No muy lejos de Rupit y de Tavertet, en la comarca barcelonesa de Osona, hay un pequeño núcleo de población que depende del municipio de l’Esquirol (antes llamado Santa Maria de Corcó). Se trata de Cantonigròs. Cerca de allí la Riera de les Gorgues ha ido excavando un barranco durante miles de años, y en uno de los meandros ha configurado un rincón donde el agua, la roca y la luz crean un ambiente mágico donde no es de extrañar que el imaginario popular haya dado lugar a cuentos y leyendas. El rincón es La Foradada de Cantonigròs.
Hace muchos años, tantos que la gente no sabe decir cuántos, corría la voz de que en la poza de La Foradada vivían unas hadas de agua. Estas hadas habitaban en las profundidades de las aguas, donde tenían su reino. En las noches de luna llena salían a la superficie para sentir en su piel la suavidad del aire y tomar los rayos de luna. Durante esos momentos que estaban fuera del agua aprovechaban para peinar sus largos y sedosos cabellos, al tiempo que se deleitaban cantando unas dulces y melodiosas tonadas. Pronto la gente del pueblo empezó a hablar de la gran belleza de estas hadas, pero también del peligro que su mirada podía suponer: decían que si te miraba una hada te convertías en piedra al instante.
En una masía que hay por los alrededores vivía una familia que tenía dos hijos. Eran altos, fuertes y de buen ver. Trabajaban todo el día en el bosque cortando leña, y muy a menudo pasaban por los bosques próximos a La Foradada. Por eso algunas noches, volviendo a casa, habían oído los tentadores cantos de las hadas de agua. Una noche que estaban ambos mozos contemplando la luna llena en la puerta de su casa comenzaron a oir los cantos de las hadas, más hechizados que nunca, y al no poderse resistir decidieron ir, a escondidas, para averiguar hasta qué punto eran de bellas estas hadas. En silencio absoluto y al resguardo de la espesa vegetación, empezaron a bajar el sendero que lleva al lago. Cuando llegaron abajo se escondieron detrás de unos sauces y quedaron boquiabiertos cuando vieron la maravilla que tenían ante sí. Hadas de cabello rubio, pelirrojas, morenas, de ojos negros, verdes y otros azules, todas saltando por encima del agua iban cantando sus mágicas melodías. Pero había una que destacaba en belleza y tan absortos estaban ellos en su contemplación que no se dieron cuenta que la insistencia de sus miradas llamó la atención del hada, y cuando ésta los miró, se convirtieron en piedras, uno al lado del otro. Cuando al día siguiente las gentes descubrieron las dos rocas al pie del lago y al saber que los dos chicos de Cantonigròs habían desaparecido, todo el mundo estuvo de acuerdo en que se habían convertido en piedras por el hechizo de las hadas de agua. Y desde entonces nadie más ha tenido la osadía de bajar a La Foradada las noches de luna llena.
Esto es lo que cuenta la leyenda de «Las hadas de agua de La Foradada«, así que en principio no hay ningún peligro de que nadie nos convierta en piedras si bajamos a La Foradada, aunque recomiendo hacerlo de día.
A la Foradada de Cantonigròs se puede ir desde el mismo Cantonigròs. Al lado del campo de fútbol sale el sendero que lleva a este mágico lugar en apenas 20 o 25 minutos. Pero nosotros lo vamos a hacer en un itinerario más largo y a la vez más interesante saliendo y acabando en el mismo pueblo de l’Esquirol. Se trata de un recorrido circular de poco más de 8km que va de l’Esquirol a Cantonigròs por el antiguo camino de Vic a Olot, luego baja a La Foradada por el sendero del campo de fútbol y regresa a l’Esquirol por el bosque de la Comellassa y el Pla del Campàs. El itinerario tiene poca dificultad y se puede hacer con niños, aunque hay que tener en cuenta que los primeros 3km son todos de subida hasta Cantonigròs, aunque suave, y que el camino que baja a la Foradada y que a la vuelta hay que subir un trozo, la pendiente es mayor, aunque nos podemos apoyar en unos pasamanos de madera. Luego desde allí hasta l’Esquirol es llano o más bien bajada. Obviamente hay que equiparse con agua, calzado adecuado para senderismo y con algo de ropa de abrigo, ya que la mitad del camino se hace a la sombra y puede hacer frío. De hecho las fotos de este reportaje son de enero del 2017 y en ellas comprobarás que en invierno hace bastante frío. Para la cámara es conveniente llevarse trípode y filtros de densidad neutra (ND) para fotografiar la cascada de La Foradada.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
El itinerario empieza saliendo de l’Esquirol por la carretera que va a Tavertet, la BV-5207. A 1,1km del desvío y cuando parece que hemos salido de l’Esquirol llegamos al final del Carrer del Pont (Calle del Puente) en lo alto de una curva a la izquierda. Allí mismo, a la derecha de la carretera, hay unos contenedores de recogida de basuras y algo de espacio para aparcar el coche. Esta calle corresponde al antiguo trazado del Camí Ral (Camino Real) de Vic a Olot, y al principio de la calle, más abajo, cruza la Riera de les Gorgues por el Pont del Raval o Pont de la Gorga, de época medieval. Si no hay sitio para aparcar se puede probar calle abajo. Empezamos nuestra caminata calle arriba cruzando la carretera (está señalizado).
Tras pasar la última casa el camino gira a la izquierda y sigue subiendo. Ha hecho bastante frío durante la noche y la vegetación del camino está cubierta de escarcha.
El Camí Ral de Vic a Olot es una antigua vía medieval que unía estas dos poblaciones atravesando la Serralada Transversal (Sierra Transversal) a los largo de unos 44km con gran desnivel. Desde el año 2007 un grupo heterogéneo formado por geólogos, excursionistas y amantes del territorio lo están recuperando. En este primer tramo de nuestro recorrido asciende suavemente hasta el Puigsespedres sobre un suelo rocoso. El camino es amplio.
Hay bastante escarcha sobre la roca.
Atrás queda ya l’Esquirol, más abajo que nosotros. En el centro de la image y a lo lejos, el inconfundible Pedraforca.
Cuando llevamos 400 metros recorridos llegamos al Dolmen de Puigsespedres. Está a la derecha del camino, en una pequeña elevación y casi oculto entre árboles. Hay un pequeño poste de madera que lo indica.
Regresamos al camino, que aunque no tiene pérdida está bien marcado hacia dónde ir, hacia arriba.
El camino parece estar pavimentado con grandes losas de piedra, pero en realidad la piedra es la original que hay allí, nadie la ha dispuesto así.
Hay señales de todo tipo, y no las homologadas de senderismo.
Cuando pasamos a la altura del Puigsespedres, de 765,6m de altitud y que queda a nuestra izquierda, parece que se acaba la piedra original y que se ha completado el camino con losas traídas de otra parte.
He leído que este camino se acondicionó para llevar madera a las atarazanas reales de Barcelona para la construcción de barcos de guerra para Alfonso el Magnánimo, a principios del siglo XV. Me imagino el traqueteo de los carros cargados de madera pasando por este camino de piedra. El camino sigue subiendo poco a poco, ahora de nuevo sobre la piedra original de este terreno.
Este parte del camino está más expuesta al viento y al sol y ya no queda escarcha. Al trazar una ligera curva a la derecha el camino volvemos a ver hacia atrás el pueblo de l’Esquirol y el llano de Torelló y Manlleu cubierto por la fría bruma mañanera. Al fondo las sierras del Berguedà.
Desde allí también hay una buena vista del Bellmunt.
A poco más de 800 metros del dolmen de Puigsespedres llegamos a una bifurcación señalizada por un poste. De hecho es un desvío para BTT, ya que el sendero se estrecha un poco más adelante y no es muy ancho para bicicletas y personas a la vez. De todos modos ambos caminos vuelven a reunirse 400 metros más adelante. Nosotros seguimos recto.
Por esta parte del camino vuelve a haber rincones más resguardados del viento y del sol y la escarcha vuelve a aparecer en la vegetación de las orillas del camino, sobre todo en la derecha. Son curiosas las formas de los cristales de hielo en los contornos de las hojas.
Donde no da la luz del sol también se mantiene la escarcha sobre la piedra del camino.
La poca luz del sol que se cuela entre las ramas de los árboles y arbustos y llega al suelo helado provoca unos destellos muy llamativos en el suelo que sólo se pueden ver y fotografiar desde el ángulo adecuado.
Llegando al Pla de Balà, un petirrojo nos observa manteniendo las distancias.
En este lugar hay charcos que se han helado durante la noche, o igual llevan varios días helados, así que hay que vigilar dónde se pone el pie no nos vayamos a resbalar. Las texturas del hielo son motivo de más fotografías.
En el kilómetro 1,9 del itinerario desde l’Esquirol llegamos a una bifurcación. Hacia la izquierda hay un camino y una caseta, y recto hay una llamativa X pintada de rosa en el suelo y sobre un mojón de piedras que parece querer decir que por ahí no se tiene que seguir.
De hecho sigamos por donde sigamos iremos a parar al mismo sitio. Yo opté por hacer caso a la X y seguí por el camino de la izquierda de la caseta, que parecía más transitado, y que de hecho es la continuación del Camí Ral de Vic a Olot. En el suelo se aprecian roderas, señal de que pasan vehículos por esta parte del camino, al menos hasta la altura de la caseta del desvío. Más arriba también tiene que haber alguna fuente de agua, ya que baja un pequeño reguero de agua por uno de los lados. La superficie del reguero se ha helado durantela noche y ahora se está deshaciendo gota a gota.
En otros rincones a la sombra el hielo aguanta más y el agua fluye por debajo.
Hay que tener mucho cuidado de no pisar donde haya hielo.
Cada charco helado resulta diferente por las diferentes formas que presenta el hielo de su superficie.
Se oyen unos ladridos de perro que se intensifican a medida que nos acercamos a una casa en la orilla del camino.
Y llegamos a las afueras de Cantonigròs, a un barrio en el Pla de Balà con amplias calles rectas y asfaltadas, con grandes casas con piscinas, pistas de tenis, setos de cipreses perfectamente podados, y caballos con gabardina.
Seguimos por la calle que continúa de nuestro camino. Cuando llevamos casi 200 metros a nuestra izquierda sale un camino y en él hay una señal que nos dice que a La Foradada no se va por ahí. Posiblemente han tenido que «rescatar» a más de uno que ha ido guiado sólo por el GPS. Nosotros le hacemos caso y seguimos por la misma calle.
Poco más adelante, una alambrada donde se han enredado ramas de clemátide (Clematis vitalba) me sugiere hacer una foto con diafragma muy abierto (poca profundidad de campo) y enfocando la alambrada para desenfocar el fondo, donde se adivinan las cumbres nevadas de los Pirineos.
Llegamos a un cruce con una calle en lo que ya es el pueblo de Cantonigròs. Es el principio del Carrer Major. El contraluz del sol a través de las espigas de una planta de plumero (Cortaderia selloana) capta mi atención y hago esta foto.
Seguimos por el Carrer Major. La luz mañanera del invierno, cuando cae de forma oblicua ayuda a realzar las texturas de la piedra en las casas viejas de pueblo.
Pasamos junto a una gran casa con los balcones llenos de flores, aunque sea invierno. Es el Hostal Cabrerès. Allí continuamos por la calle que sale a la izquierda. Seguimos recto por esa calle que nos aleja del centro del pueblo, y a unos 180 metros del hostal, en el punto más alto de nuestro recorrido, giramos por una calle a la izquierda, concretamente al Camí de la Foradada. Está muy indicado. Al final de la calle llegamos al campo de fútbol y nosotros seguimos recto por un camino que lleva al aparcamiento que está detrás del campo de fútbol. Pasamos de largo el aparcamiento, que dejamos a nuestra derecha, y seguimos por el camino que continúa a partir de ahí. Aquí empieza la ruta para los que vienen directamente a La Foradada de Cantonigròs.
El camino, de características similares al Cami Ral de Vic a Olot pero más estrecho, va descendiendo poco a poco entre vegetación no muy espesa.
Estamos siguiendo dos senderos que comparten trazado, el GR-151 con las típicas marcas en blanco y rojo de un GR y el de La Foradada con marcas amarillas.
A unos 400 metros del aparcamiento del campo de fútbol llegamos a un camino con una gran X pintada en rojo en un árbol.
Esta indicación nos dice que el GR-151 ya no sigue por allí sino por un estrecho sendero a nuestra izquierda indicado con un mojón de piedras.
Yo tomé el desvío a la izquierda, pero en realidad se puede seguir recto porque ambos caminos van a parar al mismo sitio, aunque recto la bajada es algo más complicada por la pendiente y por lo accidentado del suelo. La siguiente foto muestra cómo es el camino recto al alcanzar el GR-151.
Y así es como baja el camino a partir de ese punto.
En este tramo del camino la bajada es bastante pronunciada y por eso traza varias curvas cerradas. Aquí una foto desde una de ellas.
A 800 metros del aparcamiento del campo de fútbol de Cantonigròs llegamos a un cruce bien señalizado que nos indica que para ir la La Foradada hay que bajar por la derecha. La siguiente foto está tomada desde el otro lado, como viniendo desde l’Esquirol, así que el camino por el que hemos venido es el que viene de arriba y el que baja a La Foradada es el de la izquierda.
A partir de aquí el camino es algo más complicado ya que hay mucha bajada, el suelo es muy rocoso e irregular y el sendero es muy estrecho para el tráfico que puede haber en la zona. Afortunadamente no son ni 300 metros (aunque unos 60 de desnivel) y hay un pasamanos de madera en casi todo el tramo para darnos apoyo y seguridad. Aquí una foto de cómo es el primer tramo de esta parte del camino, aunque no es muy demostrativa.
Y por fin llegamos al Gorg de La Foradada. Tienen razón las leyendas que otorgan al lugar un carácter mágico, aunque en parte la magia se rompe por la gente que podemos encontrar allí. A pesar de ser un día de pleno invierno había varios visitantes que salían en un lugar u otro de las fotografías.
La verdad es que el que salgan personas en la foto ayuda a dar dimensión a lo que hemos fotografiado. Hasta entonces yo sólo había visto fotos de este lugar, fotos en las que no salía nadie, y me imaginaba que tanto el salto de agua como el agujero de La Foradada eran más pequeños. Cuando llegamos, a nuestra derecha está la Font de La Foradada, que pasa desapercibida ya que lo demás nos deja boquiabiertos. En invierno y si hace frío hay que caminar con mucho cuidado por aquí por la presencia de hielo.
Normalmente no suele bajar mucha agua por el salto. Afortunadamente cuando estuve parte del agua de la cascada estaba helada, lo que la hacía algo más vistosa que en otras épocas del año en que caen unos chorrillos de agua.
Con trípode y filtro de densidad neutra podemos disparar con baja velocidad de obturación y así conseguir dos cosas: que resalte más la cascada (habrá caído más agua durante el tiempo de exposición), y que «desaparezca» la gente (si se mueve lo suficiente durante el tiempo de exposición). Pero como yo no llevaba trípode ni filtro de densidad neutra, tuve que intentarlo a pulso con mi habitual disparo múltiple a baja velocidad.
Hay determinados momentos del año en que la luz del sol se cuela por el agujero de La Foradada y si se dan las condiciones adecuadas de humedad y temperatura, los haces de luz se proyectan sobre la poza dando lugar a imágenes espectaculares. Cuando fui no se dio el caso.
Como había mucha gente por la zona decidí subir al agujero de La Foradada para dar tiempo a la gente a marchar de allí. Hay dos maneras de subir, directamente desde allí pero con cuidado de no caer al agua, o dando la vuelta por detrás de la roca. En ambos casos hay que cruzar la riera, lo que no es difícil. Ya en la otra orilla opté por rodear la roca por el sendero que sale hacia la izquierda. Este sendero va siguiendo el meandro de la riera de les Gorgues, y tras una pequeña subida nos sitúa al otro lado del agujero de La Foradada (realmente el nombre de La Foradada corresponde a la roca, La Agujereada, no al salto ni a la poza). Se puede continuar por el camino hacia la parte superior del salto y a lo que queda del molino. Nosotros nos quedamos aquí y nos asomamos por el agujero.
Y en el tiempo que hemos tardado en llegar aquí es verdad que mucha de la gente que había antes se ha ido, pero también ha llegado un nutrido grupo de fotógrafos con todo su equipo, buscando cada uno de ellos el mejor lugar para obtener una buena foto.
Me concentro en la cascada, donde no hay nadie, e intento un par de fotos a la más baja velocidad que puedo a pulso.
Como no ha nada más que ver aquí, regresamos a la poza por el mismo camino por el que hemos venido. Antes de cruzar la riera al llegar me fijo en una grieta vertical en la roca de La Foradada.
Abajo ya están cogidos los mejores sitios para fotografiar la cascada, el agujero y la luz ahora que no hay nadie que salga en la foto. Bueno, no sale nadie porque me pongo encima del fotógrafo más adelantado que estaba agachado mirando por el visor de su cámara montada en un trípode. Por eso no pillo entera la luz del agujero sobre el agua helada de la poza. Eso sí, pillo un tenue haz de luz partido por la sombra del tronco de un árbol a través del agujero.
Y por último una foto de la roca de La Foradada, donde se ve la grieta de antes.
Volvemos al GR-151 por el empinado y estrecho camino por el que bajamos antes. La verdad es que esperaba que sería más duro, pero cuando te has dado cuenta ya has llegado arriba. Una vez en el cruce seguimos a la derecha en dirección a l’Esquirol. Desde allí arriba tenemos esta vista de La Foradada.
El camino de vuelta a l’Esquirol va paralelo a la Riera de les Gorgues por la cara umbría del barranco. Por aquí abundan los rincones húmedos y sombríos que en invierno es fácil que se hielen o se cubran de escarcha. El primer torrente que cruzamos, que va a parar a La Foradada, nos ofrece este aspecto.
El rincón es tan oscuro que si te fijas la cámara ha elegido una velocidad de 1/20″ con ISO de 1600, al límite del pulso. Como me llaman la atención esos carámbanos intento dos fotos más cerca y a nivel del suelo.
Proseguimos la marcha. La temperatura en esta zona está en torno a los 3ºC y las hojas del suelo presentan escarcha. Aquí una foto de un grupo de éstas con diferentes formas y tonalidades de color.
El camino hasta l’Esquirol es todo bajada desde el cruce con el sendero de La Foradada, así que aparte del frío, resulta muy placentero, casi un paseo. A los 400 metros del cruce encontramos una visible señal del GR-151 sobre una gran roca.
Unos 300 metros más adelante los árboles nos permiten esta vista del estrecho valle de la Riera de les Gorgues.
Más adelante, en una pared de roca, encontramos más señales de senderos, la blanca y roja que ya conocemos del GR-151, una flecha amarilla que nos indica hacia dónde está La Foradada, y una nueva blanca y verde, de sendero local, que no sé de dónde sale porque no recuerdo haberme cruzado con otro sendero.
A medida que avanza la mañana el cielo va adquiriendo un azul más intenso y la nubosidad parece querer deshacerse.
Ahora sí llegamos a un punto donde se nos incorpora un sendero por la izquierda, y tras una curva cerrada también a la izquierda nos da el sol de cara.
De vez en cuando vemos pajarillos saltando y revoloteando delante nuestro por el camino. Aquí, en el margen derecho del camino, un petirrojo aparece camuflado como una piedra del camino. ¿Lo puedes ver?
Se oyen cencerros lejanos. Levantando la vista con la ayuda del teleobjetivo podemos ver unas vacas que pertenecen a la masía de La Matavera, que recibe el nombre de la sierra donde se encuentra (o quizás ella se lo da a la sierra).
A unos 2,1 km desde La Foradada llegamos al barranco de La Comellassa, en un rincón sombrío, húmedo y frío donde la escarcha parece nieve.
Por el barranco baja un arroyo que cruza el camino por debajo y va a parar a la Riera de les Gorgues. La superficie del arroyo está helada y el agua fluye por debajo de esta capa de hielo, aunque en algunos puntos aflora al exterior. Y en uno de esos puntos se posa un petirrojo. Me acerco con sigilo, pero yo sé que me ha visto.
Parece que mire el agua para meterse en ella, porque para pescar lo dudo mucho. Y yo me pregunto si con lo fría que debe estar el agua va a ser capaz de meterse. ¡Y tanto que fue capaz! ¡Y menudo baño que se pegó!
Las hojas del suelo también están heladas.
Un efecto curioso de los arroyos helados es que cuando el agua que fluye por debajo no toca el hielo y sólo lo hace cuando se ondula hacia arriba por efecto de la corriente, aparecen bajo el hielo unas formas oscuras que parecen deslizarse hacia abajo o hacia arriba como serpientes. Lástima que en las fotos no se aprecie el movimiento, pero las manchas oscuras alargadas que se ven junto a la orilla se movían como culebrillas.
Y también es curiosa la textura del hielo en los lugares donde deja ver el agua que pasa por debajo. Parece un tejido de cristales.
Unos 300 metros más adelante de La Comellassa llegamos al camino que lleva a la Font de les Fontiques, a nuestra derecha.
Nos acercamos a esta fuente, que está pocos metros más abajo por ese camino.
El agua sale de una roca y no es potable, pero el chorro es tan corto que tampoco es fácil beber o coger agua.
De vuelta al GR-151, pocos metros más adelante llegamos a un ensanchamiento del camino que aparece cubierto de escarcha como si fuera nieve, al igual que cuando pasamos por La Comellassa. La verdad es que la foto transmite frío.
Volvemos a ver Bellmunt y el santuario a lo lejos, ahora con una luz y una textura del cielo algo diferentes.
En un punto del GR-151 aparece un pasamanos de madera que no parece que tenga que protegernos de ningún peligro. Aquí una foto mirando hacia atrás.
Te estarás preguntado por qué hago tantas fotos en el sentido contrario de la marcha, y eso es porque no siempre tenemos la luz adecuada para una buena foto si miramos hacia adelante, ni tampoco siempre se puede hacer una buena composición de la fotografía en el sentido de la marcha, bien porque aparezcan elementos que estropeen o distraigan al observador.
A unos 350 metros de Les Fontiques llegamos a un extenso claro rocoso. Si no me equivoso se trata de un lugar llamado el Salt del Frare (Salto del Fraile). Por detrás destaca la cima del Puigsaguàrdia de 819m. y detrás suyo el Bellmunt de 1248m.
El camino traza en este lugar una curva a la izquierda, y tras cruzar por un paso canadiense, abandonamos el bosque y nos dirigimos hacia el Campàs, con l’Esquirol al fondo.
El camino parece cubierto de nieve, pero en realidad es escarcha, acumulada capa sobre capa noche tras noche. La verdad es que hacía bastante frío en ese tramo del camino, puede que más que por donde habíamos caminado cubiertos de árboles.
El camino pasa entre dos grandes campos (igual de ahí le viene el nombre de Campàs, «campazo«, a esta propiedad). Al llegar a un cruce, una señal indica el camino a Fontiques y a La Foradada para quien decir ir por aquí. La foto de nuevo está tomada en el sentido contrario a nuestra marcha, pero es que no tenía sentido de otra manera.
Volviendo a nuestro sentido de la marcha, recto está el camino que lleva a la masía, y a la izquierda el camino que nos lleva a l’Esquirol.
Este bonito cercado blanco encierra un no menos bonito jardín privado de abetos.
Tras cruzar otro paso canadiense, el camino desemboca en la carretera de l’Esquirol a Tavertet poco antes de la curva donde dejamos aparcado el coche. Aquí el camino visto desde la carretera.
Ahora sólo queda seguir recto por la carretera unos pocos metros hasta llegar al Camí Ral de Vic a Olot, donde dejamos el coche aparcado, y dar así por finalizado este circuito.
Espero que te haya parecido interesante esta propuesta y que vayas a conocer estos lugares por tí mismo. Estoy convencido de que no te defraudaràn.
Cómo llegar a La Foradada de Cantonigrós
Previsión meteorológica
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