Si eres amante de los quesos, sobre todo de los curados, es posible que te suene el nombre de Roncal. Aparte de los quesos, Roncal es un pueblo del norte de Navarra, muy próximo a la provincia aragonesa de Huesca, que da nombre a sus famosos quesos y a todo un valle en la punta más oriental de toda la Comunidad Foral. El circuito que voy a explicar en este post es un recorrido circular con salida y final en Isaba, un precioso pueblo al norte de Roncal, y que pasa por unos lugares interesantes como son la Cascada de Belabarze y la Cueva del Ibón.
El total del recorrido son poco más de 10 km., con un desnivel acumulado de unos 800 y pico metros, tanto de subida como de bajada. El camino no es difícil, con tramos por pista y otros por sendero marcado, pero al ser algo largo no es acosejable para ir con niños pequeños. El desnivel tampoco es mucho, pero hay algún tramo con bastante pendiente. Yo lo hice en otoño, con los árboles en plenitud de colores, y supongo que en primavera también debe ser un buen momento para recorrerla, sobre todo si ha llovido.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
Empezamos en el amplio aparcamiento que hay al norte de Isaba, justo a la salida del pueblo si vienes de Roncal, o a la entrada si vienes de Ochagavía o de Francia. Caminamos hasta la carretera que cruza el pueblo y bajamos hacia la derecha. Cuando llegamos a una especie de plaza con una gran fuente que queda a abajo nuestra izquierda, avanzamos hasta el cruce y salimos de la carretera hacia esa plaza, pasando por delante de la fuente. Seguimos recto por esta misma calle hasta ver la salida del pueblo.
Justo en la salida, la calle se convierte en sendero, y tenemos a nuestra izquierda un panel informativo con las rutas de la zona, y un banco para descansar… o para contemplar las vistas.
Al poco llegamos a la diminuta Ermita de Belén, que nos regala esta foto de postal con las imponentes Peñas de Ezkaurre de fondo.
Pasamos por delante de la ermita, que tampoco despierta un interés especial, y seguimos por el mismo camino, que ahora se estrecha significativamente como si todo se acabara allí mismo.
Seguimos avanzado por el estrecho camino hasta que éste se une a una pista que viene por la derecha. La pista corresponde ni más ni menos que al sendero GR-11, la «Senda Pirenaica» que recorre todo el Pirineo de Oeste a Este. Continuamos en dirección Este, pasando por delante de varias explotaciones ganaderas como el Corral de Txarranko o el de Concha, desde el que tenemos esta magnífica vista de la pista y el Ezkaurre al fondo, una enorme roca de 2.045 metros de altura.
Cuando llevamos recorridos más o menos 3km, casi la tercera parte del recorrido, llegamos a un cruce frente al cual se nos presenta un estrecho paso entre lo que parece una enorme muralla de roca. Es la entrada al desfiladero o Ateas de Belabarze («ateas» es como llaman en la zona de Isaba a los desfiladeros).
Por el camino de la derecha creo que se va a las Peñas de Ezkaurre. Nosotros seguimos recto, entrando en el desfiladero. Justo al cruzar por la «puerta» del desfiladero cruzamos también el río Belabarze por un puente. Las aguas bajan bastante animadas.
La pista va ganando altura progresivamente, pero la ascensión no cansa. La vegetación no es especialmente frondosa debido a la naturaleza rocosa del suelo y a lo abrupto del relieve. Pasamos por un puente que nos lleva al otro lado del río y nos llama la atención el tono rojizo del follaje de un haya frente a una roca que parece olvidada por algún gigante.
Poco antes de llegar a los 4km de recorrido el desfiladero parece que se quiere abrir y empezamos a tener mejores vistas del entorno. A nuestra derecha podemos ver las Peñas de Ezkaurre y los árboles luciendo sus mejores colores otoñales.
Este camino apenas es frecuentado, o al menos cuando yo vine no me crucé con nadie en todo el recorrido. Quizás por eso los pajarillos campan a sus anchas y se asustan muy fácilmente al verte de lejos, por no estar acostumbrados al contacto con humanos. Me costó horrores tomarle una foto decente a este carbonero garrapinos.
A las pocas decenas de metros, la pista deja de ascender y pasa a llanear. Ya hay prados a ambos lados, y pasamos al lado de una borda, la de Letrón. Más o menos cuando llevamos recorridos 4,5km se acaba la pista y se convierte en sendero. Una indicación nos invita a desviarnos a la derecha para ir a la Cascada de Belabarze. Se oye bastante ruido de agua y nos acercamos al río a mirar, pero como aquí no hay mucho desnivel, el río se muestra más ancho y el agua no baja tan rápido como para justificar ese ruido que se oye.
Seguimos por este estrecho sendero y el ruido de agua se hace más intenso por cada paso que avanzamos, hasta que nos encontramos frente a unas rudimentarias pasarelas de maderas rotas y troncos mal puestos. En la foto no se aprecia, pero había bastante corriente de agua y una profundidad de unos 25cm., suficiente para hundir bien el pie y la bota en esta agua helada, perder el equilibrio y caer.
Con mucho cuidado de no resbalar ni de que se mueva o rompa alguna madera al pisar, avanzamos hasta la escalerilla, que subimos también con mucho cuidado porque resbala. Una vez arriba encontramos otra escalerilla que nos lleva encima de otra roca. Subimos con cuidado, y cuando levantamos la mirada se nos escapa un «ooooh!«.
Ninguna de las fotos que disparé hace justicia a la belleza de aquel lugar. Simplemente es espectacular dentro de la sencillez. Todo rodeado de roca y el agua como manando de dentro de ella y cayendo sobre una poza de intenso verde esmeralda. Al ser un lugar tan recogido y rodeado de roca, se amplifica el ruido de la caída del agua y por eso se oye de lejos. Un lugar idílico para quedarse contemplándolo sin importar el tiempo. Me acerco a una esquina para ver cómo baja el agua por la roca como si fuera un tobogán.
No nos podemos quedar aquí todo el día, pero sí podemos aprovechar para descansar y comer un poco. Volvemos a bajar las dos escalerillas y cruzamos la corriente de agua por las pasarelas de madera con extrema precaución. En lugar de regresar al sendero por donde hemos venido, frente a nosotros vemos una marcas (que no recuerdo el color) que nos invitan a subir por un camino bastante empinado. Este camino es un atajo que va a parar al sendero, lo que nos acorta unos cuantos metros de recorrido.
Una vez en el camino «principal», seguimos cuesta arriba. No es tan empinado como el atajo de antes, pero sube bastante. Gran parte del sendero está empedrado como una calzada romana.
El camino se ensancha en un pequeño bosque con hayas bastante viejas, algunas de gran tamaño con troncos y ramas que parecen manos con las palmas hacia el cielo, formas que me recuerdan el hayedo de Otzarreta en Vizcaya.
No mucho más adelante, poco antes de llegar a los 5km del recorrido, encontramos una bifurcación en el camino. Tomamos el desvío de la izquierda, y tras una pronunciada cuesta nos encontramos en un llano frente a la borda de Francisco Mayo, y la carretera de Francia.
Éste es el punto más alto de todo el recorrido. Ahora empieza la bajada. Sin embargo no va a ser fácil encontrar el camino correcto. Tras pasar por delante de la borda, entre ella y la carretera, seguimos caminando sin alejarnos mucho de la carretera hasta encontrar el camino, que está señalizado con marcas verdes y blancas un poco difíciles de ver, y también con un montículo de piedras. Mucho cuidado por esta zona porque parecen salir muchos senderos, pero sólo uno es el bueno.
El sendero desciende por el lado sombrío del Sanzol, de 1.286 metros. A medida que bajamos va cambiando el bosque. Estos cambios de vegetación también pueden desorientarnos, sobre todo cuando no puedes apreciar con claridad por dónde pasa realmente el camino y vas buscando señales que no siempre se ven. Y como tampoco pasa mucha gente, apenas hay pisadas.
Después de casi 1,5km de descenso continuado, el sendero abandona el bosque y vemos unos prados a nuestra derecha con la borda del Tejero, la carretera y el río Belagua. El sendero va llaneando, y en algún punto puede estar inundado, sobre todo si ha llovido con anterioridad.
Sobre el kilómetro 7,4 de nuestro recorrido llegamos a un cruce con un puente a nuestra derecha y una indicación que señala la Cueva del Ibón a nuestra izquierda. Torcemos a la izquierda para ir a la cueva, que encontramos tras subir unos cuandos metros por una zona pedregosa.
La Cueva del Ibón es una especie de desagüe que recoge toda el agua que se filtra en este macizo montañoso y la evacúa por la entrada. En épocas de mucha lluvia el agua tiene que salir a borbotones por este agujero. Aquí una vista del exterior desde dentro del agujero.
También en la sala principal de la cueva suele haber agua acumulada formando una pequeña balsa o lago subterráneo. Cuando yo estuve no había rastro de agua, y eso que pocos días antes estuvo lloviendo bastante. Pero sin duda el suelo lleno de cantos rodados indica que por allí ha bajado agua durante mucho tiempo.
En el exterior de la cueva se puede ver por dónde baja el agua de la montaña en dirección al río Belagua. Las rocas cubiertas de musgo y de superficie pulida muestran la erosión producida por la corriente. Esta foto es una composición de dos disparos en vertical, de arriba a abajo.
Tras esta breve visita a la Cueva del Ibón regresamos al cruce del que vinimos y pasamos hacia la carretera cruzando el río Belagua por el viejo puente de Otsindundua, construido el año 1568.
Una vez en la carretera, torcemos a la izquierda y caminamos hacia Isaba por el arcén izquierdo. Sobre el kilómetro 8,2 de nuestro recorrido pasamos por al lado de un bonito puente románico por el que pasaba el antiguo camino de Isaba a Francia.
Seguimos caminando por el arcén izquierdo de la carretera, y aproximadamente en el kilómetro 9 del recorrido, justo en una curva a la izquierda de la carretera y antes de un puente que vuelve a cruzar el río cruzamos la carretera y tomamos un sendero que sale a la derecha. De hecho no es un sendero sino un cruce de varios caminos, debidamente indicados con señales. Nosotros iremos en dirección a Isaba por un sendero que baja hacia el río por la izquierda de este cruce. Este sendero es parte del conocido como «Sendero de los Contrabandistas«. Pronto el camino se encarama por la ladera del Larraburua trazando un zig-zag por el bosque para ganar altura. Algunos tramos tienen travesaños de madera para ayudar a subir sin resbalar por el barro. Es posible que tengamos que pararnos algún rato porque llevamos 9km acumulados.
Una vez pasamos el punto más alto de este tramo del recorrido y empezamos a bajar, sobre el kilómetro 9,5, el bosque se va despejando y en un momento tenemos una bonita vista del pueblo de Isaba y el aparcamiento donde hemos dejado el coche.
Ahora el camino empieza a descender todo lo que se había subido, y hay que ir con cuidado de que no nos fallen las piernas, que ya llevamos casi 10km recorridos. Empezamos a encontrar señales de civilización por el camino.
Y ahora sólo nos queda pasar por delante de una gran serrería, llegar a la carretera y dirigirnos al aparcamiento de Isaba girando a la izquierda. Hemos completado un recorrido muy variado y con muchas cosas que fotografiar. De hecho ha sido una de las excursiones en que he hecho más fotos. Con toda esta explicación ilustrada espero haber despertado tu curiosidad y que disfrutes este recorrido por tí mismo.
Cómo llegar a la Cascada de Belabarze y la Cueva del Ibón
Previsión meteorológica
- Texto y fotos con licencia Creative Commons BY-NC-ND 4.0 International. Puedes compartir libremente si citas al autor, si no obtienes ningún beneficio económico, y si no realizas ninguna modificación. Y si además me lo dices, me harás muy feliz. 🙂