Cerca de la frontera con Francia, en La Jonquera, y en lo alto de una colina de la Serra de l’Albera, se encuentra el Castillo de Requesens. Este imponente castillo fue construido en el siglo XI, y ha sido objeto de incontables disputas territoriales y escenario de asedios y batallas hasta el siglo XVI. Durante esos cinco siglos cambió varias veces de mano, ya fuera por ocupación, por donación o por herencia, hasta su abandono en el siglo XVI, ya que no ofrecía garantías frente al poder de la artillería.
A finales del siglo XIX, su entonces propietario Tomás de Rocabertí, conde de Perelada, decide reconstruirlo para convertirlo en su residencia de verano. Le encarga el trabajo al arquitecto Alexandre Comalat, que inspirado por las reconstrucciones de castillos franceses de aquella época (Carcasona por ejemplo) y ayudado por las fotos que el mismo conde de Perelada (fue uno de los primeros fotógrafos aficionados de la comarca) hizo de lo poco que quedaba en pie del castillo, realizó una gran labor de reconstrucción intentando ser lo más fiel posible al castillo original. Tomás de Rocabertí murió en 1898, antes de ver acabada la obra, y sin dejar hijos. El castillo lo heredó su hermana Joana Adelaida, que continuó las obras. El castillo se inauguró el 24 de junio de 1899 con una gran fiesta, muy sonada por aquella época. Y como si la desgracia se hubiera cebado en aquella familia, la condesa fue hallada muerta cinco días después en extrañas circunstancias. Tampoco dejó hijos, por lo que el castillo lo heredó un familiar mallorquín, el marqués de La Torre, que en 1913 vendió a unos hermanos mallorquines que se dedicaban a la explotación de los bosques del valle de Requesens, y estos a su vez lo volvieron a vender en 1924 a la mujer del duque de Infantado, que lo vendió en 1942 a la empresa Societat Borès S.A.
Durante la Guerra Civil Española el Castillo de Requesens fue saqueado por activistas de la CNT-AIT, y tras esta guerra fue ocupado por un destacamento militar encargado de combatir a los maquis. Este destacamento construyó las cocinas y el hospital, dañando con ello los interiores y algunas almenas. En 1955 fue adquirido por unos industriales, sus actuales propietarios. Por aquella época también lo quiso comprar Salvador Dalí antes de quedarse con el castillo de Púbol. El Castillo de Requesens quedó deshabitado y expuesto a saqueos y otros actos vandálicos, como el incendio del día de Navidad de 1990 que destruyó el techo neogótico de madera de la sala principal. A pesar de los intentos de salvar el castillo entre el 90 y el 92 continuó el expolio, sobre todo de las baldosas con el emblema de los Rocabertí y de las cabezas de dragón de los forjados de las ventanas.
Como nota curiosa, el Castillo de Requesens fue elegido por Fernando Colomo para rodar en 1985 la película «El caballero del dragón«, con Klaus Kinsy, Harvey Keitel, Miguel Bosé y Fernando Rey entre el reparto, una cinta de ciencia ficción basada en la leyenda de Sant Jordi y que tuvo un éxito discreto a pesar del reparto.
¿Y por qué suelto todo este rollazo (que he abreviado bastante)? Para que cuando visites el castillo lo veas con la perspectiva de la dilatada historia que han vivido sus piedras. Actualmente el Castillo de Requesens se ha rehabilitado en parte y es visitable de 11 a 5 de la tarde los fines de semana y festivos de todo el año (excepto Navidad y Año Nuevo) y todo el mes de agosto. El precio de la entrada son 4€ y realmente vale la pena tomarse el tiempo para visitar cada uno de los rincones de este castillo.
Al Castillo de Requesens se puede llegar en coche desde Cantallops, por una pista sin asfaltar de 7km, pero resulta mucho más emocionante llegar andando por esa pista, ya sea desde Cantallops, desde el vecino núcleo de Requesens, o desde el punto donde lo hice yo, cerca de la Font del Ferro, en la Riera de l’Anyet. Son poco más de 2 km entre subir al castillo y bajar, y lo prefiero así para que quede más tiempo para visitar el castillo, que repito, vale la pena aunque no haya muebles. La imaginación ya se encargará de amueblarlo y darle vida. El recorrido es muy sencillo, con un desnivel nada exigente, y muy recomendable para niños, que quizás disfrutaán más del castillo.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
Cuando llegamos a Cantallops desde La Jonquera, cruzamos el pueblo siempre siguiendo las indicaciones hacia Requesens, pasando por uno de los puntos de partida del circuito del Camí de l’Aigua de Cantallops. De hecho seguimos por el mismo Carrer de Sant Climent y luego Camí Vell de Requesens hasta salir de Cantallops, cuando el camino deja de ser pavimentado y se convierte en pista sin asfaltar. Allí llegamos a una bifurcación, que en el caso del circuito antes mencionado nosotros seguíamos por la izquierda, y que en este caso seguiremos por la derecha con nuestro coche. Desde aquí son unos 6 km por una pista en bastantes buenas condiciones, apta para cualquier coche normal siempre conduciendo con las precauciones que este tipo de caminos merece.
La pista sube bordeando El Forcadell por su cara sur en dirección al Coll del Medàs, donde cerca hay un dolmen del 2700 aC. Aquí es posible que nos encontremos con una puerta cerrando el camino. Sólo tenemos que bajar del coche, abrir la puerta, pasar, y volverla a cerrar. Seguimos por la pista hasta que pasamos junto a las ruinas de un antiguo aserradero, a nuestra derecha, a orillas de la Riera d’Anyet. Pocos metros más adelante vemos una indicación hacia el Castillo de Requesens por un puente que cruza la riera a nuestra derecha. Dejamos el coche un poco más adelante, donde se ensancha la pista, y aquí iniciamos la caminata de ascensión al castillo. La pista sigue hacia arriba en dirección al vecindario de Requesens.
Reculamos unos metros en la pista hasta el puente y torcemos a la izquierda para cruzar sobre él la Riera d’Anyet. Desde el puente miramos cómo baja el agua de la riera.
Por la derecha puede que veamos sobre la roca un pequeño curso de agua de color marrón que desemboca en la riera. De trata de la Font de Ferro o Font Rovellada de Baix. El color de agua es debida a la alta concentración de hierro (rovellada en catalán significa «oxidada»), que también le da un sabor un poco desagradable. Cincuenta metros más adelante el camino se bifurca y nosotros seguimos subiendo por la izquierda. Detrás nuestro vemos en lo alto el vecindario de Requesens, dependiente de La Jonquera. Allí hay una iglesia, un restaurant y también alojamiento. Por detrás la pequeña sierra de Les Colladetes cubierta por una fina capa de nieve caída en la madrugada anterior, y detrás territorio francés.
Sobre poco más de medio kilómetro de camino llegamos a la altura de las ruinas del Corral Nou. Detrás de ellas vemos cómo se alza el Castillo de Requesens.
Hacia Les Colladetes se abre un poco el cielo para dejar pasar unos rayos de sol iluminando el bosque nevado y produciendo este contraste con el cielo aún tapado de detrás.
El camino rodea parcialmente estas ruinas. Y ojo con entrar en ellas. Ya son dos las fuentes que me informan que hay pulgas, una de primeros del 2011 y otra de primeros del 2017. Así que cuidado.
Ni estas paredes se libran de las pintadas reivindicativas.
Tras pasar frente a la antigua fachada del Corral Nou, el camino gira a la izquierda. Delante, en línea recta hacia el castillo, sale un atajo que penetra en el bosque, junto a un antiguo horno.
Puedes seguir por el camino o acortar por el atajo. Por el camino son unos pocos metros más, pero menos pendiente. El atajo vuelve a cruzar la pista un poco más adelante. En ese punto puedes decidir si continúas por la pista o por el atajo, que desde aquí hasta la entrada del castillo consta de un tramo de escaleras. Si seguimos por la pista, unos 200 metros más adelante el camino da un giro de 180º a la izquierda y nos plantamos frente a una torre de la muralla exterior del Castillo de Requesens.
En los rincones a la sombra de la muralla se conserva un poco de nieve de esta madrugada.
Y de la parte alta de la muralla gotea abundante agua que debe proceder del deshielo de la nieve acumulada más arriba arriba. A contraluz apenas se puede ver ese goteo, pero frente a la oscura roca mojada sobre la que se apoya la muralla sí que es más fácil de distinguir en forma de trazos verticales blancos.
Seguimos caminando frente a la muralla en dirección a la puerta. Una mirada hacia la torre que hemos rebasado.
Llegamos a la puerta del castillo, que nos sorprende por lo pequeña que es para lo imponente que parece el castillo.
Aquí una foto del camino de entrada en el escalón del umbral de la puerta, desde un ángulo bajo.
Cuando yo estuve, a finales del 2014, las entradas se pagaban a 2€ en la puerta donde se ve el cartel en estas dos fotos anteriores. Una anciana que cosía pegada a una estufa era la encargada de entregarte la entrada junto a un planto del castillo. Ahora veo en la web del castillo que la entrada cuesta 4€, y es posible que ello se deba a que las instalaciones están en mejores condiciones. La última rehabilitación se inció en verano del 2014, y tal como lo vi ese invierno aún quedaba mucho trabajo por hacer.
Dentro del castillo hice un montón de fotos pero en este artículo sólo voy a mostrar una pequeña selección de ellas. Tampoco te voy a explicar gran cosa. Hay docenas de rincones, puertas, escaleras y pasadizos por los que perderse haciendo fotos, así que prefiero que seas tú quien los disfrute descubriéndolos.
Nada más entrar, a la derecha tenemos el jardín de la capilla con las cuadras enfrente. A la sombra aún queda un poco de nieve.
Al fondo del jardín está la capilla, dedicada a la Made de Déu de la Providència pero que en un principio estuvo dedicada a Sant Romà.
Desde la parte de atrás del altar, una escalera nos conduce a unos pasillos y salas debajo del hospital.
Desde allí se sale al jardín del hospital, frente al segundo recinto amurallado.
Un estrecho pasillo conduce al segundo recinto amurallado, el que correspondería a la vivienda de Tomás de Rocabertí.
Unos canales de desagüe que vienen del segundo recinto amurallado, entre la torre asimétrica y la cocina principal.
Interior de una sala del hospital, construido entre los años 40 y 60 mientras el castillo fue un cuartel militar.
Las escaleras de acceso al segundo recinto amurallado.
Unas vistas desde la puerta de la segunda muralla, en lo alto de estas escaleras. Primero a la izquierda, al nordeste, con el hospital y las montañas nevadas detrás, y luego a la derecha, al sureste, con vistas al valle y el mar al fondo.
Nada más pasar esta puerta, un estrecho pasillo entre murallas nos lleva hasta la siguiente puerta.
En esta parte del castillo hay un sinfín de pasillos y pasadizos que comunican a las habitaciones y otras estancias. También hay patios interiores con escaleras que conducen a las almenas y sus caminos de ronda.
En la zona central de esta parte del castillo hay un amplio patio con una escalera que lleva a la parte superior.
Llegamos a la sala principal, la que se quemó en la Navidad del 90, que está en la parte superior del castillo.
La sala principal tiene salida a la terraza superior, desde la que hay magníficas vistas.
Aquí un detalle del tejado de piedra de la casa inferior desde más cerca, en la terraza central.
Y ahora dos fotos del interior de la casa inferior.
Acabando ya la visita al castillo, de camino a la entrada, que será también nuestra salida, pasamos por delante de las cuadras. Foto del interior tomada al límite de mi pulso.
Emprendemos el camino de vuelta, que es el mismo por el que hemos venido. Ahora ya todo es cuesta abajo.
A la altura de las ruinas del Corral Nou, nos encontramos algunos ejemplares de vaca de la Albera pastando en el bosque.
La vaca de la Albera es una raza autóctona que vive en estado de semilibertad. Está especialmente adaptada a moverse por terrenos difíciles y la poca interferencia del hombre en esta raza permite que sea la máx próxima al uro, el antepasado común de todas las razas de toros y vacas.
Doblamos por las ruinas del Corral Nou y encaramos el descenso hacia la Riera d’Anyet. Frente a nosotros el vecindario de Requesens.
Llegamos al puente que cruza la riera. Como la luz ha cambiado hacemos otra foto como la que hemos hecho a la subida. Abajo a la derecha el chorro de agua ferruginosa que viene de la Font de Ferro.
Ya al lado del coche intento una foto más cerca del pequeño salto de agua de la riera.
Si te has fijado, las últimas fotos son con diafragma en f/6.3 porque se me olvidó cambiarlo a f/9 después de la foto a la vaca. Acostumbrado a hacer casi todas las fotos a f/9 casi nunca lo verifico, y si se me olvida cambiar el diafragma puede pasar un buen rato hasta que me doy cuenta.
En el camino de vuelta a Cantallops, en una curva de la pista antes de llegar al Coll del Medàs hay una vista inmejorable del Castillo de Requesens.
Y bajando del Forcadell tenemos otra vista de Cantallops y sus alrededores.
Y hasta aquí este corto recorrido a un castillo de leyenda. No habremos practicado mucho senderismo, pero si sumamos los metros que hemos recorrido en este laberíntico lugar, seguro que nos llevamos una sorpresa.
Cómo llegar al Castillo de Requesens
Previsión meteorológica
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Bon article i bones fotos, queda a la llista de pendents!!.
Hi pots omplir la targeta de la càmera.