Sant Jaume de Frontanyà, en la comarca del Berguedà, era hasta hace poco el municipio menos poblado de Catalunya. Y digo hasta hace poco porque entre el 2016 y el 2017 ha sufrido un gran incremento demográfico, del 11%, pasando de los 27 a los 30 habitantes. En cambio, Gisclareny, otro municipio de la misma comarca, en el mismo periodo pasó de los 29 a los 27 habitantes, arrebatándole a Sant Jaume de Frontanyà el título de municipio menos poblado de Catalunya. Aún así Sant Jaume de Frontanyà sigue teniendo el encanto de los entornos rurales que parecen aislados del mundo moderno. Rodeado de bosques y pastos, parece que estás en otro mundo y eso que no muy lejos se encuentran las pobladas Berga (16.115 habitantes) y Ripoll (10.611 habitantes). De las montañas que rodean Sant Jaume de Frontanyà también nacen torrentes y rieras que van a parar al Río Llobregat, como la Riera de Mergançol y la Riera de Merlès. Esta última empieza en la confluencia de la Riera del Molí y el Torrent de l’Estanys. En este circuito vamos a recorrer los bosques que rodean Sant Jaume de Frontanyà para encontrarnos con la Riera del Molí y visitar dos de sus pozas más conocidas por los lugareños: el Gorg del Molí y el Gorg del Matxo.
El itinerario que propongo es circular, de algo menos de 8,4 km y con suaves desniveles de poca dificultad, a excepción de un corto tramo de bajada donde hay que tener especial cuidado si el terreno está húmedo. Hay que ir equipado con calzado de senderismo y algo de ropa de abrigo si hace frío. Mi visita es de mediados de diciembre del 2017, a finales de otoño, pero el frío reinante y el hecho de que el día anterior cayera calabruix o nieve granulada hacen que podamos decir que el día era prácticamente invernal, como comprobarás en las fotos. También conviene llevar agua para el camino, ya que no hay fuentes. Si queremos comer algo tenemos el restaurante rural Casa Blanca, al final del recorrido y en una masía del siglo XVIII, que ofrecen un menú diario y menú de fin de semana a base de cocina tradicional de la zona. También tienen alojamiento. Hasta hace poco había otro restaurante, Cal Marxandó, pero ha cerrado por jubilación.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
Llegamos a Sant Jaume de Frontanyà por la carretera que sale desde Borredà en la carretera C-26. El desvío está indicado. Ya lo conocerás si leíste o hiciste mi circuito por la Riera de Mergançol y el Salt de Borredà. Como he comentado más arriba, Sant Jaume de Frontanyà parece un lugar de otro tiempo. El día en que fui era gris y muy frío, y a medida que nos acercábamos al destino íbamos viendo en las cunetas de la carretera lo que parecía nieve, cada vez en mayor cantidad, hasta encontrarnos el pueblo de Sant Jaume de Frontanyà prácticamente blanco.
Dejamos el coche en el pequeño aparcamiento de la entrada del pueblo y empezamos a subir por la calle principal. En seguida llegamos a la plaza del pueblo, donde se encuentra el ayuntamiento. A la derecha está Cal Marxandó, el antiguo restaurante del pueblo cerrado ahora por jubilación. Frente a la entrada hay una pequeña placita con un pozo sobre el que hay una pequeña estación meteorológica. El termómetro marca -2ºC, lo mismo que el el coche al llegar a Sant Jaume de Frontanyà.
Frente al ayuntamiento y Cal Marxandó se encuentra el imponente monasterio románico de Sant Jaume de Frontanyà, del siglo XI, y a su lado el modesto cementerio del pueblo.
Pasamos por delante y lo contemplamos desde el otro lado.
Seguimos recto por el camino que sale del pueblo bajando suavemente. Es posible que haya vacas por el camino. Personalmente tengo una relación de amor-odio con las vacas, y me impone que me miren fijamente.
Los campos de la derecha del camino aparecen completamente blancos, sobre todo las pequeñas veredas por las que suelen caminar las vacas y otro ganado que pasta por allí.
Si lo miramos con más detalle salimos de nuestro engaño: todo está blanco no por nieve sino por escarcha.
A unos 150 metros el camino va a parar a la carretera, que es continuación de la que viene de Borredà y que va hacia La Pobla de Lillet. Nosotros seguimos recto por ella. Una mirada hacia atrás nos ofrece esta vista de la carretera y el monasterio.
Me pregunto dónde han ido a parar las vacas que había delante nuestro hace un momento. He estado tan entretenido contemplando el paisaje emblanquinado que no las he visto desaparecer. Al llegar a una curva de la carretera me las encuentro escondidas a la izquierda. Su color marrón contrasta con el entorno prácticamente blanco y negro.
Seguimos caminando por la carretera, muy poco transitada. Es un día gris, pero es una gran suerte haber coincidido con una helada como ésta, que cubre de blanco todo el paisaje como si fuera una finísima capa de nieve.
Hacia atrás y a lo lejos aún podemos ver el imponente monasterio de Sant Jaume de Frontanyà, que dejamos atrás hace medio kilómetro.
La carretera empieza a ir cuesta arriba. A la derecha algunos árboles se esfuerzan en mostrar sus colores de final de otoño en este gélido paisaje.
Así se disponen los diminutos cristales de hielo en la alambrada que separa la carretera de estos pastos de la derecha.
Última mirada a Sant Jaume de Frontanyà antes de perderlo definitivamente de vista. Bueno, al menos hasta la vuelta.
Cuando llevamos ya 1 km por la carretera llegamos a Cal Cintet, una vieja masía que creo que ahora es un alojamiento rural o una casa de colonias. Dejamos la carretera y nos dirigimos a esta masía.
El camino pasa junto a la casa, que en estas fechas permanecía cerrada.
El huerto de enfrente estaba completamente helado, y en los pinos de detrás destacaban los blancos nidos de oruga de procesionaria. Hace ya tiempo que en esta zona hay plaga de este insecto que acaba matando los árbooles.
El camino también está bastante frío.
Pasado Cal Cintet el camino se adentra en los bosques de la parte más oriental de la Serra del Catllaràs. El camino va llaneando a través del bosque y a los 350 metros llegamos a una bifurcación. Seguimos por la derecha. Unos 100 metros más adelante avistamos el desvío a las Masies El Prat, otro alojamiento rural bastante apartado de la civilización.
Pasamos de largo el desvío. Se nota que por aquí ya pasan muy pocos vehículos, porque poco más adelante el camino está prácticamente cubierto de blanco, y ahora sí que parece nieve. Hay bastantes huellas de animales sobre el camino. Aquí unas que podrían ser de ciervos y/o de corzos de diferentes tamaños.
Estas otras huellas podrían ser de zorro.
A poco menos de 300 metros del desvío a las Masies El Prat llegamos a otro cruce. Seguimos recto. Cien metros más adelante llegamos a un pequeño claro en el bosque. Empieza asomar el azul del cielo. A la derecha vemos los riscos de las Roques Blanques, encima el Pla de la Lleona (1.392 m), y el Pla del Cingle (1.211 m) a la izquierda, casi oculto por unos pinos en lo alto de un montículo del claro. A los pies de ese Cingle está Sant Jaume de Frontanyà.
El camino asciende suavemente por el bosque de pinos.
Los cristales del hielo de un charco en el camino me recuerdan la forma de estos pinos que nos rodean.
Después de una subida suele haber una bajada.
Abajo a la derecha vemos las ruinas del Mas Vila-rasa. Allí llegaremos en un momento.
Poco más de 600 metros desde el anterior cruce, cuando llevamos unos 200 de bajada, llegamos a otro cruce. Seguimos cuesta abajo por la derecha. Por aquí cerca deben estar las viejas minas de lignito de Vila-rasa, pero no sé por dónde. El desnivel aquí es mayor y hay un tramo con un par de curvas cerradas para poder salvarlo, sobre todo para los vehículos que suban.
A los 200 metros llegamos a un pequeño claro en el bosque con unas enorme rocas. Resulta curioso porque no se ven más rocas por aquí cerca. Uno se hace preguntas acerca de su origen.
Unos 300 metros más adelante salimos del bosque en otro claro, en medio del cual encontramos las ruinas del Mas Vila-rasa. Detrás las Roques Blanques que vimos un rato antes, y al fondo asoma la cima del Puigllançada (2.409 m), en Bagà (¿conoces la Via Nicolau?).
La verdad es que este paraje me resulta singularmente fotogénico. Un claro con un montículo sobre el que apenas se sostienen dos muros, un árbol pelado al lado, las montañas al fondo, y un fino manto de blanca escarcha cubriéndolo todo. No puedo parar de hacer fotos.
Desde las ruinas tengo esta vista del camino por el que hemos venido, casi en blanco y negro.
Una vista de los bosques que rodean Vila-rasa desde las ruinas.
Por aquí discurre el siguiente tramo del itinerario.
Aquí la parte de atrás de las ruinas. En el suelo parece marcado dónde estaban las paredes de la casa, y hay unas viejas vigas de madera desintegrándose.
Un detalle de la pared, formada de piedras de los más variados tamaños y naturalezas.
Y ahora unos cuantos primeros planos de los cristales de hielo sobre un tronco de árbol que aún queda en pie junto a las ruinas.
Una última foto del Mas Vila-rasa desde la continuación del camino por el que hemos venido, y por el que no seguiremos.
Ahora sí, continuamos el itinerario por el terraplén que hay al pie de Vila-Rasa. Hacia la izquierda vemos un camino que se adentra por el bosque. Es por allí.
El sendero desciende hasta el torrente de Vila-rasa por el bosque que hay a un lado de este terreno que en su día debieron ser terrazas donde cultivaban las gentes de Vila-rasa.
Al principio es relativamente fácil seguir el camino, y más si alguien ha pisado antes, pero no está del todo claro. Lo mejor es ir bajando entre los árboles sin alejarse mucho de las terrazas de la derecha. También se puede bajar directamente por las terrazas. Aquí una vista de Vila-rasa desde abajo.
Abajo del todo está el torrente de Vila-rasa.
Podemos cruzarlo sobre unos troncos que hay hacia la derecha, pero tienen pinta de ser resbaladizos, y como baja muy poca agua no cuesta nada estirar un poco las piernas para cruzarlo de una zancada.
Seguimos atravesando el prado que hay frente al torrente. Me fijo que la capa blanca que cubre la hierba no es escarcha sino que parecen pequeñas esferas de hielo de unos 2 mm de diámetro.
Se trata de nieve granulada o lo que en catalán se llama «calabruix«, una especie de granizo de granos de hielo de muy pequeño tamaño que puede parecer nieve pero sin formar copos. Seguimos cruzando el prado hasta la pista que hay al final. Sobre la hierba quedan marcadas las veredas que se forman con el paso de los animales que vienen a pastar.
La pista es el camino de Sant Jaume de Frontanyà a Vila-rasa. Seguimos hacia la izquierda. El camino se adentra en el bosque en suave descenso junto al torrente de Vila-rasa, que nos acompaña a nuestra izquierda. Este tramo del recorrido es sombrío y bastante frío, tanto que la nieve granulada caída el día anterior se conserva muy bien y los charcos están completamente helados, de manera que se rompen cuando pasa algún vehículo sobre ellos.
Cada vez hay más nieve granulada acumulada en el camino, al menos en las zonas más sombrías. Al caminar sobre ella cruje como la nieve de verdad.
Poco más adelante empezamos a ver la luz del sol llegando al camino.
Paso junto a un árbol que recibe la luz del sol. La escarcha que cubría sus ramas se ha fundido y se ha convertido en gotas de agua que brillan de manera especial con la luz del sol frente al fondo más oscuro, como si el árbol estuviera iluminado con leds. Intento fotografiarlo tal como lo veo.
Poco más adelante me fijo en cómo se congela también el barro, o sea cómo se forman cristales de hierro donde no se aprecia agua líquida. Aquí una muestra de la textura resultante.
A la que salimos de la zona de sol, el camino vuelve a estar cubierto de blanco.
Cuando llevamos ya unos 600 metros por este camino llegamos a un cruce. Seguimos recto cruzando el torrente de Vila-rasa por unas piedras a la derecha del camino. Los bloques de hielo que flotaban sobre el agua del torrente tenían hasta 3 cm de grosor.
Cuando el terreno está así hay que tener especial precaución al pisar. Bajo la apariencia de nieve puede haber un charco helado debajo y llevarnos un resbalón.
Estamos en el camino de Canemars a Moreta. A casi 200 metros del torrente de Vila-rasa encontramos un camino que sale a nuestra derecha. Seguimos recto. Puede que tengamos que abrir una alambrada. No pasa nada, se abre y se vuelve a cerrar. Es para que no pasen las vacas. Otros 200 metros más adelante volvemos a encontrarnos otro camino a la derecha. Con el calabruix cuesta un poco más de ver. Bajamos por él.
Al final de este camiño llegamos al Gorg Blau, en la Riera del Molí. Supongo que el nombre le viene del color de la poza (blau es azul en catalán), aunque nosotros la encontramos casi completamente helada.
Sólo está helada, o más bien cubierta de nieve, la superficie de la poza y no la riera. Si nos acercamos al lugar donde el agua de la poza continúa su camino riera abajo podemos ver la zona de transición entre la nieve, el hielo y el agua líquida.
Desde allí cambio el objetivo de la cámara y monto el ultra gran angular para obtener una toma de todo el conjunto. En el centro del Gorg Blau parece que hay un grupo de juncos que deben hacer todo el conjunto muy fotogénico en primavera y verano.
Ahora un plano cerrado de la superficie del Gorg Blau helada y cubierta de nieve.
Y aquí un primer plano cenital rozando el macro.
Mirando riera abajo vemos que el sol ha desaparecido y parece que se nos va a echar encima la niebla.
Regresamos al camino de antes, y de ahí volvemos por el camino de Canemars a Moreta hasta el cruce anterior.
Seguimos por el camino de la izquierda. A los pocos metros cruzamos de nuevo el torrente de Vila-rasa. A nuestra derecha hay una tranquila y poco profunda poza formada por ese torrente antes de pasar por debajo del camino.
Al fondo se puede ver cómo baja el agua a la poza por la roca, y cómo ésta se congela formando una curiosa estructura de hielo blanco semisumergida en la poza.
Poco más de 100 metros desde este punto llegamos a otra poza de la Riera del Molí, el Gorg del Matxo (matxo es mulo en catalán).
Pasamos a la otra orilla de la riera para tener una vista frontal del Gorg del Matxo.
Vuelvo a cruzar a la otra orilla y subir un poco por la roca para tener una mejor perspectiva de la poza y la pequeña cascada. A diferencia del Gorg Blau, la superficie del Gorg del Matxo no está cubierta de nieve pero se aprecia cómo se forma hielo en la capa más superficial del agua a medida que nos alejamos de la cascada.
Aquí poco más hay que hacer, al menos en esta época del año, así que regresamos por donde hemos venido. Antes del llegar al torrente de Vila-rasa, a algo menos de 100 metros del Gorg del Matxo, tenemos que ver un sendero que sube a nuestra izquierda. Lo tomamos y subimos por él a través del bosque hasta llegar a una pista después de unos 50 metros. En la pista continuamos subiendo a la derecha, y a los pocos metros llegamos a un cruce con el Camino de Canemars.
Seguimos el camino por la izquierda, en suave ascenso siguiendo el curso de la Riera del Molí, que pasa abajo a nuestra izquierda. No parece que haya mucho tráfico por este camino, más bien ninguno, y los granos de calabruix se mantienen casi intactos.
El día está empeorando. Empieza a bajar la temperatura y se ve algo de niebla a lo lejos. No parece que vaya a llover. En la alambrada de la izquierda del camino hay atados unas cintas de plástico con el nombre de una conocida marca de automóviles. Es posible que hace poco haya habido alguna prueba deportiva por este camino, al menos antes de que nevara (o granizara, no sé cómo llamarlo), ya que no se ven huellas sobre la nieve.
Cuando llevamos unos 400 metros el camino empieza a bajar para ir acercándose a la Riera del Molí, hasta que la cruza en una curva cerrada a la izquierda. A partir de ahí vuelve a ser cuesta arriba.
Unos 50 metros más adelante el camino cruza el Barranc de Canemars. Cuando baja mucho caudal de agua hay que cruzarlo por los bloques de hormigón de la izquierda.
Y otros 50 metros más adelante lo volvemos a cruzar de igual manera.
Otros 50 metros más y llegamos a un cruce. Así se ve el camino desde el cruce: a la izquierda el camino por el que hemos venido y a la derecha de nuevo el barranco de Canemars y un camino que no sé dónde va.
Nosotros seguimos por el camino de la derecha tal como hemos llegado al cruce, o sea por el que queda a la izquierda del todo en la foto anterior y que no se llega a ver. A nuestro alrededor todo parece más propio de pleno invierno que de finales de otoño.
Vamos subiendo ya va desapareciendo la nieve. En cambio la niebla cada vez hace más acto de presencia y lo va envolviendo todo poco a poco.
Al final de la cuesta anterior llegamos a otro camino en el paraje de Canemars.
Nosotros seguimos por este camino hacia la derecha, en dirección a una puerta de madera que cierra el camino.
Aunque lo pueda parecer, el camino no es propiedad privada ya que es una zona de paso. Al llegar a la puerta la abrimos, pasamos y la volvemos a cerrar. El camino pasa al lado de Cal Toni, una casa que no sé si es una vivienda privada o un alojamiento rural.
Aquí una vista del camino hacia atrás. La niebla va reduciendo cada vez más la visibilidad.
Cuando llegamos a una curva que conduce directamente a la casa de Cal Toni seguimos recto hasta la valla y encontramos una pequeña puerta.
Abrimos la puerta, pasamos y la volvemos a cerrar, como hicimos antes. Delante nuestro está el tramo quizás más complicado del recorrido si el terreno está húmedo, o como era el caso, con hielo, ya que se trata de una bajada bastante pronunciada aunque corta. El peligro es pisar mal una piedra o directamente resbalar. Hay que seguir más o menos por donde pasa el tendido eléctrico.
Al final de la bajada se encuentra el Molí del Quirze.
Creo que el Molí del Quirze es una propiedad privada, aunque no hay ninguna señal o advertencia que prohiba el paso. El camino de bajada acaba a la altura del tejado.
Por la derecha se puede bajar hasta la Riera del Molí. Creo que frente a la casa hay una cascada, pero yo no bajé a verla. Ésta es la entrada de la casa.
Frente a la casa hay una explanada donde supongo aparcan los coches los propietarios y sus visitas. Al fondo se ve la puerta de salida.
Nos dirigimos a ella, abrimos, pasamos y volvemos a cerrar. Continuamos por la pista que sube hacia la izquierda atravesando el bosque.
Cuando llevamos unos 400 metros el camino sale un poco del bosque, momento para contemplar el entorno. Parece que el sol hace un esfuerzo por querer atravesar la niebla.
Poco más adelante, a lo lejos y en dirección contraria al sol se atisba algo de azul tras la niebla.
A lo largo de esta subida nos han ido acompañando los graznidos de los cuervos (Corvus corax). Ahora por fin pillo uno en lo alto de un pino.
Y tras 600 metros desde el Molí del Quirze llegamos a la Casa Blanca, antigua masía del siglo XVIII que hoy sigue dedicándose a las tareas del campo y además ofrece alojamiento y comida a los turistas. En ese momento el sol parece que quiere hacer acto de presencia.
En contrapartida, detrás nuestro la niebla está más espesa que nunca.
El camino cruza la propiedad pasando por entre los graneros y la masía.
En seguida vemos aparecer Sant Jaume de Frontanyà entre la niebla.
Seguimos por el camino hacia el pueblo. Así se ve el prado que hay entre el pueblo y la Casa Blanca con el fondo aún difuminado por la niebla.
Al llegar a la carretera me desvío un poco a la izquierda para situarme detrás del monasterio y hacer este contrapicado con algo de niebla a la izquierda y Les Forques (1.211 m) al fondo a la derecha.
Volvemos atrás y entramos en el pueblo por la calle que sigue del camino de La Casa Blanca. Aquí pruebo otro contrapicado con algo de contraluz difuminado por la niebla.
Y por la calle de detrás del cementerio un último contraluz antes de que se disipe del todo la niebla.
Por fin sale el sol y todo se ve muy diferente que por la mañana. Aprovecho para montar el ultra gran angular en la cámara.
El interior de la iglesia de Sant Jaume de Frontanyà se puede visitar libremente. Antes había que pedir la llave en Cal Marxandó, pero ahora la iglesia permanece abierta.
Una última foto desde la plaza del pueblo, frente a la puerta del Ayuntamiento, con la niebla marchándose por la derecha.
Y de aquí al coche porque el pueblo se ha acabado, aunque si quieres puedes entretenerte haciendo fotos a detalles de las casas. En el viaje de ida desde Borredà me fijé en una especie de mirador a mano derecha poco antes de llegar a Sant Jaume de Frontanyà. No me detuve porque el día estaba muy feo, pero a la vuelta sí que me paré un momento a comprobar las vistas, y éste es el resultado.
La vista no está mal pero el lugar es para hacer foto con teleobjetivo, no con el teléfono móvil o un gran angular a menos que quieras sacar también el Pla del Cingle, como es el caso. Lo digo por el molesto cable que cruza el cielo y que no hay manera de evitar a menos que saltes la almbrada y te metas en el campo de delante.
Hasta aquí este interesante recorrido por una zona poco concurrida del Berguedà. Espero que te haya gustado el reportaje. En primavera tiene que valer la pena ver la Riera del Molí así como el Gorg Blau y el Gorg del Matxo más cargados de agua, y las vacas pastando plácidamente por estos campos. Una buena propuesta para evadirse del estrés urbano.
Cómo llegar a Sant Jaume de Frontanyà
Previsión meteorológica
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