La Sierra de Urbasa es una meseta montañosa al noroeste de Navarra. Está orientada de este a oeste y se eleva frente al valle de Sakana (o La Barranca) como un abrupto muro de entre 500 y 600 metros de altura respecto al fondo del valle. Esta particular orografía hace que el aire húmedo del Cantábrico se estrelle literalmente contra Urbasa y ascienda rápidamente provocando que esa alta humedad condense en la parte superior de este sierra y cause frecuentes lluvias y nieblas muy persistentes. Si a esto le unimos que el suelo de esta sierra es principalmente calizo, a lo largo del tiempo el agua de la lluvia disuelve la roca formando cavidades, dolinas, simas y cañones. A esto se le llama un relieve kárstico. Estas condiciones son óptimas para el desarrollo de bosques caducifolios como el hayedo. La combinación de todos estos factores confiere al bosque de Urbasa un aire místico, como un conjunto escultórico dentro de un bosque envuelto en niebla y cubierto por musgo y helechos, y por eso se le conoce como Bosque Encantado de Urbasa. El mismo nombre de Urbasa en euskera significa «bosque húmedo«.
El circuito que propongo aquí para conocer el Bosque Encantado de Urbasa es un itinerario circular de unos 7 km, que en lugar de ir directamente al bosque pasa primero por la crestera del Tontorraundi con unas vistas magníficas sobre el valle de Sakana. No es difícil pero al principio hay una cuesta bastante pronunciada, y además el paso por la crestera puede suponer alguna dificultad para las personas con miedo a las alturas, aunque yo lo tengo y lo superé, con resbalón incluído. Por eso lo he calificado de dificultad moderada. Hay que ir equipado con calzado de senderismo y algo de ropa de abrigo o chubasquero por si hace frío o llueve. En la crestera suele soplar fuerte el viento húmedo. Aparte del agua, que nunca debe faltar, también es muy recomendable llevar GPS para seguir este track, ya que el bosque es extenso y es fácil perder la orientación cuando nos movemos entre tantas rocas de sugerentes formas.
No es un circuito adecuado para ir con niños pequeños por tres motivos: la fuerte cuesta del principio, el paso por la crestera, y la facilidad de perderse en el bosque encantado. En cuanto a la época del año, el Bosque Encantado de Urbasa hay que visitarlo desde primavera hasta otoño. Yo lo visité el otoño del 2016, pero allí las inclemencias del tiempo son bastante duras y a la que hace un poco de frío y de viento las hojas de las hayas de las parte más alta desaparecen en cuestión de días y los árboles adquieren pronto aspecto invernal.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
El recorrido empieza en el Centro de Información del Parque Natural de Urbada-Andía, justo después de las curvas de subida viniendo desde el norte, de Olazagutía o de Alsasua, por la carretera NA-718, la Carretera de Urbasa. Pasada la caseta del centro de información hay una pequeña explanada a la izquierda donde dejar el coche. Desde ahí empezamos a caminar hacia el este por un sendero que va paralelo a la carretera y que sale de la misma explanada. Con la hierba pude costar un poco ver por dónde va el sendero.
A medida que nos alejamos de la carretera (y de la hierba) el sendero se hace más visible a la par que encontramos unos pequeños postes de madera con marcas en verde y en rojo porque este tramo inicial lo comparten el sendero verde (Senda de los Montañeros) y el rojo (Senda de los Pastores).
Para estar a mediados de noviembre aquí las hayas ya han perdido la mayor parte de las hojas.
El sendero desemboca en un camino adaptado que sale desde otro aparcamiento. Se trata del llamado camino de Gazbidea o camino de las vagonetas porque fue usado por los carboneros para transportar el carbón que se obtenía de estos bosques. De hecho ahí mismo hay un pequeño tramo de vía a modo de monumento. Ahora es un pequeño circuito especial para niños pequeños y personas con algunas discapacidad. A lo largo del camino hay bancos para sentarse y varios puntos informativos. A unos 200 metros de aquí pasamos junto a una majada pastoril, una instalación donde se refugiaban los pastores transhumantes y sus rebaños.
Poco más adelante de la majada, el camino adaptado da un giro a la derecha pero nosotros seguimos por un sendero que sigue recto y se adentra en el bosque. A los pocos metros encontramos un conjunto rocoso cubierto de musgo y presidido por una vieja haya de ramas muy retorcidas.
Esto es sólo un pequeño adelanto de los que nos espera en el Bosque Encantado de Urbasa. La forma dramática de esta haya con sus raices rodeando, casi abrazando la roca, y los colores del musgo y de la hojarasca inspiran a hacer fotos de los detalles.
La siguiente foto es un plano corto del parte superior de la roca y el tronco del haya. He usado el modo HDR de la cámara para mejorar los tonos por las diferencias de luz para hacer esta foto. En este modo HDR (High Dynamic Range) la cámara hace tres disparos con diferentes velocidades de obturación para captar los detalles de las zonas más oscuras y de las más iluminadas, y luego combina las 3 fotos para mostrar lo mejor de cada una.
Y aquí un plano contrapicado desde un hueco de la roca.
Por la parte de atrás la luz parece diferente cuando fotografías a diferentes distancias focales.
Desde allí enlazamos con el sendero que sube hacia el Paso de Altsasu. Sólo tenemos que buscar y seguir las marcas azules en los árboles. Las hayas han perdido gran parte de su follaje. Supongo que en verano es imposible ver el cielo.
El suelo del hayedo se ve muy seco como para encontrar setas. Curiosamente encuentro un grupo de ellas en lo alto del tronco de un haya, a notable altura desde el suelo.
El sendero sube bastante. De vez en cuando paramos a descansar un minuto mientras miramos hacia abajo para ver lo que hemos ascendido. Seguimos las marcas azules en los árboles, aunque algunos tienen marcas de más colores.
Cuando llevamos casi 400 metros de este sendero (y 80 de desnivel positivo) llegamos a una alambrada de espino. En la alambrada veo una oruga de Calliteara pudibunda. Está inmóvil, pero en cuanto la molesto un poco con una ramita encorva la parte anterior mostrando el negro que se esconde bajo los pelos amarillos que la recubren.
Cruzamos la alambrada por una especie de paso canadiense elevado.
Aquí el paso y el bosque vistos desde un poco más arriba.
Seguimos subiendo. A ratos perdemos la pista del sendero ya que tampoco es muy frecuentado, pero sólo tenemos que pararnos en busca de las marcas azules.
A medida que subimos vamos encontrando más troncos de árboles caídos en el suelo del bosque. Estos troncos sirven de base (y alimento) para una gran variedad de hongos de diferentes formas, texturas y colores.
A medida que ganamos altura los árboles están más desnudos, el cielo más blanco y el aire más cargado de humedad.
La cuesta se va haciendo más suave a medida que nos acercamos al Paso de Altsasu. Aquí mirando hacia atrás en otro descanso para tomar aire.
Y 700 metros después de la alambrada (y unos 70 de desnivel positivo) llegamos al Paso de Altsasu. Desde allí tenemos una magnífica vista del pueblo de Altsasu, y el sendero que baja hasta él.
Nosotros seguimos hacia la derecha. Encima nuestro se acumula la humedad del aire que asciende brúscamente por el muro de Urbasa. Por la forma de los árboles se nota que esta zona está muy castigada por el viento. De hecho ahora sopla con fuerza, y con la alta humedad y lo acalorados que estamos de subir por el bosque, la sensación de frío es bastante acusada.
Empezamos a caminar por la crestera del Tontorraundi sin dejar de parar de vez en cuanto a disfrutar de las vistas.
Desde allí y hacia la izquierda vemos el País Vasco, con el Aitzandia (1.083 m) sobre la pared de roca de las Peñas de Egino, el Umandia (1.224 m) tocando las nubes, y el Aratz (1.445 m) totalmente oculto bajo esas mismas nubes. Abajo a la derecha la cementera de Olazti/Olazagutía.
El sendero sigue por lo alto de la crestera.
Una mirada hacia atrás.
Nos acercamos a una roca que parece un lagarto.
Y pasamos al lado de la roca. Desde este ángulo ya no parece un lagarto.
Si perdemos el rastro del sendero tenemos que seguir buscando marcas azules.
Y divisamos la cruz del Bargagain, a 1.156 metros de altitud, considerado el punto más alto de Urbasa.
El sendero sube por la roca hasta la cruz, con unas vistas de vértigo. Solo hay que seguir las marcas en blanco y amarillo.
Aquí una mirada hacia atrás desde la base de la roca. Las nubes bajas que se acumulan sobre Urbasa no dejan ver muy lejos.
Como yo no soy muy amigo de las alturas prefiero pasar por detrás de la roca.
A partir de aquí es muy fácil perder el rastro del sendero. Avanzamos por intuición hasta llegar a un collado por el que vemos un sendero que viene del otro lado de la roca.
Nos acercamos a ese camino y comprobamos que es el que viene de la Cruz de Bargagain. Vamos bien.
A partir de aquí seguimos por ese camino hacia la derecha. El camino pasa a la ladera norte de Urbasa, una zona muy húmeda y por la que hay que caminar con mucho cuidado de no resbalar, ya que la pendiente hacia el valle es muy pronunciada. De hecho yo resbalé una vez.
Si perdemos el rastro aquí tenemos que seguir las marcas amarillas, generalmente en los árboles o en las rocas que se elevan a nuestra derecha. Aquí una mirada hacia atrás del camino.
Tras caminar unos 400 metros por este delicado tramo vemos un paso entre las rocas arriba a la derecha. El sendero sigue recto pero nosotros subimos hacia ese paso. Sin darnos cuenta hemos llegado al Bosque Encantado de Urbasa.
Desde allí tenemos esta vista del lugar del que hemos venido.
Tal como estamos mirando, a la izquierda se accede a una pequeña cueva, y pasada esta cueva vemos un sector de tupido bosque húmedo cubierto de musgo y líquenes.
Desde allí miramos al norte. Ya no se ve el valle.
Volvemos a la entrada al Bosque Encantado de Urbasa y empezamos a bajar hacia la derecha. No hay sendero marcado, así que vamos bajando por intuición.
Caminamos como podemos entre las rocas y los troncos caídos. Todo está cubierto de hojas y musgo, mucho musgo.
Pasamos por entre grandes bloques de roca, algunos con huecos en su interior a través de los cuales vemos lo que hay al ottro lado.
Dejamos atrás esta zona de rocas grandes. El frío y la soledad del lugar causa estremecimientos. Y menos mal que hoy no hay niebla.
El manto de musgo y helechos sobre las rocas es tan compacto que no se ve ni la roca de debajo.
Volvemos a pasar entre unas rocas enormes. Algunas tienen pequeñas cuevas que pueden servir de madriguera para animales.
Y en otros casos vemos a través de los huecos.
El musgo se ve particularmente bonito cuando lo miramos casi a contraluz, de manera que la luz del sol hace brillar los contornos de las rocas y los troncos cubiertos por el musgo.
Y también brilla cuando le da la luz del sol de lado.
Llevamos un rato caminando por el Bosque Encantado, unos 200 metros entre árboles y rocas siguiendo por donde parece que está más pisado, pero el hecho de que no nos encontramos a nadie nos hace dudar si vamos por el buen camino. Tampoco hay señales de ningún tipo. Por eso recomiendo seguir el track con el GPS, del mismo modo que yo seguí uno para hacer este recorrido. En cualquier caso, si no llevas GPS, camina siempre en dirección al sur, bosque abajo, y acabarás encontrando la Senda de los Montañeros que te llevará al punto de partida. Si no tienes brújula, recuerda que el sur está hacia el lado donde los troncos de los árboles no tienen musgo o líquenes, aunque aquí es difícil determinarlo.
Pasamos por rincones donde la luz crea efectos que nos atrapan.
Detrás mío veo una roca que parece un coche apoyado sobre unas rocas. No recuerdo haberla visto cuando he pasado por delante, pero es la magia del lugar, que las cosas cambian de forma a medida que te mueves.
Delante mío otra roca me sugiere un gato que me observa desde lo alto.
Al otro lado, un haya atraviesa una roca por un agujero a la vez que más arriba parece estar sosteniendo otra gran roca por encima de la primera.
Pasamos al lado de una roca que se aguanta en el aire, casi levitando, entre otras dos rocas.
Por detrás veo un árbol sobre el que crecen un par de setas a bastante altura del suelo.
Aquí no hace falta que llueva para que el agua empape el musgo y ésta gotee hasta el suelo.
Poco más adelante, sobre la raíz podrida de un árbol, una colonia de pedos de lobo ha liberado sus esporas hace tiempo.
Una roca esférica parece estar a punto de caer desde lo alto de otra roca. Le llaman La Bola, y aunque lleve siglos ahí sin moverse, yo no me atrevo a pasar por debajo.
Sobre el musgo en un tronco de madera me encuentro otra oruga de Calliteara pudibunda, de la misma especie que la que vi en la alambrada de antes, pero con el color algo más anaranjado, y a la que me puedo acercar más para hacerle un retrato cara a cara.
Seguimos avanzando por el bosque. Todo lo que nos rodea parece lo mismo pero es diferente. A ratos tenemos la sensación de andar un poco perdidos.
Después de un poco de bajada nos topamos con una roca que parece un patito de goma. De hecho la llaman El Patito.
Y poco más abajo pasamos junto a otra roca que llaman Cabeza de Oso.
Me imagino que en primavera o en verano debe ser más difícil ver estas rocas debido a que las hayas están más cubierta de hojas y dificultan la visibilidad a partir de cierta altura.
Más abajo llegamos a una zona en que el suelo es más irregular, con hondonadas y pasillos entre grandes bloques de rocas que parecen laberintos.
Algunas hondonadas parecen suaves cráteres. Creo que se pueden haber formado por hundimientos del subsuelo. Y parece que en el interior de estas hondonadas se conserva mejor la humedad por la mayor vegetación que presentan.
De nuevo pasamos por otro laberinto rocoso.
Tras salir del laberinto, abajo vemos una roca con forma de submarino (la llaman El Submarino) y al lado la alambrada que nos separa de la Senda de los Montañeros.
Pero de momento no vamos tomar aún ese sendero sino que vamos a buscar la Cuevita. Para ello seguimos un pequeño sendero que parece ir hacia el norte. Pasamos junto a unas grandes rocas, una de ellas cubierta de hiedra como si fuera una cabellera.
Me llama la atención una rama en el suelo con hongos xilógafos que aquí son del mismo color que las hojas secas del suelo.
Llego a La Cuevita, una pequeña cueva en la base de una gran roca. No sé si será muy profunda, pero por el nombre dudo que lo sea.
Ahora sí, volvemos al Submarino y cruzamos la alambrada por un paso de madera que hay allí mismo. Hemos caminado 1,3 km por el Bosque Encantado de Urbasa y ahora seguiremos hacia abajo por la Senda de los Montañeros, pero eso no quiere decir que hayamos salido de este bosque, no. Unos 200 metros más adelante nos desviamos a la izquierda por lo que parece un sendero sin señalizar.
Bajamos más o menos en línea recta y más o menos a los 100 metros pasamos junto a un agujero en el suelo que no es más que la entrada a una sima.
Poco más adelante vemos hacia nuestra derecha un conjunto rocoso.
Nos dirigimos hacia él, y entramos en este laberinto de rocas. La luz que se cuela entre ellas realza el verde del musgo y de los helechos que se encuentran al sol.
Giramos en dirección sur hacia la roca llamada El Velero. Vista de frente no, pero de lado sí que parece un velero, aunque por el poco espacio que hay no pude hacerle una foto de lado.
En este rincón es fácil encontrar alguna seta entre la hojarasca del suelo, como ésta tan diminuta y estilizada.
Pasamos junto a otra roca llamada Gran Boletus, no hace falta aclarar el por qué.
Más abajo encontramos otra formación rocosa llamada El Arco.
Pasamos al otro lado por el agujero.
Volvemos a girar hacia el oeste pasando junto a una grieta en el suelo rocoso del bosque.
Nos acercamos a la formación rocosa del fondo, a la que llaman Txapela, aunque desde aquí a mí me parece más bien una ola.
Desde este otro ángulo una vez superada la roca sí que parece una txapela. Claro está que lo normal es llegar hacia ella desde aquí, ya que vamos en dirección contraria a la habitual de los visitantes del Bosque Encantado de Urbasa.
Tras salir del laberinto de rocas llegamos a un sendero poco definido que va hacia el oeste. Ahora sí que salimos del Bosque Encantado de Urbasa.
Esta zona del bosque parece más resguardada del viento, por lo que algunas hayas aún conservan sus hojas, que relucen de una manera muy llamativa cuando les da la luz del sol.
Nuestro sendero se una a la Senda de los Montañeros, que llega por nuestra derecha. Delante nuestro se ve un claro de hierba.
Dejamos atrás el claro pero el camino sigue siendo ancho.
El sol ya está bajo y su luz se cuela entre las altas hayas del bosque. Busco un encuadre para captar ese sol y las largas sombras de los árboles proyectándose sobre el camino.
Por esta zona cada vez hay más hayas aún con hojas.
A unos 500 metros del claro de hierba llegamos a un recinto cercado a nuestra derecha dentro del cual hay un lantegi, una txabola que usaban los pastores para producir queso.
Unos 200 metros más adelante llegamos a otro claro. El bosque es más frondoso.
Por allí al lado hay una haya en que el suelo ha cedido a sus pies, o mejor dicho sus raíces.
Salimos de este claro del bosque. A lo lejos vemos el camino de las Vagonetas.
A partir de aquí sólo tenemos que seguir por el camino de las Vagonetas hasta llegar al aparcamiento de ese recorrido adaptado. Desde allí seguimos hacia la carretera y de ahí a la explanada donde dejamos el coche, o bien justo antes de la carretera cruzamos el bosque a nuestra derecha hasta el sendero por el que empezamos este itinerario, y de allí vamos hasta el coche.
Y hasta aquí este bello y completo recorrido por lo alto de Urbasa. Espero que te haya gustado y que te animes a hacerlo tú mismo. Recuerda no olvidarte el GPS.
Cómo llegar al Bosque Encantado de Urbasa
Previsión meteorológica
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