La riera de Vallvidrera, también conocida como la Rierada, es el único curso de agua permanente de la sierra de Collserola. Nace en Vallvidrera entre los cerros de Can Pasqual y de Can Castellví, hacia la vertiente sur, y a lo largo de 12 kilómetros describe un giro de 270º para desembocar en el río Llobregat a la altura de Molins de Rei. La Rierada se encuentra interrumpida a la altura del pantano de Vallvidrera, así que el agua que sale desde su nacimiento no llega al Llobregat, sino que lo hacen las aguas de otros afluentes de esta riera como el torrente de la Budellera, por ejemplo. Puedes conocer más de este pantano y de la Budellera en mi circuito «Vallvidrera, en pleno parque natural de Barcelona«. Son sólo 12 kilómetros pero bien repletos de patromonio natural y arquitectónico.
En el circuito de hoy vamos a conocer uno de los últimos tramos de la Rierada, el más próximo a su desembocadura en Molins de Rei. Se trata de un itinerario con una parte lineal y otra circular (se regresa por parte del camino de ida) de unos 7,5 kilómetros, con no demasiado desnivel acumulado, por lo que es apto para todo aquel que esté acostumbrado a caminar. Como en todos los lugares próximos a la metrópolis recomiendo evitar los domingos, aunque al ser un camino no muy conocido, no hay gente en exceso. El recorrido es muy variado, ya que atravesamos bosque de ribera, vemos un salto de agua, cruzamos prados llenos de flores, disfrutamos del paisaje industrial del Baix Llobregat y pasamos por una importante finca de origen feudal, y para disfrutar de todo ello qué mejor que hacerlo en primavera. Yo me traje tantas fotos que no las voy a poner todas en este artículo, así que te recomiendo que visites la fotogalería para verlas todas.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
Empezamos la ruta dejando el coche en una explanada en el núcleo de población llamado La Rierada, dependiente de Molins de Rei y cercano a la urbanización de La Floresta. Introduce las siguientes coordenadas en tu navegador GPS si no quieres perderte, ya que no está indicado: 41°26’06.1″N 2°02’26.1″E. Una vez aparcado el coche salimos a la calle por la que hemos venido y seguimos por la izquierda, como siguiendo la marcha del coche. A los 200 metros llegamos a un desvío y tomamos el sendero de la izquierda, en suave descenso. La primera sorpresa es un campo de cereal en que las amapolas crecen en hileras. Son los campos de Can Salat.
Al final de estos campos, a la altura del Molí de Can Salat (según el mapa, porque yo no lo vi por ningún sitio), el camino tiene este agradable aspecto.
Sobre los 750 metros de recorrido, el camino traza una curva a la izquierda y se adentra en un rincón con la vegetación más espesa. A nuestra izquierda oímos, y vemos, el agua de la Riera de Vallvidrera.
Seguimos caminando por este sendero, que desciende suavemente, y cuando llegamos al kilómetros 1,1 del circuito nos encontramos con un camino que sale a la izquierda frente a un gran árbol. Tomamos ese camino y tras unos pocos pasos llegamos a la riera.
Cruzamos la riera y seguimos el curso del agua hasta que llegamos al borde de lo que parece una presa. Nos asomamos y vemos un pequeño salto de agua. Es el Salt o Cascada de la Rierada.
Vamos a bajar por un camino rocoso que sale por la izquierda.
El rincón es muy chulo tanto para estar allí relajado escuchando el ruido del agua como para hacer fotos, aunque ello supone luchar contra dos obstáculos para obtener buenos encuadres: la gente que siempre hay por allí y los contrastes de luz. El lugar es muy sombrío y por la parte superior de la cascada entra mucha luz, por lo que hay que ser muy preciso con la medición.
Te puedes hacer una idea de la poca luz si ves que tengo que abrir diafragma a f/5.6 con una exposición de 1 décima de segundo, al límite de mi pulso. A la izquierda de este salto hay otro salto menos espectacular, disimulado entre la vegetación, y cuya agua proviene de una vieja mina de captación de agua de la riera que se rompió a esta altura.
Volviendo al tema del contraste luz en este lugar, la foto de este salto está tomada a un par de metros de la anterior, y para la misma distancia focal, ISO y tiempo de exposición tuve que cerrar el diafragma a f/18. Es más, en el mismo punto en que estoy me doy la vuelta 180º y hago otra foto de la cascada grande, teniendo que abrir ahora el diafragma a f/6.3.
Bien, vista ya la cascada, volvemos de nuevo a la parte superior por el camino de piedra y subimos por un sendero que sale a la derecha de la riera. Este sendero, bastante frecuentado por ciclistas, va subiendo poco a poco bordeando la cara occidental de las Penyes d’en Castellví. Por el camino nos van sorprendiendo los regalos de la naturaleza, como una seta en pleno mes de mayo entre pétalos de jara blanca, dientes de león a punto de ser soplados, minúsculas florecillas de Biscutella laevigata que casi pasan desapercibidas, o una abeja revolcándose en el polen de una jara negra.
A falta de objetivo macro para hacer estas fotos utilizo la máxima distancia focal que me ofrece el «todoterreno», 250mm, y abro el diafragma al máximo para desenfocar el fondo. Me es más que suficiente porque consigo exactamente las fotos que quiero.
Sobre el kilómetro 2,3 pasamos por un desvío que hacia la derecha conduce a Can Planes. Nosotros seguimos recto. Esta parte del camino es más soleada y vemos otros tipos de flores (Ranunculus acris y Lithodora fruticosa).
Si lo que pretendes es abarcar el conjunto de flores y que salgan más o menos todas en el foco tienes que cerrar el diafragma. Y claro, el fondo no saldrá desenfocado a menos que esté bastante lejos. No se puede tener todo.
Unos 300 metros más adelante llegamos a otro cruce. Hacia la izquierda se va a Sant Bartomeu de la Quadra. Nosotros tomamos el camino de la derecha. Pasamos ahora al lado sombrío, aunque de vez en cuando el bosque despeja.
A nuestro alrededor revolotea una mariposa amarilla y anaranjada que no hay manera de que se detenga para poder hacerle una foto. Por fin se detiene en lo alto de un tallo, y la foto me sirve para saber que se trata de un macho de «aurora amarilla» (Anthocharis euphenoides).
Sobre el kilómetro 3,2 llegamos a un bonito prado que en mayo está cubierto de flores amarillas, y quizás alguna que otra amapola.
He leído en un sitio que a la derecha de este prado se llega a la Font dels Calvets. Hay que rodear el prado por su orilla derecha, en dirección a una torre de alta tensión, y unos 35 metros antes de llegar a ella, desviarse por un sendero escondido que baja por la derecha. Tras unos 40 metros de descenso por ese sendero se llega a la fuente. Yo no fui porque lo desconocía, pero si vas tú, haz una foto y ya me la enseñarás.
Nosotros no saldremos del camino y vamos a rodear el prado por su orilla izquierda, y seguido de éste encontramos otro prado contiguo, éste con flores amarillas y con flores blancas por un igual, y un solitario árbol en medio.
Por esta parte del camino podemos encontrar gente paseando recogiendo flores o simplemente disfrutando del lugar.
Tras superar este segundo prado, el camino toma un marcado carácter ascendente , y sobre el kilómetro 3,5 llegamos a un cruce. Tomamos el camino de la derecha. El camino sigue subiendo, pero ya más suavemente, y la vegetación se aclara, quedando el bosque a nuestra derecha y la maquia a nuestra izquierda. Me sorprende una pequeña higuera que en sus ramas presenta más higos que hojas.
A la hora de tomar una foto de un conjunto de elementos en que quieres destacar con el enfoque uno de ellos y tener desenfocados los demás, tienes que decidir cuál enfocar. Con el diafragma abierto al máximo, yo suelo enfocar el más próximo a mí, y elijo ése porque es el que se verá más grande y porque el desenfoque o el bokeh funcionan mejor para el fondo que para primerísimos planos. Y en cuanto al lugar de la foto donde situarlo, suelo basarme en los puntos de interés de la regla de los tercios, pero tampoco soy estricto en eso.
Casi sin darnos cuenta llegamos al punto más alto de este circuito en la mitad, en el kilómetro 3,8. A partir de ahí el camino abandona el poco bosque que nos acompañaba e inicia el descenso con vistas a la zona industrial del Baix Llobregat próxima a Molins de Rei.
Una vieja higuera al lado del camino marca el lugar donde hubo una construcción, quizás una casa o una cabaña. Apenas quedan cuatro piedras de la puerta.
Sobre el kilómetro 4 el camino describe una curva cerrada a la izquierda, y casi al final de la curva sale a la derecha un pequeño sendero que lleva hasta una especie de mirador pocos metros más adelante. Desde allí podemos ver unos pequeños campos de cultivo en el fondo del barranco, la mayoría de ellos abandonados.
Un poco más a la derecha, en espacio más abierto, vemos el polígono industrial Riera del Molí, detrás Pallejà y al fondo las montañas de la Serra de l’Ordal.
Y un poco más a la derecha, a lo lejos vemos asomar el macizo de Montserrat por detrás de las casas de una urbanización.
Regresamos al camino anterior y continuamos el descenso por el barranco, rodeando los campos que vimos desde el mirador. Esta parte del camino no tiene mucho interés. La casi ausencia de corrientes de aire en ese momento me permiten hacerle una foto a una flor de Lathyrus hirsutus sin que me salga movida.
Cerca ya de la riera de Vallvidrera cruzamos caminos que conducen a fincas privadas. Lógicamente no se te ocurra entrar.
Sobre el kilómetro 4,6, justo antes de que nuestro camino cruce la riera por un puente, nos aparece por la derecha un sendero por el que nos desviaremos, bordeando un campo de olivos perfectamente alineados.
La foto anterior no la he tomado desde el camino, sino dentro del mismo campo, entre las hileras de árboles. De vuelta en el camino, a través de los árboles vemos la masía de Can Revella (o Rabella). Data de entre los siglos XVI y XVII, y sobre la fachada que vemos destaca una mayólica de la Mare de Déu de Montserrat.
Cruzamos la riera sin dificultad por unas piedras. El entorno es sereno y relajante.
En el kilómetro 4,9 llegamos a un punto en que la espesa vegetación de ribera que cubre el camino obliga a los ciclistas a continuar pedaleando dentro de la misma riera. Si no te importa mojarte los pies puedes hacer como ellos.
Poco más adelante el sendero nos obliga a bajar a la riera, justo en el sitio donde debe estar la Font del Jan, y digo «debe estar» porque me he enterado de su existencia a posteriori y tiene que estar muy escondida porque no la vi. Por lo que sé se trata de un pequeño muro de ladrillo del que sale agua de un tubo de hierro galvanizado, todo rodeado de cañizares. La hayas visto o no, es el momento de bajar a la riera y seguir aguas arriba caminando por la orilla izquierda.
Caminamos unos 50 metros por la orilla de la riera, y subimos un poco hasta una pista ya algo más lejos de la riera. Al lado del camino hay un campo abandonado que en mayo está repleto de amapolas, mi debilidad, y además, desde el punto de vista donde nos encontramos, el sol está detrás y su luz atraviesa los pétalos rojos dándoles un color rojo fuego.
De nuevo, para conseguir este bokeh (bokeh es la palabra de origen japonés que da nombre a estos desenfoques de fondo tan difuminados y en que las luces presentan formas redondeadas) abro el diafragma al máximo, pongo el objetivo a la máxima distancia focal, y busco un fondo muy alejado e iluminado.
Seguimos por el camino, ahora en un entorno muy soleado y que permite que a los lados proliferen plantas a las que les gusta el sol, como la corretjola de serp (Convolvulus althaeoides), tal como se la conoce en catalán.
En el kilómetro 5,4 a nuestra izquierda nos encontramos con otro campo con amapolas separado del camino por un cercado de cañas.
Y como me encantan las amapolas, o mejor dicho fotografiar amapolas, me vuelvo a recrear con ellas.
A mitad de este campo nos aparece otro a la derecha, y al final de ambos encontramos en el camino un oratorio dedicado a San Wenceslao. Pero antes de centrarnos en este «monumento» nos salimos del camino hacia el final del campo de la derecha donde encontramos un viejo canal que lo cruza y que aún lleva agua. Es el acueducto de Can Planes. Sus aguas provienen del molino de Can Planes y servían para regar los campos que se encontraban por encima del nivel de la riera.
Hay quien dice que este es uno de los rincones más bonitos de Collserola. Sin duda vale la pena visitarlo y estar un rato disfrutando del sonido del agua, de los pájaros y del viento moviendo las copas de los árboles. Y más aún sabiendo que existe un proyecto aprobado de hacer aquí una vía rápida de dos carriles por sentido aprovechando el valle de la riera, cosa que no le encuentro el sentido porque ya hay 2 autopistas y una autovía cerca. Si este proyecto se lleva a cabo finalmente todo esto desaparecerá.
Bien, volvemos al oratorio de San Wenceslao. Un día de principios del siglo XX, el por aquel entonces propietario de la masía de Can Planes, Enric Llanés, venía en carro por este camino de recoger a sus hijas de la estación del tren. De repente se desató una violenta tormenta sin previo aviso. Mientras avanzaban por el camino luchando contra las inclemencias del tiempo iban invocando el dicho popular «Sant Marc, Santa Creu, Santa Bàrbara no ens deixeu» (San Marcos, Santa Cruz, Santa Bárbara no nos abandoneis). Llegaron sanos y salvos a casa, y convencidos de que fue por la protección divina, el señor Llanés erigió este oratorio cerca de la masía.
Y bien, sobre el kilómetro 5,8 llegamos a la masía de Can Planes.
En la parte izquierda del camino, antes de llegar a la masía, encontramos los campos de cultivo y la huerta. Las alcachofas empiezan a estar a punto.
Cerca de la casa hay un campo de almendros en que las amapolas dan el toque de color al suelo.
Can Planes es una finca de origen medieval. No sé cuál es su uso actual, parece una propiedad privada, pero está muy cuidada, tanto la casa como todo el entorno, y ofrece muchos rincones y detalles para fotografiar, como por ejemplo el antiguo molino que hay frente a la casa y que se movía con las aguas que se captaban en la presa del Salt de la Rierada que hemos visto al principio del circuito.
Poco más adelante, un olivo horrorizado nos indica el camino para bajar a las balsas donde se acumula el agua de la Font de Can Planes, que a su vez proviene del Salt de la Rierada.
Bajando por este camino llegamos a una curiosa balsa de forma triangular, y más allá hay otra balsa más pequeña, rectangular, y que recoge el agua de la fuente.
En esta balsa llegué a ver a lo lejos tortugas de agua tomando el sol, pero tienen una vista muy aguda y a la mínima que me acercaba para intentar hacer una buena toma se sumergían.
No voy a publicar aquí todas las fotos que hice en el entorno de Can Planes, pero si quieres verlas puedes hacerlo en la fotogalería.
Continuamos con nuestro itinerario. A la salida de lo que es la finca de Can Planes cruzamos la riera de Vallvidrera por un puente y seguidamente nos desviamos por el camino de la izquierda. Tras una curva a la derecha el camino cruza la riera por unas piedras. El rincón es muy tranquilo y se respira serenidad
Sobre el kilómetro 6,3 pasamos de largo un desvío a la izquierda y seguimos recto. Estamos ya cerca del Salt de La Rierada que hemos visto al principio del itinerario. Desde el punto en el que nos desviamos al principio para bajar a la cascada, seguimos por el mismo camino que recorrimos a la ida, hasta justo pasar la zona del Molí de Can Salat, donde los campos de amapolas en hileras. Allí tomamos un sendero que sale a la derecha y que baja hacia la riera. A los pocos metros pasamos por al lado de una caseta abandonada en medio de la maleza, y que me pregunto para qué serviría.
La maleza dificulta un poco el avance el algunos tramos del sendero. Llegamos a un rincón sombrío al lado mismo de la riera. Está tan oscuro que el ISO de la cámara me sube de 100 a 400. Sería un lugar agradable de no ser por los desperdicios que hay por la zona. Se nota que estamos cerca de la civilización, concretamente detrás de la explanada donde hemos aparcado el coche.
Proseguimos por el sendero y sobre el kilómetro 7,4 llegamos a la carretera por la que vinimos en coche antes de aparcar. Sólo tenemos que caminar por ella hacia la izquierda, girar la curva al final de la cuesta, y ya estamos en la explanada donde dejamos el coche.
La verdad es que este recorrido me sorprendió muy gratamente, tanto por la escasa dificultad como por la variedad de cosas para fotografiar y la bonanza del día en que lo hice. Si quieres ver todas las fotos, te recuerdo que las tienes en la fotogalería.
Cómo llegar a La Rierada
Previsión meteorológica
- Texto y fotos con licencia Creative Commons BY-NC-ND 4.0 International. Puedes compartir libremente si citas al autor, si no obtienes ningún beneficio económico, y si no realizas ninguna modificación. Y si además me lo dices, me harás muy feliz. 🙂
- Algunos de los datos los he obtenido de esta página de encos.cat, una interesante web con decenas de caminatas.
Fantástica y refrescante paseito con tanta agua cerca, son de las rutas q más me gustan!
😉
Exquisit foto reportatge. Conec bé la zona.
Moltes gràcies! Era la primera vegada que hi anava i em va agradar molt.
Menuda tirria le tienes a los ciclistas. En todos tus articulos de Collserola te quejas de los cicistas. Con respeto pueden convivir senderistas y ciclistas. Entiendo que es Parque Natural, pero muchos senderos aun siguen abiertos gracias a los ciclistas. Siempre tendran prioridad los senderistas. Pero el desprecio y mala leche (poniendo trampas) que tienen los senderistas de Collserola hacia los ciclistas, me parece aberrante.
Gracias por responder David, pero no hacía falta que repitieras el mismo comentario en todos los posts donde menciono ciclistas. Como te he comentado en la respuesta a tu otro comentario, yo también fui ciclista, de carretera y de montaña, y por tanto no les/nos tengo tirria, sino que sólo aviso a los senderistas que extremen la precaución y no hagan paradas bruscas y novimientos inesperados, ni se pongan en cuclillas a fotografiar una florecilla o un animal pequeño en un lugar donde un ciclista no los pueda esquivar a tiempo.
Maravilloso artículo
Gracias
Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado el post. Y opino lo mismo que tú, que los senderistas somos los ciclistas como los ciclistas a los automovilistas. Los caminos y las carreteras son de todos, y los más rápidos y fuertes tienen que tener respeto a los lentos y débiles. Del mismo modo que un ciclista que va a 20 km/h (o 30 en el mejor de los casos) por la carretera no ve ni oye los vehículos que se le acercan por detrás a mucha más velocidad, los que vamos a pie a 4 km/h tampoco vemos ni oímos las «silenciosas» bicicletas que nos pasan rozando a 30 o más.
Por cierto, me uno a la crítica a la mala educación, falta de respeto e irresponsabilidad de muchos ciclistas (no de todos, afortunadamente).
Un ciclista que no es extremadamente cuidadoso es para un caminante lo que para un ciclista es un coche que circula a su lado sin extremo cariño y respeto. Y muchas veces cuando usamos la bici, o el coche, nos olvidamos de nuestro impacto sobre quien en ese momento son más débiles. Debemos extremar el cuidado cuando usamos vehículos y pasar despacio y a bastante distancia de peatones y ciclistas. Es un corte de rollo grande tener que ir mucho más despacio, y muchas veces nos cuesta darnos cuenta y tenerlo presente, pero la causa merece un esfuerzo por cambiar de hábitos. Debemos recordárnoslo y recordárselo a conductores y ciclistas, con amabilidad, una y otra (y otra vez). Pues es un cambio positivo y estamos muy muy muy lejos del comportamiento más deseable.
Muy chula la excursión. Hicimos la ruta en otoño (antes de que no pudiéramos movernos entre comarcas) y la he plasmado en mi blog. ¡Mil gracias!