cerdà.
Empezamos a caminar en dirección a Can Cerdà junto al torrente del mismo nombre y que circula abajo a nuestra derecha. Para lo mucho que ha llovido durante las pasadas semanas lleva poca agua. Sorprende la exuberante vegetación que nos rodea, que transmite una agradable sensación de frescor.
Collserola es un parque lleno de caminos y senderos y su proximidad a Barcelona favorece que abunden los visitantes que practican algún tipo de deporte como running o la BTT. Me llevé la agradable sorpresa de que estos caminos no son tan frecuentados como me esperaba, tanto por lo que ví como lo que oí que comentaban los ciclistas que me rebasaban. De todos modos hay que estar atento a no hacer movimientos bruscos por el camino. En la foto un ciclista, y abajo a la derecha el Torrent de Can Cerdà.
Si te has fijado, la vegetación es tan espesa que la ISO de la cámara sube hasta 1250 por la falta de luz. A los 300 metros de la salida pasamos junto a un pequeño paso por el torrente que lleva a un rincón sombrío con un banco de madera. Quizás un rincón ideal para declararse a alguien, o símplemente deleitarse con el trino de los pájaros que nos rodean. La ISO ya ha subido a 1600 y la velocidad ha bajado a 1/25″, al límite del pulso.
Tras 500 metros de caminar a través de este espeso bosque parece que ya vemos la luz al final del túnel. La ISO también.
Parece que el otoño tenga que ser la época de las setas, pero la primavera también lo es. De hecho ambas estaciones tienen la misma pluviometría, las mismas temperaturas y las mismas horas de luz.
Llegamos a una bifurcación. Aunque todas las flechas indican hacia la derecha, nosotros seguimos por la izquierda en dirección a Can Cerdà y la Font dels Caçadors. Hacia la derecha se va a Can Borrell, un sitio que tengo que visitar otro día.
Setas y humedad en este rincón sombrío de bosque.
A los 700 metros de la salida, con más luz en el camino empezamos a ver las primeras flores. Las primeras son las de jara negra (Cistus monspeliensis). Y por lo visto estas flores son muy visitadas por los pequeños Lobonyx aeneus, que tanto las usan de alimento como de lecho nupcial.
Junto a la jara negra, nombre curioso para una planta de flores blancas, también vemos matas de jara blanca (Cistus albidus), también de nombre curioso cuando sus flores son rosadas. Aquí los Lobonyx aeneus han organizado una auténtica orgía.
Una planta que se puede confundir fácilmente con la jara negra es la jara morisca (Cistus salviifolius). La flor es muy parecida, pero las hojas de ésta son más anchas y cortas.
En un claro formado en el cruce de dos tendidos eléctricos vemos matas de Genista en flor, especie que crece el lugares más expuestos a la luz.
Otra especie muy frecuente en esta zona es el madroño (Arbutus unedo). En primavera los frutos empiezan a madurar, y alcanzan su apogeo a finales de otoño. En mis trayectos otoñales por la BV-1415 los he visto destacar de un rojo intenso.
Pasado el claro el camino vuelve a adentrarse en el bosque. La humedad y la ausencia de luz directa del sol favorecen el desarrollo de musgo y setas propiciando al entorno de un ambiente fresco y húmedo.
A unos 600 metros del desvío a Can Borrell pasamos junto a otro rincón del bosque con un banco para disfrutar del canto de los pájaros, solo o en compañía.
Unos 250 metros más adelante pasamos junto a una verja de hierro de una propiedad privada, la Torre Benatges.
Seguimos por el camino, y unos 100 metros más adelante llegamos a una bifurcación. El camino de la derecha lleva a Can Cerdà (o Can Sardá), una barriada periférica de Cerdanyola del Vallès.
Nuestro itinerario continúa por la izquierda, hacia la Font dels Caçadors y Can Valldaura, pero aquí quiero hacer un inciso para explicar una cosa curiosa acerca de Can Cerdà. Por el camino de la derecha, a pocos metros del desvío se encuentra la Font de Can Cerdà, en el lugar donde se unen los torrentes de Valldaura y de l’Infern Gran para dar lugar al de Can Cerdà. En ese lugar, en noviembre de 1974 se apareció la Virgen de Lourdes sobre un árbol caído a una vecina de Cerdanyola llamada Pepita Pugès. Yo había leído hace tiempo acerca de esa aparición, pero desconocía el lugar exacto, y mientras me documentaba para este post he descubierto que está allí mismo, a unos 100 metros por el camino de la derecha. La virgen se fue apareciendo regularmente hasta mediados de 1976. Durante ese tiempo el número de advocadores fue en aumento, sobre todo después de la retransmisión en TV de un programa especial de Informe Semanal en enero de 1976, cosa que pareció molestar a la virgen, que anunció que su última aparición sería el 15 de agosto de ese mismo año, y así fue. Una de las cosas que pidió la virgen fue que le erigieran allí una capilla, cosa que se materializó en 1999 (la llaman El Recinto). La capilla está un poco más adelante, con el árbol caído en su interior y una fuente con agua bendecida por la virgen en enero de 1975.
Bien, explicado todo esto, seguimos camino arriba por la izquierda. A nuestra derecha el Torrent de l’Infern Gran. A los pocos metros veo un pequeño puente de piedra salir a la derecha del camino y cruzar el torrente pero sin ir a ningún lugar, aparentemente. Sé que por aquí hubo un merendero antiguamente, pero la tupida vegetación no deja ver nada.
El camino va rodeando la finca de la Torre Gresa por el sur. A unos 150 metros del desvío a Can Cerdà cruzamos una cadena que bloquea el paso a los vehículos no autorizados. Tal como se ve en el suelo, los únicos vehículos que han pasado por ahí en mucho tiempo son las bicicletas.
Me llama la atención la luz del sol que atraviesa, o más bien hace brillar las hojas de una enorme higuera pero no sus frutos.
Una vez dejamos atrás la finca de la Torre Gresa, el camino se enfila montaña arriba excavado en el bosque.
A medida que vamos ganando altura los rayos del sol empiezan a alcanzar el camino.
En algunos lugares sombríos del camino tengo que esquivar unas orugas peludas que parecen flotar en el aire pero que realmente cuelgan de un hilo invisible. Desconozco la especie, y es realmente difícil fotografiarlas debido a la dificultad de enfoque y al movimiento por las corrientes de aire.
A unos 600 metros del desvío a Can Cerdà llegamos a otro desvío que hacia la izquierda conduce a la Font dels Caçadors, el Turó de l’Ermita y el Portell de Valldaura. Nos desviamos hacia allí.
Nada más empezar a bajar por ahí pasamos junto a un recinto vallado. Se trata de un refugio perteneciente a la Societat de Caçadors Harmonia d’Horta, una agrupación cinegética fundada en 1921.
He leído que por ahí sale un pequeño sendero que lleva a la Font dels Caçadors, pero puede que quede al otro lado de la valla y no se pueda acceder desde fuera. Seguimos por el camino. A poco más de 100 metros del desvío y en una amplia curva a la izquierda, hacia la izquierda del camino hay un poste que debería llevar alguna señal pero que ahora está desnudo. A su lado parece salir un sendero. Bajamos por él.
El sendero desciende por el barranco. El descenso es fácil gracias a los escalones que hay en algunos tramos del camino.
Al poco llegamos a una pequeña explanada en cuyo centro se encuentra la Font de Can Güell, construida en 1908 y restaurada en el 2008. Diez años más tarde ha desaparecido su caño de acero y se muestra muy deteriorada, como si no hubiera sido restaurada nunca. A pesar de las abundantes lluvias recientes no baja ni gota de agua, seguramente porque la habrán estropeado al quitarle el caño de acero.
Debido a la falta de señalización mucha gente que baja hasta aquí confunde esta fuente con la Font dels Caçadors, que por lo que he investigado se encuentra pocos metros más abajo, más o menos debajo del refugio de l’Harmonia d’Horta. Yo tampoco lo sabía cuando estuve, pero aún habiéndolo sabido, más abajo de esta fuente la maleza y las zarzas impedían ver nada más allá y menos aún adentrarse a explorar, así que dí la vuelta y regresé al camino.
Ya de nuevo en el camino retrocedemos hasta el desvío anterior al refugio de l’Harmonia d’Horta.
Una vez llegamos al desvío, seguimos montaña arriba a la izquierda. Este es uno de los tramos más duros del recorrido, ya que ganamos unos 80 metros de altura por la Serra d’en Gatell en apenas 650 de camino subiendo. En algunos momentos de este tramo podemos ver el Turó de Valldaura (421 m) con sus antenas y su torre de vigilancia.
A los 650 metros del desvío a la Font dels Caçadors se acaba la cuesta justo cuando llegamos a un cruce. Lugar ideal para tomar un respiro.
Continuamos por el camino que baja hacia la izquierda. Hacia la derecha del todo el camino sube hasta el Coll Blanc, que pasa al otro lado de la Serra d’en Gatell hacia el araje conocido como Sot de Valldaura.
En esta parte más soleada del camino llaman la atención con su colorido las flores de Antirrhinum majus, también llamadas bocas de dragón o conillets en catalán.
A medida que nos acercamos a Can Valldaura van apareciendo viejas estructuras o construcciones medio ocultas bajo la vegetación. Esto parece un pequeño muro de contención.
A unos 400 metros del cruce anterior llegamos a un lugar con significativa actividad humana. Al fondo y prácticamente oculta por la vegetación la Font de Can Valldaura 2.
El agua de esta fuente es recogida por una canalización que cruza el camino y sigue hacia abajo. Arriba a la izquierda vemos por fin Can Valldaura.
Can Valldaura tiene una dilatada historia, aunque las diferentes fuentes que he consultado en internet no son del todo claras en cuanto a la ubicación de los lugares. En cualquier caso lo que está documentado es que en el siglo XII Guillem Ramon, señor de Montcada, cedió su propiedad de Valldaura a unos monjes de la Orden del Císter para fundar un monasterio, Santa Maria de Valldaura. La dificultad de expandirse forzó a los monjes a trasladarse a Santes Creus, y la propiedad pasó a manos de la Casa de Barcelona. Apenas quedan unos vestigios del monasterio original. En 1326 Jaume II lo cedió a su esposa Elisenda de Montcada para que creara un convento, pero ella prefirió Pedralbes, por lo que el rey convirtió Valldaura en residencia real y coto de caza. De hecho mandó repoblar los bosques con osos de Aragón y ciervos de Mallorca. Diferentes condes y reyes fueron pasando por allí hasta que en el siglo XVI pasó a manos privadas convirtiéndose en masía. Hay constancia de que en el siglo XIX ya estaba en ruinas.
Algunas fuentes y mapas no sitúan Santa Maria de Valldaura y el posterior palacio real aquí sino al otro lado de la Serra d’en Gatell, en el Sot de Valldaura cerca de la Font del Ferro. Tengo que explorar esa zona otro día. Sin embargo muchas otras insisten que fue aquí. Y para acabar de añadir más confusión a la historia de Can Valldaura, algunos historiadores del siglo XIX situaron aquí el castillo de Aura, el lugar donde Wifredo el Velloso dio origen a la leyenda de las cuatro barras de sangre de la senyera de Catalunya en el año 897 según la descripción dada por un cronista árabe de los siglos IX y X, y porque el topónimo Valldaura podría venir de «Vallis de Aura». Esta teoría está hoy en día descartada.
En cualquier caso la masía actual que vemos aquí fue reconstruida en 1888 por un industrial harinero, quien utilizó en la obra piedras del antiguo palacio real (no encuentro mucho sentido el traerlas del otro lado del valle si realmente no estuviera aquí). La masía decayó en la segunda mitad del siglo XX, y actualmente es sede del Institut d’Arquitectura Avançada de Catalunya, donde investigadores internacionales de diferentes disciplinas lleva a cabo proyectos innovadores en los campos de la arquitectura, energía, fabricación digital y agricultura. Es fácil comprobar que el lugar es un hervidero de actividad. Hacia abajo, al Sot de l’Infern, vemos lo que parece un huerto un poco descuidado. Por aquí está la Font d’en Gatell o de Can Valldaura, pero no está indicado en ningún lugar ni se ve rastro de fuente alguna. Al fondo Sant Llorenç del Munt.
Detalle de la curiosa estructura de cañas de ahí abajo.
El camino de dirige claramente hacia Can Valldaura.
Por el camino voy con cuidado de no pisar una hormiga que acarrea un grano de cereal notamblemente más grande que ella.
Este tramo del camino más expuesto al sol muestra una gran diversidad de especies vegetales con diferentes colores. Aquí unas alegres flores de cardo en la orilla del camino.
Enmedio del camino unas llamativa flores de viborera (Echium creticum) entre varias espigas de lo que parece centeno.
Poco más adelante un grupo de coronarias o flores de muerto (Chrysanthemum coronarium var. discolor) con una mariposa Colias amarilla (Colias croceus) o safranera de l’alfals en catalán.
Aquí otra flor de muerto con un ejemplar macho de Anthaxia hungarica.
Hay mucha actividad en este corto tramo del camino, justo debajo de Can Valldaura. Una abeja europea (Apis mellifera) trabajando duramente sobre una flor de jara negra (Cistus monspeliensis).
Un sírfido en la misma mata de jara negra. Es fácil confundirlos con abejas o avispas, pero no son más que moscas inofensivas. En la flor de al lado un ejemplar de Tropinota hirta.
Tras disfrutar de esta explosión de naturaleza primaveral y ya a la altura de Can Valldaura pero por debajo suyo, el camino sube por una suave rampa hasta rebasar en la parte trasera de la masía. Allí llegamos a un pequeño cruce y seguimos unos metros hacia la izquierda. Encontramos algunos montones de material de obra, y a la izquierda descubrimos una curiosa obra de ladrillo plano y con estructura de volta catalana llamada The Chapel.
La obra se integra con el entorno natural.
Otro encuadre de The Chapel con Montserrat al fondo.
Regresamos hacia la masía. Ésta está construída en lo alto de un montículo en una base sujeta por fuertes muros de contención. Aquí uno de ellos con un contrafuerte. Encima del muro y medio oculto en el bosque vemos el restaurante Can Valldaura, y arriba del todo el Turó de Valldaura (421 m).
Mirando hacia el norte vemos el primer término el Turó de Can Cerdà (291 m), detrás Ripollet y otros municipios del Vallès Occidental, al fondo los Cingles de Bertí (857 m) y a la derecha empieza el macizo del Montseny con el Turó de Tagamanent (1.057 m) destacando como un pequeño saliente.
Continuamos por el camino que pasa a la izquierda de Can Valldaura.
Hay una gran parte de la edificación que sigue en obras, no sé si de restauración o de ampliación. Aquí una ventana por la que se asoma una florecilla amarilla.
Después de subir la pequeña rampa volvemos a mirar atrás. Al fondo La Mola (1.104 m).
Empezamos a dejar atrás Can Valldaura. A la izquierda veo mis primeras (y únicas) amapolas (Papaver rhoeas) de esta primavera.
A partir de aquí es camino está mejor acondicionado, ya que es por donde acceden los vehículos a Can Valldaura, y por la cantidad de coches que hay aparcados tiene que haber bastante tráfico. A nuestra derecha nos acompaña un muro de contención de ladrillo y piedra.
A poco menos de 300 metros de Can Valldaura el camino traza una curva cerrada a la derecha. Así se ve el camino que dejamos atrás con su muro de contención.
En una orilla me llaman la atención dos diminutas flores de pimpinela escarlata o morró en catalán (Lysimachia arvensis) por presentar cada una de ellas uno de los diferentes colores de esta flor, azul y anaranjada.
A los 150 metros de la curva anterior el camino traza otra curva cerrada, esta vez a la izquierda, y 200 metros más adelante llegamos a un cruce muy transitado, el de la Carretera de les Aigües (carretera de las aguas). Aquí es frecuente encontrarse numerosos grupos de ciclistas, senderistas y gente que simplemente sale a pasear por Collserola. En esta foto desde el cruce, a la derecha el camino por el que hemos venido, al fondo la carretera BV-1415 y por encima el Portell de Valldaura, un puente por el que la Carretera de les Aigües cruza la BV-1415.
Con mucho cuidado de que no nos atropelle un ciclista cruzamos la Carretera de les Aigües y subimos al Forat del Vent (349 m).
Por el Forat del Vent ya pasamos en el circuito de los Turons de Collserola. El lugar está en la misma frontera entre Barcelona y Cerdanyola del Vallès, entre las comarcas del Barcelonès y del Vallès Occidental. Al tratarse de un lugar alto uno puede pensar que hay una vistas excepcionales, pero la verdad es que los árboles están dispuestos de tal manera que no ayudan a tener una panorámica de todo nuestro alrededor. De todos modos el lugar disponer de bancos y papeleras, por lo que podemos aprovechar para descansar o echar algún trago.
Continuamos desde el Forat del Vent hacia el Este por un estrecho sendero señalizado entre arbustos y matorrales. Aunque sea estrecho por aquí también pasan bicicletas, así que precaución.
Rápidamente el sendero se ensancha y nos ofrece una buena vista de la ciudad de Barcelona y el mar. Destacan las siluetas de los nuevos edificios de Diagonal Mar y Poblenou, y la Torre Agbar justo por detrás del Turó de la Rovira (262 m).
Me fijo en el hueco que queda entre el Turó del Carmel (266 m) y Montjuïc (173 m), donde varios cargueros parecen esperar turno para atracar en el puerto de Barcelona.
Ahora un plano más abierto de Barcelona con los Tres Turons y Montjuïc.
El sendero va descendiendo hasta llegar a unas casas. Allí gira a la derecha y luego a la izquierda para acabar en la Carretera de les Aigües junto a dichas casas.
Recto se va al restaurante Casa Juaco, que ya comenté en el circuito de los Turons de Collserola. Nosotros cruzamos la Carretera de les Aigües y continuamos por el camino que baja al Noroeste.
A partir de aquí todo es bajada por un amplio camino que discurre más o menos por lo alto de la Serra d’en Fotjà. No hay mucho tráfico de bicicletas pero tampoco conviene bajar la guardia.
A los 500 metros nos cruzamos con otros senderos a la izquierda. De allí sí que es posible que nos salgan ciclistas a toda velocidad.
Lo suyo sería seguir por el sendero de la izquierda, pero es más seguro continuar por la pista. El sendero va paralelo a la pista, con la que se vuelte a cruzar más adelante. Desde aquí vemos Montserrat entre los árboles, a la izquierda.
Lo bueno de ir por esta pista es que podemos ver llegar de lejos los circlistas, y ellos vernos a los que vamos a pie.
A unos 800 metros del cruce anterior llegamos a otro cruce. A la izquierda se va a la Font dels Caçadors, Can Cerdà y Can Coll, o sea a encontrarnos con el camino de ida. Recto indica a Can Catà y el Turó de l’Ermità, y pocos metros más adelante advierte que la pista es de acceso restringido sólo para bomberos y servicios, pero no hay que hacer caso y seguir por allí, como todo el mundo.
¿Ves? Todo el mundo sigue por aquí.
Pasado el Turó de Can Cerdà (arriba a nuestra izquierda) hay una puerta que cierra el camino, pero sólo para vehículos. Nosotros podemos pasar por la derecha. Al fondo el macizo del Montseny, con La Calma y el Matagalls (1.698 m) a la izquierda y el Turó de l’Home (1.708 m) a la derecha.
Me llama la atención un grupo de cinco florecillas amarillas en la orilla del camino en que cuatro de ellas están ocupadas por insectos y aún queda una libre.
Hacia la derecha del camino el Turó de Montcada (273 m), la centenaria cementera de Montcada a sus pies, y detrás la Serralada de Marina.
Collserola está formada mayoritariamente por rocas metamórficas de la era primaria plegadas intensamente. Aquí un afloramiento de lo que yo creo es filita con una textura que parece madera. Las raíces de los árboles y arbustos se desarrollan aquí siguiendo las vetas de la roca.
A unos 600 metros del cruce anterior dejamos la Serra d’en Fotjà y pasamos a la Serra d’en Masriera. Justo allí vemos un sendero que sube a la izquierda del camino.
Seguimos por ese sendero, y a los pocos metros llegamos a un cruce.
Continuamos recto. Como se puede apreciar en el suelo, hay roderas de bicicleta de montaña. Aunque el sendero es angosto y en algunos tramos hasta hay que agacharse, por allí pasan ciclistas, por lo que hay que extremar la precaución. Tampoco es que haya mucho tráfico, ya que en ese sendero me rebasaron sólo dos ciclistas. El lugar es fresco y sombrío, por lo que es fácil encontrar alguna seta.
Los primeros 300 metros del sendero llanean un poco y la vegetación es bastante espesa.
Encontramos bastantes troncos y ramas a ambos lados del camino. En enero del año 2009 hubo un episodio de fuertes vientos que afectó todo el norte de la península ibérica produciéndose hasta víctimas mortales. Sólo en Collserola derribó más de 60.000 árboles. Las tareas de limpieza del bosque duraron varios meses y gracias a ellas hoy en día hay una buena red de caminos y pistas transitables que se tuvieron que adecuar para poder retirar los árboles arrancados y por la que hemos circulado en este itinerario. Sin embargo en las zona menos accesibles los árboles arrancados por el viento no se pudieron retirar y sólo se pudieron trocear.
Una vista del Vallès entre los árboles. En primer término Ripollet, seguido de Mollet y Granollers entre otros municipios, y al fondo el macizo del Montseny.
El sendero empieza a bajar con más pendiente. En este tramo del camino las bicicletas de montaña han excavado un canal en el camino de manera que se hace difícil caminar con los dos pies uno al lado del otro. Hay que vigilar dónde se apoya el pie en este descenso no se nos vaya a torcer algún tobillo.
La luz del sol hace resplandecer especialmente algunos tramos del camino.
La culpa es de la filita que comentaba más arriba. Una de las características de esta roca es su brillo, y aquí resalta aún más debido al efecto de pulido de las suelas de las botas y las ruedas de las bicicletas.
Cuando llevamos 1,1 km de sendero, éste desciende bruscamente en un giro a la derecha, con un suelo muy erosionado.
Seguidamente nos cruzamos con otro camino.
Continuamos hacia la izquierda. Ya nos quedan sólo 400 metros para el final del recorrido, cosa que notamos porque el silencio del bosque da paso a los gritos de los niños que se divierten en el Área Recreativa de Can Coll.
El camino acaba en el Pou de Can Coll (Pozo de Can Coll), una construcción de ladrillo junto a una pequeña balsa y donde confluyen el Torrent de Can Cerdà por la izquierda y el de Can Coll que viene del otro lado de la carretera por un tubo.
El Torrent de Can Coll continúa su curso debajo del puente de madera que conduce al Área Recreativa de Can Coll.
Y aquí acaba este instructivo recorrido lleno de historias sorprendentes. El aparcamiento donde dejamos el coche está al lado. Podemos regresar a casa o acabar la jornada comiendo en el Área de Can Coll, aunque si no hemos dejado antes alguien guardando una mesa va a ser difícil encontrar sitio. Doy fe que a las 12 del mediodía de un domingo estaba lleno hasta arriba y ya no había sitio ni para aparcar. Yo opté por irme a casa a ver las fotos que había hecho. Me quedaron otros muchos caminos que recorrer con sus historias que descubrir. Habrá más ocasiones.
Cómo llegar a Can Coll
Previsión meteorológica
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