El Parque de Olèrdola es uno de los mejores parques naturales de Catalunya. Se encuentra en los últimos contrafuertes del macizo del Garraf justo en la frontera entre la comarca del Garraf y la del Alt Penedès. Es un claro ejemplo del clima mediterráneo. Su vegetación está condicionada por unos veranos muy secos y calurosos y un suelo calcáreo incapaz de retener el agua de la escasa lluvia. Esto también condiciona la fauna, que la componen principalmente reptiles y unas pocas especies de aves y de mamíferos. A pesar de las duras condiciones de vida ha resultado ser un buen lugar para los asentamientos humanos ya desde la Edad de Bronce o incluso antes, por la proliferación de restos arqueológicos en la zona. En la colina de Sant Miquel d’Olèrdola (358 m) ya hubo una antigua ciudad íbera ocupada por los romanos en el siglo II a.C., y repoblada en la Edad Media, a principios del siglo X, como lugar estratégico en la Reconquista. Hoy en día este recinto amurallado medieval constituye el Conjunto monumental de Olèrdola, donde se conservan muchos de estos vestigios y se explica la historia a los visitantes.
El itinerario que vamos a ver en este circuito es conocido como la Ruta de les Fonts (ruta de las fuentes). Como su nombre indica, vamos a ver fuentes, pero también muchas más cosas que incluso a mí me sorprendieron (no tienes más que ver el tamaño de la fotogalería). Se trata de un recorrido circular de poco más de 7,5 km y con suave desnivel, excepto un corto tramo del último tercio que tiene una cuesta bastante pronunciada (se suben 50 metros en apenas 300 de camino). La mayor parte del camino es por pistas y senderos por los lugares más significativos del Parc d’Olèrdola, así que basta llevar un calzado deportivo cómodo o botas cortas de senderismo. En verano conviene protegerse del sol y llevar abundante agua para soportar el calor. Aunque sea la Ruta de les Fonts, éstas suelen estar casi secas y su agua no tiene garantía sanitaria. En verano también conviene ir temprano para evitar las horas de máximo sol. Yo fui en agosto del 2018 y la verdad es que pasé menos calor de la que esperaba.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
El itinerario empieza y acaba en el aparcamiento del Conjunto monumental de Olèrdola. Una vez aparcado el coche seguimos hacia arriba hasta el final del aparcamiento, lugar donde encontramos el camino GR-92-3. una variante del GR-92 o Sendero del Mediterráneo que pasa por Olèrdola y que constituye casi la mitad de nuestro recorrido.
Nada más pasar la cadena bajamos por los escalones de la izquierda siguiendo la señal de la Ruta de les Fonts. Allí hay un parque para los más pequeños y mesas y bancos para tomar algo. La mañana está bastante despejada y nos sorprende el relieve de Montserrat al fondo.
Al fondo también hay una barraca de vinya o caseta de piedra, una típica construcción rural de la zona mediterránea de la península Ibérica, Francia e Italia.
Entre el parque infantil y la barraca una señal nos invita a bajar hacia el aparcamiento de autobuses. Allí continuamos unos metros por la carretera en dirección a la autovía de Vilafranca y cuando vemos un hueco en el quitamiedos del otro arcén de la carretera y una señal, cruzamos.
El sendero se adentra en el bosque, con bastante pendiente al principio pero sin dificultad. A esta hora de la mañana este lado del Turó de Sant Miquel es muy sombrío.
A las orillas del sendero abundan las matas de espárrago triguero (Asparagus acutifolius) en plena floración.
A los 200 metros de la carretera salimos del bosque. Al fondo vemos Vilafranca del Penedès bajo el sol de la mañana.
Ya fuera del bosque el sendero va descendiendo suavemente hasta acabar en un amplio sendero a unos 350 metros de la carretera. La verdad es que la profusión de señales en el cruce hasta aturde un poco.
Nos desviamos a la izquierda siguiendo la indicación a la Font de l’Alba.
A los pocos metros vemos un pequeño sendero a la derecha con escalones de troncos. Bajamos por él.
Llegamos a la Font de l’Alba, en un discreto y sombrío rincón con un ambiente muy íntimo.
Imagino que se llama así porque desde aquí se disfruta del paisaje con la luz del amanecer.
Un poco más abajo de la fuente parece haber un estanque, también seco como la fuente.
Vista la fuente regresamos al camino, bien por donde hemos llegado o siguiendo recto por el estrecho sendero, que también va a parar al mismo camino pero un poco más adelante. Aquí una mirada hacia atrás de este rincón desde el sendero.
Una vez en el camino volvemos al cruce de antes y seguimos recto. A unos 150 o 200 metros llegamos a otro cruce señalizado.
Seguimos las indicaciones de la Ruta de les Fonts y nos desviamos a la izquierda. En las orillas del camino maduran las moras (Rubus ulmifolius) en los zarzales.
El sendero desciende suavemente por el Barranc de les Fontanilles entre la vegetación típica de la zona.
A la izquierda la vegetación ha invadido los bancales de viñedos abandonados hace muchos años. Antiguamente todo esta eran viñedos pero la dificultad de traer aquí la moderna maquinaria para una explotación rentable los condenó al abandono.
Por la zona abundan los tendidos eléctricos aéreos. Quizás son más visibles al tratarse de un lugar muy despejado de vegetación alta. Al fondo empezamos a ver Montserrat con mayor claridad.
A unos 400 metros del anterior cruce llegamos a la Font de Fontanilles, en un rincón a la izquierda del camino.
No es un rincón tan idílico como la Font de l’Alba y aún menos por las pintadas que han hecho unos desaprensivos, pero al menos de esta fuente sí que mana agua si pulsamos en el grifo.
Volvemos al camino y seguimos barranco abajo. Si algo bueno tienen los cables del tendido eléctrico es que permiten que se posen las aves a falta de árboles en la zona. En este caso pude fotografiar una pareja de lo que creo son abejarucos (Merops apiaster), aunque bastante lejos.
En este barranco los pocos arbustos que superan el metro y medio de altura, aparte de alguna encina aislada, son las higueras (Ficus carica).
A unos 400 metros de la Font de Fontanilles avistamos un cruce de caminos con árboles ya más grandes.
Llegamos al Fondo de la Seguera, el punto más bajo de todo el recorrido. Tengo entendido que por aquí hay restos de un horno de cal (forn de calç), pero yo no fui capaz de encontrarlos. Quizás estaban ocultos por la vegetación. Tras pasar la cadena torcemos a la izquierda siguiendo las indicaciones. Abandonamos aquí el GR-92-3.
Nada más empezar el camino hay como una pequeña explanada que puede que sirva para aparcar coches y continuar caminando. Al lado hay un panel informativo que nos explica las especies de aves que podemos encontrar en el Fondo de la Seguera. También podemos encontrar diferentes especies vegetales muy típicas como el orégano (Origanum vulgare)
Empezamos aquí la cuesta arriba, aunque afortunadamente no lo vamos a notar mucho a lo largo de 3 km por los fondos de La Seguera y de La Vall.
Por el camino vemos revolotear mariposas frente a nosotros que cuestan de ver en cuanto se posan en el suelo. Se trata de ejemplares de festón blanco (Hipparchia fidia) que se posan en el suelo para calentarse y sorber sales minerales. Confían tanto en su camuflaje que es posible acercarse a pocos centímetros antes de que salgan volando.
En el Fondo de la Seguera hay vegetación más alta que en el Barranc de les Fontanilles. Aquí las higueras pasan holgadamente de los 2 metros. Me llaman la atención el color de los higos de ésta en concreto.
A nuestra derecha se elevan riscos a unos 30 metros de altura.
Estos riscos de roca caliza están llenos de huecos y pequeñas cuevas que han servido de abrigo al hombre desde la prehistoria. En la siguiente foto, arriba a la derecha se aprecia lo que creo es una de las entradas de la Cova dels Segarulls (cuando fui no conocía la ubicación exacta de esta cueva). En esta cueva se han encontrado restos cerámicos, algunos huesos humanos calcinados y una hoja de hacha de sílex, pero lo que destaca son unas pinturas rupestres que representan dos arqueros, entre otras. Todo ello data de la Edad de Bronce o incluso antes. La cueva es de difícil acceso, pero se puede subir.
El camino es en sí bastante monótono, salvo por la variedad de plantas que podemos ver a ambos lados. En un zarzal veo las llamativas bayas de zarzaparrilla (Smilax aspera), precursora de la Coca-Cola.
Otra planta que me llama la atención en un grupo de inflorescencias secas de baño de Venus (Dispacus fullonum).
Y justo detrás de ellas más moras madurando al sol.
A nuestra izquierda encontramos una roca con una señal medio borrada del sendero. Parece que ponga GR-92-3, aunque en realidad este sendero no pasa por aquí. Quizás sí lo fuera en el pasado.
El valle se estrecha aquí en una curva a la izquierda. Ahora parece más bien un pequeño desfiladero. Los riscos de nuestra derecha empiezan a ser más altos, llegando casi a los 50 metros de altura con respecto al camino.
En los escarpados riscos siguen proliferando huecos y cuevas.
En lo alto del risco consigo distinguir un abejaruco posado tranquilamente en la rama de un arbusto seco. Tengo buena vista de lejos.
Otra de cosas que me llaman mucho la atención en las orillas del camino son los pomos de flores de zanahoria silvestre (Daucus carota), éste con huésped.
El camino gira hacia el sur en una de las zonas con más vegetación del Fondo de la Seguera. Arriba a lo lejos podemos distinguir la parte superior de la iglesia prerrománica de Sant Miquel d’Olèrdola.
Detrás nuestro quedan los escarpados riscos orientados al sur.
Me sorprende la variedad de especies vegetales y animales que encuentro en este recorrido. Una de ellas es esta hembra de Cyrtophora citricola cuidando de dos puestas de huevos en su curiosa tela de araña.
Bastantes metros por delante mío en el camino avisté un conejo (Oryctolagus cuniculus) que me estaba mirando. Todo pasó tan rápido que no me dio tiempo a coger la cámara, encuadrar y disparar. Sólo conseguí capturar, y mal, sus cuartos traseros cuando saltaba fuera del camino.
Unos 200 metros más adelante se vuelve a ensanchar el valle, tanto que incluso hay un campo de cultivo aparentemente abandonado. Al otro lado del campo vemos una barraca de vinya.
Cruzamos el campo y nos acercamos a la barraca de vinya. Ésta sí parece auténtica y no la que vimos al principio del recorrido.
Dentro no hay nada, ni siquiera basura, como suele haber en cabañas abandonadas. Desde la puerta de la barraca tenemos esta vista del Fondo de la Seguera hacia arriba. Al fondo las paredes de roca de la Font de l’Ametlló, lugar donde hoy se practica la escalada.
Regresamos al camino y continuamos valle arriba. Las hormigas muestran una actividad frenética en el suelo del camino.
Cuando se pasan las flores de zanahoria silverstre, éstas se repliegan sobre sí mismas como una pelota.
A un lado del camino veo una araña de jardín (Araneus diadematus) esperando el almuerzo.
El verano es época de maduración de muchos frutos silvestres. Otros que llaman mucho la atención por su brillante color rojo son los frutos de majuelo (Crataegus monogyna).
Menos llamativas por el color pero no por la forma y presentación son las bayas de madreselva mediterránea (Lonicera implexa).
El constante ir y venir de las hormigas por sus sendas hace que éstas estén limpias de cualquier obstáculo.
Al final del campo de la barraca el camino aparece ligeramente embarrado. Justo por aquí pasa el agua del Torrent del Fondo de la Vall… cuando hay agua. Tambén en este punto dejamos atrás el Fondo de la Seguera y entramos en el Fondo de la Vall. Algunas huellas en el barro nos dan pistas de otras especies que habitan por la zona. En este caso se trata de cabras (Capra aegagurs hircus).
En el lado sombrío del camino, en la pared de tierra de nuestra derecha, se observan agujeros de diferentes tamaños y recubiertos de tela que sin duda son guaridas de arañas.
A unos 100 metros encontramos otra barraca de piedra en el camino, a nuestra izquierda, y poco antes de un cruce con otro camino.
La entrada de la barraca está de espaldas al camino, hay que subir un poco. Esta barraca parece restaurada.
Unos 150 metros más adelante pasamos junto a un desvío a la derecha hacia la Font de l’Ametlló, que está al pie de las rocas dentro de una pequeña cueva. Otros 250 metros más adelante pasamos por otro campo abandonado que también tiene una barraca de piedra. Arriba las paredes de roca y las cavidades del Abric de la Font de l’Ametlló, que fueron habitadas en época medieval y seguramente que también antes.
El camino sigue subiendo poco a poco por el fondo del valle, ahora por una zona bastante ensanchada. Arriba a la derecha, al pie de una gran torre eléctrica, el aparcamiento de Cal Ximet, y al fondo Can Castellví.
Más o menos a unos 500 metros de la última barraca de vinya llegamos a un cruce con una gran encina y un viñedo. El camino de la derecha sube al aparcamiento de Cal Ximet.
A los pies de la encina también llega un camino por el que podríamos haber acortado unos metros viniendo de la barraca de vinya.
El viñedo se ve bien cuidado y por el aspecto de las cepas se explota «a la antigua», o sea, a mano.
Tengo debilidad por las viñas llenas de racimos de uva a punto para la vendimia. Me encanta fotografiarlas, como puedes comprobar a continuación.
Proseguimos por nuestro camino, que ahora se enfila un poco más. Unos 300 metros más adelante vemos una señal que nos indica un sendero a la derecha para ir a la Font de l’Avellaner.
Yo me encontré este sendero bastante lleno de maleza y zarzas unos pocos metros más abajo, y además con algunos desvíos sin señalizar que imaginé me harían perder tiempo si quería ir a la fuente, así que regresé al camino. Por las fotos que he visto tampoco me perdí gran cosa. Desde el camino podemos ver a la derecha y más arriba las Balmes de Can Ximet, que también tienen restos prehistóricos como pinturas rupestres y que en la Edad Media fueron habilitadas como viviendas. Si nos fijamos en el fondo de una de las cuevas aún se pueden ver los huecos donde iban las vigas de madera.
Al final de la cuesta encontramos un par de paneles informativos que nos ayudan a interpretar el entorno y los diferentes hallazgos arqueológicos en los Fondos de la Vall y de la Seguera. Tras una corta bajada el camino vuelve a llanear por el Fondo de la Vall frente a Can Castellví, arriba a la derecha. Una avispa cartonera (Polistes dominula) parece estar buscando algo en un capullo de flores secas de zanahoria silvestre.
A unos 400 metros del desvío a la Font de l’Avellanet llegamos a un cruce de caminos. A la izquierda sube un camino hacia el Castell d’Olèrdola.
A su derecha sale un estrecho sendero hacia el Forn de Calç de Can Castellví.
Tomamos ese sendero para explorar las ruinas. A la derecha hay una edificación de la que sólo quedan las paredes. En una de ellas veo esconderse una salamanquesa (Tarentola mauritanica).
Aquí una de las puertas de esta edificación.
Pasada esta edificación llegamos a lo que es el doble horno de cal de Can Castellví. Es tan grande y hay tan poco sitio que tengo que montar el objetivo ultra gran angular.
Este horno de cal industrial se construyó en 1899 y estuvo operativo hasta 1906. Detrás mismo, a pocos metros, está la cantera (El Pedregar) de la que se extraía la roca para obtener cal hidráulica tras someterla a temperaturas de 900ºC. A un lado hay una escalera que permite acceder a la parte superior, con cuidado. Aquí un detalle de uno de los hornos.
Frente a las bocas del horno hay un viñedo. Aquí una vista del horno yendo hacia ese viñedo.
Cómo no, no puedo evitar fotografiar la uva a punto de vendimiar en este viñedo.
Volvemos al cruce de caminos. Otra prueba de la presencia de animales en un lugar a parte de sus huellas son sus restos biológicos, como demuestran estos excrementos de conejo en el cruce de caminos.
Empezamos a subir por el camino al Castell d’Olèrdola. Ésta es la parte más dura del recorrido por la pendiente a superar, pero el esfuerzo se verá recompensado por las vistas.
Cuando hemos ganado un poco de altura, detrás nuestro podemos ver la Serra del Montmell con el Puig de la Talaia (861 m) como cima destacada. A la izquierda una cantera de Uniland.
A nuestra izquierda vemos Can Castellví y la pequeña ermita de Santa Llúcia.
Seguimos subiendo. La poca sombra que hay no nos sirve para protegernos del sol.
Delante nuestro revolotea un festón blanco que se va posando a ratos sobre las rocas a medida que avanzamos. Lo fotografío mientras me paro a tomar aire.
Desde un poco más arriba tenemos esta vista de las Balmes de Can Ximet con la sierra de Montserrat al fondo.
Y un poco más a la derecha el Turó de Sant Miquel y la característica espadaña de la iglesia románica del mismo nombre, ya dentro del Conjunto Monumental de Olèrdola.
Un poco más arriba tenemos esta vista de Sant Sadurní d’Anoia con Montserrat de fondo.
Otro festón blanco nos acompaña en nuestro ascenso hacia el Castell d’Olèrdola.
Alcanzamos un punto más llano y aprovechamos de nuevo para mirar a nuestro alrededor. Detrás nuestro vemos un poco del camino por donde hemos venido, las Balmes de Can Ximet, Vilafranca del Penedès y todo el llano del Alt Penedès hasta Montserrat.
A la derecha la maquinaria pesada de la cantera que va devorando poco a poco la montaña.
A nuestra izquierda el Turó de Sant Miquel d’Olèrdola y abajo el Fondo de la Vall, con el Abric de la Font de l’Ametlló arriba a la izquierda.
Tras pasar por debajo de una línea de alta tensión el camino desciende suavemente hacia un cruce de caminos y una pequeña pineda. Desde el cruce volvemos a mirar a nuestra izquierda. Han cambiado un poco las perspectivas. Ante nosotros el Fondo de la Vall. Abajo vemos la encina y el viñedo, y un poco más arriba Cal Ximet y el Abric de la Font de l’Ametlló. Al fondo del todo de nuevo Montserrat.
Qué poco ha durado la bajada. De nuevo el camino se enfila cuesta arriba, aunque en esta ocasión disponemos de un poco de sombra.
Un macho de libélula flecha roja (Sympetrum sanguineum) se posa en un tallo para observarme. Se estará preguntando qué es esa extraña criatura con gran un ojo negro que se le acerca lentamente.
Como he explicado en otras ocasiones al hablar de los terrenos kársticos, el agua de la lluvia va disolviendo poco a poco la roca filtrándose hacia el subsuelo. De este subsuelo conocemos las cuevas y los manantiales de agua. En la superficie quedan las marcas del agua de la lluvia.
Poco más de 800 metros desde que empezamos a subir en el Forn de Calç de Can Castellví llegamos al punto más alto del recorrido justo en un cruce con otro camino, concretamente el GR-92-3 en el que habíamos empezado el itinerario y habíamos abandonado en el Fondo de la Seguera, y que ahora nos llevará hasta el final. Continuamos hacia abajo por la izquierda. Ahora el camino nos acerca claramente al Conjunto Monumental de Olèrdola.
Vemos con claridad la parte superior de la iglesia románica de Sant Miquel.
También vemos lo poco que queda del castillo de Olèrdola en lo alto de la colina.
Desde allí también pude hacer esta panorámica de Montserrat con dos fotos.
Desde allí incluso divisamos la silueta de La Mola (1.104 m) en el Vallès Occidental.
Pasamos a la falda sur del Turó de Sant Miquel, que da al mar. Y efectivamente conseguimos ver el mar rodeados de la vegetación autóctona de la zona: pino carrasco (Pinus halepensis), palmito o margalló (Chamaerops humilis), y encina (Quercus ilex).
En esta zona también encontramos olivo (Olea europaea).
La brisa del mar viene cargada del aroma de los pinos. Con el calor y el chirriante canto de las cigarras, el ambiente aquí es totalmente de estío. Mientras caminamos nos alejamos de Sant Miquel d’Olèrdola.
Y ahora falta el colofón para este interesante itinerario. Tras un corto y ligero repecho llegamos a un cruce en una pequeña pineda.
Seguimos recto, y una indicación nos dice que estamos en el Pla dels Albats. A priori sólo vemos unas ruinas más allá de los pinos.
Antes de llegar a las ruinas encontramos una gran roca plana en el suelo.
Y a la que nos acercamos un poco más vemos aparecer ante nuestros pies agujeros en la roca con forma humana.
Se trata de tumbas antropomorfas, lugares de enterramiento de la alta Edad Media (siglos X al XII) sobre las que se edificaban las casas. En la roca también hay otros tipos de agujeros excavados, como este silo.
El Pla dels Albats era un suburbio extramuros de la ciudad medieval amurallada de Olèrdola. Sobre este terreno sagrado vivían campesinos y artesanos adinerados y aquí se elaboraba y almacenaba vino, aparte de la actividad de los diferentes talleres. Aquí lo que podría ser una antigua casa medieval.
Al fondo las ruinas de la iglesia prerrománica de Santa Maria dels Albats, con unas vistas envidiables.
Al otro lado las ruinas de la iglesia se muestran de esta manera.
Cuando camino por este suelo rocoso veo pequeños destellos azules que vuelven a desaparecer pocos metros delante mío. Son saltamontes de alas azules (Oedipoda caerulescens) que se camuflan perfectamente con el suelo.
Cambio el objetivo de la cámara y monto de nuevo el ultra gran angular para poder capturar planos más amplios de este impresionante entorno, sobre todo las tumbas excavadas en el suelo.
Hay contabilizadas en todo el Pla dels Albats unas 150 tumbas, la mayoría de pequeño tamaño que corresponderían a neonatos y niños sin uso de razón. En algunas tumbas se ve el hueco destinado para la tapa de piedra. Se trata de una de las necrópolis medievales más importantes de Europa y aún se están llevando a cabo excavaciones para conocer cómo era la vida aquí en aquella época. En catalán se llama albats a los niños fallecidos antes de tener uso de razón. De ahí el nombre del lugar. Había una antigua creencia, quizás de origen íbero o incluso anterior, que decía que enterrar a los niños bajo el suelo de la casa traía suerte porque alejaba a los malos espíritus. Ese podría ser el origen de este enterramiento masivo de niños en este lugar donde había casas y vivían familias.
Aquí otra foto de las tumbas y la iglesia, y con Montserrat al fondo.
Ahora una foto del interior de Santa Maria dels Albats. La piedra que aparece en el centro y que podría servir de base del altar es posible que sea un miliario de la Via Augusta, que pasaba bastante cerca de aquí.
Visto ya el Pla dels Albats regresamos al cruce anterior y seguimos hacia abajo por la derecha.
En este tramo de camino hay muchas encinas con bellotas en plena maduración.
En nada llegamos a la altura de la muralla de Olèrdola y el aparcamiento donde dejamos el coche. En la muralla se distingue la obra de dos épocas. Los bloques más grandes del nivel inferior son de la etapa romana o incluso íbera, y las piedras más pequeñas de la parte superior son de la reconstrucción en la Edad Media.
Y hasta aquí este interesante recorrido por Olèrdola y su historia. No han sido muchos kilómetros pero han dado mucho de sí. Si tenemos ganas y estamos a tiempo (consultar horarios) podemos visitar el Conjunto Monumental para saber más acerca de la historia de Olèrdola y de las civilizaciones que pasaron por aquí.
Cómo llegar a Olèrdola
Previsión meteorológica
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El Parque de Olèrdola es precioso, nosotros solemos subir muchos fines de semana y aprovechamos para ir a comer a la masia Segarrulls, que esta debajo de las ruinas medievales.
Muchas veces no somos conscientes del valioso patrimonio natural e histórico que nos rodea.
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