Condujeron siguiendo la margen del río y después ascendieron hasta desembocar en una inmensa pradera que se extendía hasta el bosque de hayas que bordeaba el río y la ladera del monte. Cuando paseaba por las abiertas praderas entendía a los que desde muy lejos venían a Elizondo y suspiraban embelesados por la belleza sobrecogedora de aquel pequeño universo idílico escondido entre montañas de poca altura tapizadas de valles y prados de belleza imposible, sólo interrumpidas por bosques de robles y castaños y pequeñas aldeas rurales. Su clima húmedo prolongaba los otoños, tanto que en pleno febrero, y a pesar de haber nevado, los prados seguían verdes. Sólo el rumor del Baztán rompía el silencio del paisaje.
El bosque más misterioso y mágico que existe. Los grandes robles, las hayas y los castaños cubren las laderas de las montañas, que, salpicadas de otras especies, las llenan de tonalidades, formas y contrastes.
Un bosque que brindaba multitud de sensaciones: el encuentro ancestral con la naturaleza, el rumor salvaje del agua entre hayas y abetos, el frescor del río Baztán, el sonido huidizo de los animales y de las hojas caídas en otoño que seguían tapizando el suelo como una colcha sedosa que el viento desplazaba a capricho formando montoneras como encames de hadas o senderos mágicos para que pisasen las lamias, el olor a los frutos del bosque y la suavidad del manto de hierba que cubría las praderas resplandeciendo como una magnífica esmeralda que un Gentil hubiese enterrado entre los bosques. Caminaron entre los árboles hasta que el rumor del río les indicó la dirección del lugar mágico al que se dirigían. (sic)
Estos párrafos son del best seller El Guardián Invisible, de Dolores Redondo, el primer libro de la Trilogía de Baztán. Son de poco antes del encuentro de la protagonista, Amaia Salazar, con la Diosa Mari, personificación de la madre tierra. Para mí describen tal cual el camino a la Cascada de Xorroxin, uno de los nacederos del río Baztán. Estuve allí antes antes de haber leído el libro, y cuando leí estos párrafos me vino a la cabeza el camino de Erratzu hasta la cascada. Es más, la Cascada de Xorroxin está a los pies del monte Autza, uno de los hogares de la Diosa Mari, y la poza donde cae el agua de la cascada se llama Lamiputzu, que en euskera quiere decir «el pozo de las lamias«. Más casualidad imposible. Lástima que esta parte se la hayan saltado en la película. Por eso siempre es mejor leer los libros que no ver sus adaptaciones cinematográficas.
Este circuito es el último que hice en tierras de Baztán, en noviembre del 2015. Era un día lluvioso y quizás esta lluvia fue la que hizo que finalmente quedara prendado de la belleza de estas tierras. Tal como escribe Dolores Redondo, un «pequeño universo idílico escondido entre montañas de poca altura tapizadas de valles y prados de belleza imposible«. Y creo que conseguí captarlo con la cámara, como podrás ver más adelante.
Se trata de un itinerario circular de casi 7km, con muy poco desnivel y que se puede hacer con niños. Las mejores épocas para hacerlo son finales de primavera, cuando el bosque está en pleno apogeo y baja bastante agua por el río, y otoño cuando las diferentes especies de árboles convierten el bosque en un mosaico de colores verde, amarillo, ocre y rojo. El camino no presenta ninguna dificultad y se puede recorrer con calzado deportivo cómodo. Como verás no llegué al pie de la Cascada de Xorroxin porque seguí el camino «oficial», que implica cruzar el río, y éste bajaba bastante cargado de agua. Existe un camino alternativo que yo no conocía y que llega a la cascada por la otra orilla. Te lo explicaré cuando lleguemos a ese punto.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
«Condujeron siguiendo la margen del río… (sic)»
A Erratzu se llega desde Elizondo por la carretera que sigue el curso del Baztán hacia el norte. Al llegar a Arizkun nos desviamos a la derecha por la NA-2600, siguiendo siempre las indicaciones a Erratzu. Esta carretera también sigue el curso del Baztán. En Erratzu hay 3 aparcamientos públicos señalizados.
Atención: durante el verano del 2020 y debido a la gran afluencia de visitantes, el Ayuntamiento de Baztán ha habilitado un único aparcamiento antes de entrar en Erratzu. Desde ese mismo aparcamiento parte la ruta circular a la cascada atravesando el pueblo. Está debidamente señalizada y es la recomendada para evitar posibles problemas de saturación.
Yo fui en noviembre del 2015 y aparqué en el tercer aparcamiento, frente al cementerio y cerca del camino a la Cascada de Xorroxin. Desde allí hay esta vista de Erratzu.
Como puedes ver, el día estaba bien tapado y amenazando lluvia. De hecho había llovido hacía poco. También podrás ver que el ISO de la cámara estaba un poco exagerado, a 3200. Eso es porque antes de venir a Erratzu estuve visitando las Cuevas de Urdax y me olvidé de dejar el ISO en automático al salir. Una cosa que me llama la atención en Baztán es cómo marcan las ovejas, con manchurrones de pintura de llamativos colores.
Retrocedemos 200 metros hasta la carretera de Gorostapolo y giramos a la derecha, carretera arriba.
«… y después ascendieron hasta desembocar en una inmensa pradera que se extendía hasta el bosque de hayas que bordeaba el río y la ladera del monte. Cuando paseaba por las abiertas praderas entendía a los que desde muy lejos venían a Elizondo y suspiraban embelesados por la belleza sobrecogedora de aquel pequeño universo idílico escondido entre montañas de poca altura tapizadas de valles y prados de belleza imposible, sólo interrumpidas por bosques de robles y castaños y pequeñas aldeas rurales. (sic)»
Seguimos subiendo por esta agradable carretera contemplando el bello paisaje que nos rodea. Aquí una vista de Erratzu a medida que nos vamos alejando.
Y otro bucólico paisaje del Baztán, esta vez hacia adelante, con el monte Autza (1.305 m) detrás y el Olhateko Ttutturru (926 m) al fondo a la izquierda. Aquí ya con el ISO en automático.
Mirando hacia el Autza el cielo estaba bien tapado, pero mirando al otro lado del valle parecía que se empezaba a abrir.
Supongo que la hierba debe saber bien rica cuando está recien regada por la lluvia.
Otra mirada hacia atrás, ahora con el sol bañando de luz la falda del Aizpitza (959 m).
Contemplando de nuevo la belleza imposible de este pequeño universo idílico, esta vez mirando hacia el Autza, donde a veces para la Diosa Mari. Abajo a la izquierda vemos el río Iñarbegi, afluente del Baztán.
«Su clima húmedo prolongaba los otoños, tanto que en pleno febrero, y a pesar de haber nevado, los prados seguían verdes. (sic)»
Llegamos a Gorostapolo y justo al pasar frente a la ermita de Nuestra Señora de la Soledad (otros la llaman de Nuestra Señora de los Dolores), bajamos por el sendero que sale a la izquierda, marcado en blanco, amarillo y verde.
Aunque parecía que salía el sol, justo en ese momento empezó a llover con fuerza, como se puede ver en la siguiente foto ampliándola y mirando a los prados de la derecha.
Nos tuvimos que poner a cubierto bajo el porche de la ermita a esperar a que pasara el chaparrón.
Una vez ha dejado de llover volvemos al sendero de la Cascada de Xorroxin, a disfrutar del frecor verde del Baztán.
Un pajarillo otea el camino desde lo alto de una estaca de un cercado.
Una mirada atrás en el descenso al río.
«Sólo el rumor del Baztán rompía el silencio del paisaje. (sic)»
Llegamos a un puente de piedra que cruza el Iñarbegi, y desde allí volvemos a mirar atrás para ver el camino recorrido desde la ermita de Gorostapolo.
Bajo nosotros el río Iñarbegi, que baja bastante cargado de agua con tanta lluvia, la de hace un momento, la de la mañana y la de la noche anterior.
Al otro lado del río hay un cruce de caminos. Nosotros seguimos por el de la derecha, que va paralelo al Iñarbegi.
Menos de 200 metros más adelante llegamos a otro cruce, y nosotros seguimos recto, por el mismo camino.
«El bosque más misterioso y mágico que existe. Los grandes robles, las hayas y los castaños cubren las laderas de las montañas, que, salpicadas de otras especies, las llenan de tonalidades, formas y contrastes. Un bosque que brindaba multitud de sensaciones: el encuentro ancestral con la naturaleza, el rumor salvaje del agua entre hayas y abetos, el frescor del río Baztán, el sonido huidizo de los animales y de las hojas caídas en otoño que seguían tapizando el suelo como una colcha sedosa que el viento desplazaba a capricho formando montoneras como encames de hadas o senderos mágicos para que pisasen las lamias, el olor a los frutos del bosque y la suavidad del manto de hierba que cubría las praderas resplandeciendo como una magnífica esmeralda que un Gentil hubiese enterrado entre los bosques. (sic)»
El camino va llaneando entre el bosque de la ladera del Autza, a nuestra izquierda, y pequeños prados que nos separan del río, a nuestra derecha, detrás de una alambrada de espino.
Al final de la alambrada, 400 metros después del puente de piedra del Iñarbegi, el camino se adentra en el bosque. Miramos atrás para ver el panorama de donde hemos venido.
«Caminaron entre los árboles hasta que el rumor del río les indicó la dirección del lugar mágico al que se dirigían. (sic)»
Ya en el bosque el entorno se nos muestra más asilvestrado, menos cuidado.
Avanzamos por el bosque a medida que el rumor del agua del río va en aumento. Y llegamos a un punto clave de la visita a la Cascada de Xorroxin. Como comenté al principio, fui incapaz de llegar al pie de la cascada porque seguí el camino «oficial» y por el Iñarbegi bajaba demasiada agua como para cruzarlo. Justo en este punto sale un camino alternativo que conduce al pie de la cascada por la otra orilla del río. Es el que sube por la izquierda en esta foto.
Nosotros seguimos el camino oficial y cruzamos el Iñarbegi por un puente de hormigón. Aquí una foto de la corriente del río tomada con el máximo tiempo de exposición que permitía mi pulso.
A unos 100 metros encontramos una señal que nos indica que a Xorroxin se llega por un sendero que sale a la izquierda. Nada más bajar unos pocos metros llegamos a la orilla del Iñarbegi, frente a una pequeña cascada que la cruza un puente de madera. Ese puente corresponde al camino alternativo que mencioné antes.
El sendero continúa hacia la derecha hasta un punto en el que no se puede avanzar más sin cruzar el río. Al fondo se oye y se intuye la Cascada de Xorroxin.
Un poco más atrás está el punto donde recomiendan cruzar el río siempre que no bajen aguas bravas. Un perro que pasaba por allí junto con unos excursionistas no tiene reparos para meterse en las frías aguas del Iñarebegi.
El nivel del agua cubre muchas de las piedras que se podrían usar para cruzar sin mojarse. Paso por algunas de ellas hasta llegar a la última que asoma a la superficie, y desde allí y de cuclillas hago una foto del río con lo poco que se ve de la Cascada de Xorroxin al fondo.
Decido volver al camino antes del desvío y seguir subiendo río arriba, a ver si encuentro algún sitio donde poder ver la cascada. Consigo ver algo a través de las ramas de los árboles. Suerte que es otoño y han perdido parte de las hojas, porque en primavera y verano seguramente no se ve nada.
Poco más arriba veo el río justo antes de precipitarse a la cascada.
Pasada la cascada el camino sigue por la orilla del río sin visos de poder cruzarlo todavía.
Poco más de 200 metros más arriba del desvío una alambrada de espino corta el camino.
Decido no seguir buscando donde cruzar el río porque en la otra orilla tampoco se ve camino que vaya a la cascada, como se aprecia en esta foto del río en sentido de la corriente.
De bajada obtengo esta otra toma frontal del Iñarbegi con la Cascada de Xorroxin e incluso la Lamiputzu, la poza de las lamias.
Pasado el desvío al Iñarbegi seguimos por el camino hacia el puente de hormigón que cruza el río. Tenemos que volver hasta poco antes del puente de piedra de Gorostapolo.
Cruzamos por el puente y proseguimos, pasando el desvío al camino alternativo a la cascada. Cuando empezamos a salir del bosque la luz del sol irrumpe con fuerza, pero al fondo aún se ve un cielo muy cargado. Esto no es muy esperanzador.
Y llegamos al muro de piedras con alambrada de espino. Aquí ya no brilla el sol. Es más, ha oscurecido de golpe y el ISO de la cámara ha subido a 1000.
Me encanta hacer fotos de caminos, y más en lugares como éste, donde apenas avanzando unos pasos o bajando o levantando el punto de vista puedes obtener fotos diferentes. Vale que en todas ellas sale el mismo camino, el mismo muro y los mismos árboles, pero yo las veo diferentes.
Si te fijas entre estas tres fotos ha oscurecido hasta el punto de subir el ISO a 1600. Y cuando pasamos de un sol radiante a una oscuridad crepuscular en pocos minutos, sólo puede iser señal de una cosa: que va a caer la del pulpo. Y así fue, tuvimos que meternos corriendo bajo los árboles del bosque de la ladera del Autza porque se nos echó el cielo encima.
Una breve tormenta con truenos y relámpagos cubrió todo en unos pocos minutos con una capa de granizo del tamaño de perdigones.
A la que vemos que asoma el sol por entre las nubes es momento de salir de nuestro improvisado refugio y seguir hacia Gorostapolo aunque el sol se vuelve a esconder y acecha otro chaparrón.
Y llegamos al cruce con el camino de Iñarbil, pocos metros antes del puente de piedra que cruza el río.
Mientras esperamos en el cruce contemplando el entorno nos rebasan los excursionistas del perro que cruzaba el Iñarbegi frente a la Cascada de Xorroxin. Las personas caminando aportan interés a las fotos de caminos, así que con el camino a Gorostapolo delante y la ermita al fondo espero a que los excursionistas lleguen a un punto concreto del camino para dispararles esta foto.
Al darme la vuelta para coger el camino a Iñarbil me llama la atención cómo brilla todo bajo la luz del sol, así que hago dos fotos, una al camino por el que hemos venido con la verja, y otra al mismo camino pero con la señalización del cruce de caminos. Al verlas luego juntas en el ordenador se me ocurre montar una panorámica con las dos.
Después de un corto repecho, el camino a Iñarbil llanea entre prados rodeados por muros de piedras y alambradas de espino mientras se van alternando momentos con sol intenso y con nubes y frío.
Después de un giro a la derecha hay un tramo con cuesta y empieza a llover de nuevo. Alguna gota de lluvia impacta en el objetivo y provoca un manchurrón borroso en el cuadrante inferior izquierdo.
Al final de este tramo de cuesta se nos incorpora por la derecha otro camino que viene de a saber dónde. En este punto hay unos enormes robles cuyas hojas se tornan rojas en otoño. Al estar todo húmedo los colores son tan intensos que no podemos evitar perder unos minutos aquí disfrutando del lugar y del momento.
En la siguiente foto intento captar el brillo de las gotas de agua colgando de las ramas ya desnudas de los robles.
Aquí el camino que se nos ha incorporado por la derecha. Seguramente también viene del camino de Xorroxin.
Y aquí la alambrada bajo los robles de hojas rojas. A la derecha de los robles y fuera de la foto el camino por el que hemos venido.
Me quedaría aquí para siempre, pero hay que seguir el recorrido, que el tiempo tampoco está muy claro y podría caernos encima otra granizada como la de antes. Una última mirada a este rincón.
En este tramo la cuesta se hace más suave. Se vuelve a ver el cielo azul, pero ya no sé si fiarme.
Tras cruzar un arroyo en una curva a la izquierda, el camino sale por fin del bosque y se descubre ante nosotros otra perspectiva del paisaje de Erratzu. El camino gira se nuevo a la derecha, y tras un corto repecho, ya el último, nos sitúa al lado de una enorme borda de piedra uno de cuyos muros (al menos) está asegurado con tres contrafuertes como si se tratara de una antigua iglesia románica. Desde allí tenemos esta vista de Gorostapolo, seguramente bajo la lluvia.
Sigue lloviendo de forma intermitente, así que no hago más de meter y sacar la cámara de mi impermeable cada vez que veo algo interesante que fotografiar, y como ya he dicho en alguna ocasión, la lluvia le da a las cosas como otro color, otra textura y otro brillo. Aquí de nuevo Gorostapolo visto desde el camino justo cuando unas negras nubes nos están cubriendo.
Y aquí el mismo camino justo detrás (o sea, hacia adelante), tras darme la vuelta.
Otra muestra del efecto de la lluvia sobre las cosas, en la borda al final de este tramo del camino.
Y otra mirada atrás desde aquí, con Gorostapolo al fondo, y una nube negra encima.
Llegamos a la carretera de Iñarbegi, y continuamos hacia la izquierda. Dejamos atrás la borda Auza, junto a la que hemos pasado antes por el camino. Desde detrás parece más alta.
A pesar de la lluvia los animales no tienen reparos en salir a pastar, como si no pasara nada, y entiendo que la lana empapada de agua tiene que ser una carga para una oveja.
No todos los tipos o modelos de coche están adaptados a este terreno. Siempre es mejor un todoterreno, una pickup o un utilitario con suspensiones altas que una berlina pensada para ciudad. El coche de esta foto no está accidentado, sino aparcado, lo que el suelo por delante está tan inclinado que una de las ruedas traseras no toca suelo.
Poco más allá ya vemos algunas casas del barrio de Iñarbil.
A medida que nos vamos acercando a Iñarbil las nubes se siguen moviendo frenéticamente y de repente vuelve a brillar el sol. Hacia el norte vemos la nube de la tormenta.
Cerca del muro de piedras hay un grupo de vacas empapadas por la lluvia. El pelaje mojado brilla bajo el sol, y eso me hace pensar de nuevo cuánto debe pesar una oveja mojada.
Y no tienen bastante agua estas vacas comiendo hierba mojada que bajan al río a beber.
Llegamos a la carretera que va a Erratzu justo después de pasar junto a unos antiguos lavaderos. Aunque sigue brillando el sol, las nubes que se ven por detrás de las casas de Iñarbil son muy negras y amenazadoras.
Por detrás las nubes ocultan la cima del Autza.
Al llegar a la carretera de Erratzu seguimos hacia la izquierda. Ya sólo nos falta 1,7km hasta el final del itinerario. En un campo hay un par de vacas y un toro pastando, y tras ellos surge un arcoiris.
No muy lejos de allí veo en el cielo lo que parece un milano real. Le hago varias fotos, siendo estas dos las que mejor han quedado. No es nada fácil enfocarlo manualmente.
Seguimos por la carretera de Erratzu en una larga recta y pasamos por las últimas casas de Iñarbil. Al fondo el Alkurruntz (984 m) y a la izquierda el Betarteko Haitzak (823 m).
En un campo a nuestra derecha hay unas vacas pastando. Un ternerito nos observa con una mezcla de curiosidad y temor.
A pesar que de no pasábamos cerca, al final el ternero se levantó y fue corriendo a ocultarse tras las vacas. A nuestra izquierda el panorama no era muy diferente. En lugar de vacas había ovejas pastando, esta vez laxas de cara blanca, y las que estaban más cerca de la carretera nos dieron la espalda y empezaron a trotar alejándose se la carretera.
No tardaron nada en poner varios metros de por medio. Un rayo de luz se escapó por entre las nubes que ocultaban el sol y me permitió hacer esta foto.
En la hierba de los márgenes de la carretera asoma una seta del género Coprinus a la que le falta poco para abrir la sombrilla.
El cielo se vuelve a cubrir de repente y no las tengo todas conmigo de que no vuelva a llover.
Al final de la recta de la carretera, ésta traza una serie de curvas que podemos acortar por un atajo. Cuando la carretera gira a la derecha nosotros seguimos recto como si fuéramos a una casa que hay allí, y a los pocos metros nos apartamos del camino por un sendero que sale por la derecha. Este corto sendero baja por una pendiente trazando dos curvas en forma de S.
Hay que tener cuidado de no resbalar, porque bajo las hojas del suelo hay piedras, y si está todo mojado las hojas son muy resbaladizas sobre ellas. Al final del atajo regresamos a la carretera, llegando ya a Erratzu.
Ya en Erratzu tomamos la calle que va hacia la iglesia, a la izquierda. El campanario es nuestra referencia. Pasamos por el puente justo donde nace el río Baztán, de la unión de las aguas del Arana, por la izquierda, y del Iñarbegi por la derecha.
Pasamos por delante de la iglesia de San Pedro, y podemos aprovechar para dar una vuelta por su curioso claustro, a la derecha del porche de entrada.
Poco antes de llegar a la calle del cementerio que nos lleva hasta el coche damos una última mirada al paisaje del Valle de Baztán, con el Autza aún semioculto por las nubes.
Y hasta aquí esta precioso recorrido por donde nace el río Baztán. Fue una lástima haberlo dejado para el final de mi estancia en esta zona de Navarra, porque fue el que más me gustó a pesar de no haber podido llegar al pie de la Cascada de Xorroxin. Quizás fue la lluvia la que me ayudó a enamorarme de este valle, no lo sé. Así que si pasas por el Valle de Baztán no puedes dejar de hacer este recorrido. Me lo agradecerás.
Cómo llegar a la Cascada de Xorroxin
Previsión meteorológica
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