La naturaleza es bella en todos los rincones del mundo, y en cualquier lugar te puede sorprender con un paisaje impresionante. La orografía de Catalunya es tan peculiar que tenemos la suerte de disponer de unos paisajes muy variados, desde marismas e interminables playas hasta cumbres nevadas y valles glaciares pasando por bosques atlánticos. Sólo 1 hora y 45 minutos por carretera separan Barcelona de Ribes de Freser, un pequeño pueblo de la comarca gerundense del Ripollès y que se encuentra al pie de la Vall de Núria. Y desde ahí, 35 minutos de tren de cremallera nos llevan hasta Núria, un auténtico paraíso de ocio invernal con una estación de esquí, una buena oferta hotelera y de restauración, un santuario, y muchos senderos para recorrer este valle del Pirineo. El recorrido que voy a detallar en este circuito es el típico paseo por Núria en invierno, aunque lo podemos hacer en cualquier época del año.
Se trata de un recorrido parcialmente circular de menos de 4,5 km incluyendo el viaje de ida y vuelta al Alberg Pic de l’Àliga en telecabina, sin tener que caminar toda esa subida por la nieve. El desnivel es mínimo por lo que es adecuado para personas con un estado físico normal, incluidos niños. Hay que llevar calzado adecuado según la época del año. Así en invierno es mejor llevar botas de senderismo o de montaña, incluso raquetas por si hay mucha nieve, y el resto del año podemos ir con calzado deportivo normal. Si vas con niños en invierno y no te importa cargar con un trineo, se lo pasarán pipa. En cuanto a comida y bebida, allí hay bares y restaurantes, así como zona de picnic. Yo fui a mediados de febrero del 2017 y había un considerable grueso de nieve (ya lo verás por las fotos), aunque no necesité raquetas porque la nieve ya estaba bastante pisada.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
La mejor manera de llegar a Núria es ir primero a Ribes de Freser. Se puede ir en coche o en tren de cercanías por la línea R3. Si vamos en coche podemos aparcar en la misma estación de Ribes-Vila, y si vamos en tren haremos transbordo en la estación de Ribes-Enllaç. Recomiendo el trayecto de ida y vuelta con el suplemento para el telecabina, y que lo reserves por internet para beneficiarte de un 10% de descuento, ya que el billete no es barato. Si coges el cremallera en Ribes-Vila, mientras esperas el tren puedes visitar la Exposición del Cremallera en el edificio anexo a la estación. La entrada es gratuita.
Una vez en el tren, si tienes suerte siéntate al lado de una ventana para disfrutar de las vistas. Y digo «si tienes suerte» porque los fines de semana suele ir bastante lleno, y más en época de esquí. Son unos 12 km de vistas espectaculares, sobre todo en la parte final del recorrido. Un punto interesante es cuando el tren cambia de tracción, del sistema convencional al de cremallera, a mitad de camino entre el apeadero de Rialb y la estación de Queralbs. El tren aminora la marcha hasta encajar el mecanismo de la cremallera, y a partir de ahí asciende poco a poco desde los 1.100 metros de altitud hasta los 1.964 en alo menos de 7km. Después de Queralbs no dejes de mirar por las ventanillas. Aparte de ver el río de Núria abajo y algunas de sus cascadas podremos ver algunos tramos del «Camí Vell«, el sendero que sube a Núria desde Queralbs y que en invierno resultan casi impracticables por culpa de la nieve y el hielo.
El recorrido del cremallera acaba en Núria. Salimos de la estación del tren hacia la parte posterior del conjunto santuario y el hotel, donde se encuentra la mayoría de oferta lúdica de Núria empezando por los remontes de la estación de esquí y las pistas para los muy principiantes.
Cuando hacemos fotos con nieve bajo cielo azul el balance de blancos automático tiende a llevar los blancos hacia el azul, o al menos eso hace mi cámara. Ello me obliga después a llevar el balance de blancos de programa de revelado un poco hacia el amarillo para que los colores de la foto sean más real, o al menos me lo parezcan. Si puedes calibra el balance de blancos de la cámara antes de empezar a hacer fotos. Si luego se nubla o cambian las condiciones de luz, vuelve a calibrar.
El fin de semana que fui a la Vall de Núria hizo un tiempo tan espléndido que mucha gente aprovechó para subir a disfrutar de la nieve, con lo que mirara hacia donde mirara siempre había multitud. Así que decidí concentrarme en los pequeños detalles, como este bloque de nieve que iba resbalando muy muy lentamente (tanto que no se apreciaba movimiento) del tejado del hotel de Núria.
Afortunadamente debajo estaba acordonado para que no pasara nadie, porque si le cae encima a alguien este montón de nieve…
Llegamos al río de Finestrelles, uno de los tres que vierte sus aguas al lago de Núria. Al pie de la valla de madera que bordea el río, la luz del sol y la misma sombra de la valla destacan la textura de la nieve fundiéndose.
Nos desviamos a la derecha, en dirección norte, remontando el río de Finestrelles. Así vemos el río, abriéndose paso entre la nieve, desde al lado de un puente que lo cruza cuando el camino y el río giran a la izquierda.
Allí donde nadie ha tocado la nieve se observa perfectamente el efecto de la brisa de la montaña sobre su superficie, creando una curiosa textura.
Llegamos a la zona de acampada. La nieve acumulada llega a la altura de las mesas de picnic y cuesta bastante caminar por aquí. Obviamente no hay nadie acampado. Al otro lado del río un pequeño arbolillo desnudo proyecta una alargada sombra sobre la nieve virgen.
El mismo arbolillo y sus vecinos desde otro ángulo, algo más arriba, y dando un poco de contexto al lugar. Daban ganas de saltar a la otra orilla y hacer un angelito en la nieve.
Como ya no podemos caminar más por ahí, damos la vuelta y volvemos hacia el conjunto del santuario y hotel. Hacia el este, al otro lado del valle, un esquiador solitario se desliza por una pista que acaba en el Pla de la Palla.
Continuamos caminando siguiendo el curso del río de Finestrelles y lo cruzamos por un amplio puente, que nos ofrece esta vista. No se ve tanta gente como la que realmente había.
Pasamos por al lado de unas cuadras, a nuestra derecha. Ahora están vacías, pero con el buen tiempo suele haber caballos y ponis para dar paseos por la zona. Después de las cuadras nos desviamos un poco a la derecha y pasamos frente a la fachada de la Ermita de Sant Gil. No hice ninguna foto de la fachada porque la nieve estaba muy pisoteada y sucia y había mucha gente entrando y saliendo y pasando por delante. Sí que pude hacer ésta del lateral donde se aprecia la cantidad de nieve acumulada encima y a un lado de la ermita original de Sant Gil construida a principios del siglo XVII.
Cuenta la leyenda que Sant Gil, un monje nacido en Atenas en el año 640, se dejó caer por aquí a principios del siglo VIII desde su monasterio de la Provenza con tal de encontrar la paz y la tranquilidad y seguir una vida eremítica. Vino tan solo con su cruz y se instaló en una cueva (accesible hoy en día por el Camí de les Coves). Allí se dedicó a fabricarse sus iconos, entre ellos la talla de la Mare de Déu de Núria. Se alimentaba del grano que cocía en una olla, comida que compartía con los pastores de la zona a los que avisaba a la hora de comer haciendo sonar una campana. No duró mucho esta paz y tranquilidad porque los sarracenos se acercaban a la zona, así que tras 4 años de vida eremítica en Núria Sant Gil tuvo que huir a la Provenza, no sin antes esconder sus tesoros para que no los encontraran los sarracenos.
Tres siglos más tarde, Amadeu, un oriundo de Damasco, soñó que se le presentaba un ángel que le pedía que fuera a Núria a levantar una capilla en honor a la virgen y que buscara los tesoros escondidos de Sant Gil, señalados por una roca blanca. Amadeu marchó a Nuria y se instaló en la cueva de Sant Gil, y desde allí inició la búsqueda de los tesoros. Encontró una roca blanca pero no los tesoros de Sant Gil, así que con la ayuda de los pastores de la zona construyó en aquel lugar una pequeña ermita en honor a la virgen. Cansado de buscar, Amadeu tuvo que irse pero pidió a los pastores que siguieran ellos la búsqueda. Y así fue, los pastores seguían acudiendo a la ermita a rezar, a protegerse de las incremencias del tiempo, y a seguir buscando los tesoros de Sant Gil.
Unos 7 años después de la llegada de Amadeu, mientras los pastores descansaban en el llano, un toro empezó a mugir y a dar golpes con su pezuña en una pared de roca (me resulta curioso el protagonismo de toros y bueyes en los hallazgos de tallas de vírgenes). Los pastores lo interpretaron como una señal y empezaron a agujerear la pared con sus herramientas en el sitio donde el toro golpeaba. Después de horas picando los pastores descubrieron una cueva de la que salía un resplandor. Con un poco de miedo los pastores entraron y vieron que la luz provenía de una talla de la virgen, y que al lado había una olla, una cruz y una campana. Dando gracias a Dios por el hallazgo de los tesoros de Sant Gil, los pastores lo recogieron todo y lo llevaron a la ermita donde fueron objeto de veneración hasta nuestros días.
Tengo previsto visitar las cuevas en otra ocasión, con buen tiempo, o sea sin nieve, pero ahora seguimos con nuestro paseo por Núria. Por detrás de la ermita de Sant Gil encontramos una fuente dedicada al Dr. Tarrés. Siento el plano tan cerrado de la fuente pero todo el entorno estaba muy sucio (botellas, latas de refresco, papeles, bolsas de plástico, etc.) por el incivismo de la gente.
Poco después de la ermita dejamos atrás también la Font de Sant Gil, con el lago de Núria y la caseta del lago abajo a nuestra izquierda. Estamos en el GR-11, la mítica Senda Pirenaica. El sendero empieza a enfilarse montaña arriba pero con muy suave pendiente.
Al tratarse de una zona poco poblada de árboles y con una relativa pendiente, cuando hay nieve niños y no tan niños aprovechan para tirarse en trineo por la pendiente hacia el lago cruzando el sendero, por lo que hay que ir con cuidado al pasar de que no se nos eche nadie encima.
Aquí conviene caminar por el borde del sendero aunque se hundan los pies en la nieve, ya que el centro está más pisado y por tanto la nieve se ha endurecido y se corre el riesgo de resbalar. Fuera del camino la nieve muestra un aspecto casi virginal, aunque la capa superior está algo «crujiente».
Pocos se atreven ya a caminar por aquí.
La nieve lo cubre todo y aunque estemos siguiendo por donde parece haber pasado todo el mundo, no tenemos la certeza de si vamos bien o si vamos mal. Suerte que alguien se preocupa de hacr visibles las señales.
A nuestra derecha, el viento y el frío han esculpido la nieve.
Más o menos a unos 200 metros de la Font de Sant Gil tenemos esta vista de Núria. El lago está totalmente helado.
Si te has dado cuenta, a pesar de estar usando un ISO muy bajo y una apertura de diafragma mediana a la hora de hacer las fotos, la cámara selecciona una alta velocidad de disparo. Esto es porque la nieve refleja muchísima luz. La foto anterior se habría hecho a una velocidad de 1/160″ o 1/250″ en otra época del año. Para hacer estas fotos a esas velocidades es aconsejable usar un filtro de densidad neutra (filtro ND).
Sobre nosotros pasa volando un buitre leonado (Gyps fulvus) buscando algún animal que se haya podido despeñar por las rocas.
El sol resplandece con intensidad en un cielo sin nubes y sin una gota de humedad.
Nos acercamos al montículo del Coll de la Creu d’en Riba. Aparte de algunas pisadas, en la nieve se dibujan los rastros de pequeños montones de nieve que han rodado tras caer de un árbol semisepultado por la nieve.
Ahora sí, llegamos al Coll de la Creu d’en Riba, lugar donde el GR-11 se cruza con el Camí de les Coves (un recorrido que me gustaría hacer con buen tiempo), que comparte unos metros con el camino de Núria a Fontalba, y el camino que sube al Mirador de la Creu d’en Riba sobre l’Agulla de l’Estany (1.996 m). Recto bajamos a Queralbs.
Al ser un lugar elevado y en la salida del valle, el viento sopla aquí con bastante intensidad, como se aprecia en la nieve que cubre las rocas del montículo.
Subimos al mirador con muchísimo cuidado porque la nieve que cubre los escalones está helada y resbala mucho. De hecho mucha gente que intenta subir sin sujetarse convenientemente en la barandilla de madera acaba en el suelo. Desde el mirador tenemos esta valle abajo, hacia el sur, con el Taga (2.040 m) al fondo.
Aquí una vista hacia el norte, con el lago de Núria helado y totalmente cubierto con nieve.
Abajo el río de Núria pasando bajo el viejo Pont de la Creu d’en Riba.
Y aquí mirando hacia el este, con las Pedrisses cubiertas de nieve.
Volvemos al cruce de caminos del Coll de la Creu d’en Riba.
Caminamos unos metros por el camino a Queralbs hasta situarnos en un alto que nos ofrece una buena vista del valle de Núria. Abajo vemos el tren cremallera pasando por el túnel del Pal Tort.
Desde allí también tenemos esta vista de l’Agulla de l’Estany con la escalinata que sube al Mirador de la Creu d’en Riba.
Me encanta la textura de la nieve al sol.
Damos la vuelta y regresamos hacia el lago de Núria.
Sigo maravillándome por cómo la luz y las sombras realzan las esculturas del viento sobre la superficie de la nieve.
Al llegar a la altura del lago, como el camino está en alto, me fijo en un grupo de personas que están haciendo algo sobre la superficie del lago. Me los acerco con el teleobjetivo y me doy cuenta de que están practicando submarinismo bajo el hielo.
A la altura del embarcadero del lago, del que sólo se ve la caseta, nos acercamos al lago. Ésta es la vista que tenemos del lago de Núria y l’Agulla de l’Estany al fondo.
Hacia el otro lado tenemos esta vista de Núria. Aquí delante han intentado construir un iglú.
Seguimos hacia la derecha por el camino de la orilla del lago. Unos metros pasada la caseta del embarcadero tenemos esta vista de todo el conjunto.
La nieve es una fuente inagotable de entretenimiento y diversión para niños y mayores.
Cualquier pendiente no muy pronunciada es idónea para tirarse en trineo. Aquí ya no vemos a nadie tirándose, pero se aprecian las huellas de los que lo han hecho.
Llegamos a la presa del lago de Núria, porque no se trata de un lago natural sino de un pequeño embalse, y empezamos a caminar por la presa. A nuestra derecha el río de Núria, que sale de la presa, y el Pont de la Creu d’en Riba, el que vimos antes desde el mirador.
A nuestra izquierda una bella estampa de Núria con el lago cubierto por una capa de hielo y otra de nieve, y los submarinistas que parece que están recogiendo el material.
El río pasando bajo el puente cubierto de nieve queda muy bucólico aquí. Lástima que la luz de sol formara unos brillos muy extraños sobre la agitada superficie del río. Se me olvidó cargar con el filtro polarizador que quizás lo hubiera evitado.
Llegamos al otro extremo de la presa. La intención es rodear el lago y volver hacia el santuario por la orilla de al lado del tren de cremallera, pero el grueso de nieve acumulada en esta parte del camino, que llega a la altura de la barandilla de madera y hasta las ramas de algunos árboles, y la inclinación lateral de los que queda de camino, dificultan mucho poder avanzar con seguridad. De hecho para entrar en la presa ya hemos tenido que saltar una cadena que recomendaba no pasar. En fin, desde aquí tenemos esta vista del lago cuando los submarinistas ya regresan a la orilla.
En el muro de piedra bajo el camino cubierto de nieve que pasa entre el lago y el túnel del cremallera asoma un tubo de PVC que bien podría ser una fuente, pero hay más hielo colgando del camino que saliendo del tubo.
De las frías rocas sobre el camino y detrás nuestro cuelgan largos carámbanos de hielo.
Total, que abortamos el rodeo del lago y volvemos a cruzar la presa. Así la vemos una vez llegamos al camino que accede a ella y seguimos un poco río abajo.
Desde este mismo lugar tenemos esta vista de l’Agulla de l’Estany, con el mirador arriba, y abajo el río con el viejo puente de piedra que ya conocemos.
Regresamos por el camino del embarcadero. El sol de invierno no está muy alto y las montañas que nos rodean sí son bastante altas, unos 800 metros por encima de nuestras cabezas (y el Puigmal unos 200 metros más arriba), por lo que poco antes de las 3 de la tarde el sol ya empieza a ponerse por detrás de las montañas.
La sombra de la Serra de l’Embut está a punto de llegar al lago y en nada lo cubrirá todo.
Seguimos caminando por la orilla del lago antes de que nos alcance la sombra. Parece que la advertencia de no caminar por el lago no se entiende bien.
Si bien las pisadas que se alejan por la derecha son de los submarinistas, que ellos «tienen permiso» para pisar, todas las demás dudo que lo sean. Incluso diría que se ven más pisadas sobre el lago que fuera. Al fondo el último túnel del tren cremallera.
Llegamos al Pla de Sant Gil, un llano entre el lago y el santuario que cubierto de nieve es imposible distinguirlo de lo demás. El resto del año está cubierto de hierba. Desde aquí vemos la ermita de Sant Gil, y al fondo de todo el Coll de Finestrelles con el Pic de Finestrelles (2.827 m), en la misma frontera con Francia.
Una muestra del grueso de nieve sobre el Pla de Sant Gil, y eso que aquí no hay mucha.
Aquí al lado han levantado un iglú aunque no lo han terminado. Me gusta cómo la luz del sol atraviesa la pared de nieve.
Llegamos junto al río de Finestrelles poco antes de que vierta sus aguas en el lago. A su vez la nieve deshaciéndose vierte sus aguas al río.
Cruzamos el río por un pequeño puente, y desde allí lo vemos así abriéndose paso entre la nieve.
Ahora cruzamos el Pla de Sant Gil en dirección al santuario de Núria. Detrás del santuario el Roc de la Malé (2.255 m), a la derecha el Cap de Porc (2.246 m), y al fondo el Pic de Noufonts (2.860 m), también en la frontera con Francia.
Si vamos bien de tiempo podemos visitar el interior del santuario (y meter la cabeza en la olla y hacer sonar la campana de Sant Gil si quieres tener un bebé), pero si vamos justos nos saltamos la visita y vamos directos al telecabina, que se encuentra al otro lado de la estación del cremallera. El telecabina no se para y hay que subirse «al vuelo», aunque sí ralentiza la marcha un poco para que baje y suba la gente. El telecabina nos permite superar con facilidad un desnivel de 150 metros en un recorrido de 600 metros desde la estación del cremallera hasta el albergue del Pic de l’Àliga (2.422 m), la montaña en cuya falda se asienta 300 metros por debajo de la cima.
La salida del telecabina está en un pasillo de plástico transparente sobre el cual se derrite lentamente la nieve.
Al otro extremo del pasillo llegamos a un amplio mirador. Desde allí y mirando al noroeste tenemos esta vista de las montañas que rodean la Vall de Núria. De izquierda a derecha el Cim de l’Ortigar (2.748 m), el Pic de Segre (2.843 m), el Puig del Coll de Finestrelles (2.743 m) y el Pic de Finestrelles (2.827 m), estos tres últimos en la frontera con Francia.
En dirección contraria, o sea al sureste, la inmaculada nieve de la Baga de la Coma del Clot, en Les Pedrisses.
Y hacia el sur, la salida del valle, estas otra vistas. Por la izquierda Les Pedrisses casi tapan el Taga (2.040 m), por el centro el Pedró de Fontalba (2.102 m) y a la derecha la Serra de l’Embut cuyo techo es el Cim de l’Ortigar (2.748 m).
Hacia el este, donde hay más pendiente, las únicas huellas que se ven sobre la nieve son las que causa la misma nieve cuando cae ladera abajo en pequeñas avalanchas.
Algo más a la derecha, donde hay menos pendiente, hay unas extrañas huellas que trazan largas líneas, algunas en zig-zag. Apenas se ven por la distancia.
Del tejado del albergue cuelgan delgadísimos carámbanos de hielo. Cuesta acercarse porque la nieve amontonada que ha ido cayendo del tejado.
Desde una esquina vuelvo a fotografiar los carámbanos de perfil y a contraluz sobre los enormes montones de nieve. Hay que decir que ese tejado debe estar a 2,5 metros de altura.
Más o menos por donde confluyen la mayoría de senderos que llegan al albergue del Pic de l’Àliga (la mayoría enterrados por la nieve) hay un abrevadero de agua no tratada.
Rodeamos el edificio del albergue y nos situamos en su cara norte. Allí vemos algunas de las listas de la estación de esquí. Al fondo, la carena de montañas que hace frontera con Francia. De izquierda a derecha el Pic de Núria (2.790 m), el Puig del Coll d’Eina (2.772 m) y el Pic d’Eina (2.7890 m).
Detrás, al lado del albergue, los niños no paran de trepar como pueden por una pequeña ladera para tirarse por la nieve, ya sea a bordo de un trineo o sin él.
Hacia abajo el telecabina cruzando una pista de esquí en dirección a Núria, y abajo al fondo la ermita de Sant Gil, ya inmersa en la sombra de la Serra de l’Embut.
Una vez rodeado el albergue del Pic de l’Àliga, volvemos a la cola del telecabina para regresar a Núria. Una vez iniciado el viaje hago esta foto del albergue desde dentro.
El tintado de las ventanillas del telecabina provoca que las fotos tengan dominante magenta, por lo que a la hora de revelarlas en el ordenador cambio el ajuste de blancos para que la nieve se vea blanca, y así se pueden recuperar todos los colores naturales.
Abajo todo el recinto de Núria está ya bajo la sombra de las montañas que nos rodean. Las fotos salen con un marcado dominante azul que es imposible de eliminar por completo en el ordenador, como me pasa con esta foto que hice a la vía del cremallera al salir del telecabina.
Aunque no son ni las 5 de la tarde oscurece muy deprisa y empieza a bajar la temperatura, por lo que llega el momento de volver a Ribes de Freser. Nos ponemos en la cola para entrar en la estación del cremallera. Como dije al principio del artículo, suele haber mucha gente, por lo que hay que armarse de paciencia. Mientras espero en la cola me entretengo fotografiando los carámbanos que cuelgan del tejadillo de la estación.
En unos minutos llegamos al andén donde salen los trenes que bajan a Ribes. El andén está atestado de gente y aún no ha llegado ningún tren. Además los trenes son muy pequeños y podemos pensar que no vamos a caber todos o que vamos a viajar enlatados. No hay que preocuparse porque en situaciones así suelen poner varias unidades. Lo que hay que hacer es estar muy atento a la megafonía donde van anunciando los diferentes trenes, ya que en estos casos habilitan algunos que sólo llegan hasta Queralbs y otros que bajan directos a Ribes para mejorar la fluidez de la línea. Mientras espero mi tren hago otra foto a la vía del cremallera.
Fíjate si está ya oscuro que la cámara ya ha subido el ISO a 200 y ha bajado la velocidad a 1/100″ aunque lo que más abunda en la foto es la nieve. Algo muy parecido pasa al fotografiar una escalera enterrada en la nieve que hay en el andén de enfrente.
La única luz que queda ahora está en lo alto de las montañas, concretamente el Coll de Noucreus (entre 2.792 y 2.799 m), sublimando con su calor la nieve convirtiéndola directamente en vapor sin pasar por el estado líquido.
Y hasta aquí este entretenido y sencillo recorrido invernal rodeados de nieve. Ni que decir que las botas que llevaba llenas de barro y de otros restos biológicos después del recorrido del día anterior quedaron como nuevas después de pisar tanta nieve. De vuelta a Ribes de Freser rematamos el día comprando embutidos típicos de la Vall de Ribes o cenando en alguno de sus buenos restaurantes. Y si estás leyendo este artículo en otra estación del año que no sea invierno te invito igualmente a que visites Núria. En lugar de nieve tendrás hierba verde y flores. La montaña nunca defrauda.
Cómo llegar a Núria
Previsión meteorológica
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