El río Montsant se abre paso entre las sierras de la Llena y del Montsant, en la comarca tarraconense del Priorat, famosa por sus excelentes vinos. Se trata de una de las zona más desplobladas de Catalunya, y por eso se le llama el «valle del silencio«. Durante la Edad Media varios religiosos y anacoretas vinieron a estas montañas buscando el silencio para encontrarse consigo mismos y con Dios, viviendo con la máxima austeridad en cuevas y cabañas y alimentándose de lo que cultivaban. A finales del siglo XII, el monje Guerau Miguel, también llamado Fra Guerau, que habitaba en una cueva de estas recónditas montañas de la Serra de Llena, obtuvo la posesión de estas tierras y levantó las capillas de Santa María y de Sant Bartomeu, siendo ésta la única que se conserva. Fra Guerau da nombre a este desfiladero, el Congost de Fraguerau.
El Congost de Fraguerau es uno de los lugares más emblemáticos del Parc Natural de la Serra del Montsant. Lo que más llama la atención son las formas de las rocas fruto de los miles de años de erosión del río Montsant. Estas formas dan pie a bautizar las rocas con nombres como Lo Buda, Els Tres Jurats, etc. El circuito que propongo para conocer este lugar es un itinerario lineal de casi 10km entre la ida y la vuelta desde la ermita de Sant Antoni hasta la de Sant Bartomeu de Fraguerau. En principio es fácil porque hay poco desnivel y está muy bien señalizado, aunque lo he categorizado con dificultad moderada porque son casi 10km y hay que cruzar un par de puentes colgantes, y hay personas que tienen cierto temor a estas estructuras. He de decir que estos puentes están en muy buenas condiciones y son muy seguros, sólo hay que sujetarse bien y caminar con decisión. Es recomendable llevar calzado cómodo de montaña, agua abundante y evitar las horas de máxima insolación en épocas calurosas, ya que gran parte del camino es al descubierto. Yo fui a primeros de junio del 2016 y tampoco pasé mucha calor debido a que el día empezó nublado. Si llevamos comida podemos disfrutarla tranquilamente en el entorno de la ermita de Sant Bartomeu.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
Nuestro itinerario empieza y acaba en el Área de Ocio de la ermita de Sant Antoni, en Ulldemolins. A este lugar se llega a través de una pista forestal desde el pueblo Ulldemolins, siguiendo todas las indicaciones hacia «Ermites«. Pasado el área de ocio hay un aparcamiento señalizado a la izquierda, donde dejaremos el coche. Nada más salir del coche seguimos por la pista hacia arriba, sólo tenemos que seguir las marcas blancas y rojas del sendero GR-65-5. Tras pasar junto a una balsa, el camino empieza un descenso que será casi constante. Pasamos junto a un pequeño campo de frutales donde un grupito de amapolas dan el toque de color.
En aquella zona descubrí una curiosa planta que me recordó una pequeña alcachofa de color dorado. Se trata de Rhaponticum coniferum, en castellano alcachofilla, cardo santo, cuchara de pastor o piña de San Juan, nombres de lo más variopinto.
Cuando llevamos unos 400 metros desde el aparcamiento seguimos por un sendero que se aparta del camino por la derecha. Se trata de un pequeño atajo, ya que poco más abajo volveremos al camino.
Unos 200 metros más adelante nos encontramos en el Coll del Prat. Desde allí tenemos una buena vista de la Serra de la Llena, destacando La Sella con sus 777m de altitud.
Aunque parezca un lugar árido, está lleno de vida, como este Exosoma lusitanicum devorando una flor.
A medida que avanzamos va aumentando la densidad de pinos a nuestro alrededor. Llegamos a otro atajo que acorta unos pocos metros el camino.
Delante nuestro revolotean unas mariposas oscuras con un vivo tono anaranjado en la parte superior de las alas que no se dejan fotografiar. Parece que lo hacen adrede, que se posan el alguna planta y cuando preparo la cámara echan a volar de nuevo. Se trata de ejemplares de lobito listado (Pyronia bathseba). Aquí pude pillar un macho posado en una ramita de enebro rojo (Juniperus oxycedrus).
A nuestra izquierda la Punta dels Pins Carrassers, de 1.062m de altitud, en la Serra del Montsant. Debajo la Roca Roja, fruto de un desprendimiento de roca.
No faltan las señales del GR-65-5, bien claras y visibles.
Más o menos a 1,1km del aparcamiento seguimos recto por otro atajo cuando el camino gira a la izquierda. El suelo es bastante pedregoso y hay que pisar firme para no resbalar.
Me llama la atención un tubo de plástico que baja semienterrado por todo lo largo del camino. Rompe un poco el encanto de lo natural.
Y al final del atajo regresamos al camino.
En este tramo del camino el bosque es más espeso. Entre la «oscuridad» del bosque veo una tímida margarita que se mueve… porque encima tiene una Anthaxia hungarica recorriendo sus pétalos.
Aquí el camino aparece pavimentado a la altura de una caseta a la que creo que va a parar el tubo semienterrado del tramo de atajo anterior. Estamos en la Font de la Gleva (yo no vi ninguna fuente). El pavimento del camino se acaba justo cuando hay que cruzar una riera.
El camino prosigue, ahora de tierra y piedras, y nos podemos acercar a la riera.
A 1,8km del aparcamiento llegamos a uno de los puntos singulares de este itinerario, las Cadolles Fondes, un estrecho cañón excavado en la roca por el río Montsant. Hay un mirador desde el que nos podemos asomar.
No se ve mucho más desde el mirador, en parte por la vegetación y porque el día está nublado y no hay buena luz sobre el río. De todos modos no me preocupa porque volveremos a pasar por aquí a la vuelta. Aquí también es posible que nos encontremos con más gente. Reemprendemos la marcha por el GR-65-5, procurando no pisar una pareja de escarabajos Akis sansi que están devorando lo que parece ser un fruto seco.
Resultan sorprendentes las curiosas formas de las rocas de la Serra de la Llena. La de primer término a la derecha una roca sin nombre que me recuerda la cara de un chimpancé, y al fondo se ve la formación llamada Los Tres Jurats Petits.
A 200 metros de las Cadolles Fondes encontramos a nuestra derecha un par de senderos que bajan al río para poder darse un baño en el fondo de las Cadolles Fondes, entre los peces que nadan en las diferentes pozas. Pocos metros más adelante un cartel nos da la bienvenida al Espai Natural del Congost de Fraguerau, y 100 metros más allá llegamos a una roca que sobresale del camino y que llaman la Roca Balladora.
Cuando llegamos a esta roca nos llaman la atención unas florecillas que crecen en la pared, en la misma roca, sin tierra ni nada.
Se trata de Sarcocapnos enneaphylla, una planta de la misma familia que las amapolas, aunque no lo parezca. En castellano se llama zapaticos de la virgen, y en catalán herba freixurera. Hay varias de ellas en diferentes grietas de la Roca Balladora.
Debajo de la Roca Balladora hay una marca del sendero, como si nos fuéramos a perder. Se aprecia la misma naturaleza geológica que en las curiosas formas rocosas de la otra orilla del desfiladero, alternando estratos de gres y conglomerado con otros de margas y arcillas.
Por delante tenemos Los Tres Jurats Petits.
En el suelo aletea una maltrecha mariposa arlequín (Zerynthia rumina). Su estapa de adulta va de febrero a mayo, y a ésta la vi en junio, así que ya le quedaba poco.
La estructura de la roca de la montaña nos indica claramente que ahí hubo el fondo de un lago o de un mar que se fue llenando de sedimentos, arcillas y piedras aportadas por los ríos. Es un conglomerado muy parecido al de Montserrat.
Otra de las rocas con nombre del Congost de Fraguerau es Lo Buda, que representa a un Buda sentado. A priori desde este ángulo no me lo parece, o bien es que hay que echarle bastante imaginación.
Aunque una vez hemos pasado por delante y lo miramos desde más lejos, sí que le da un aire a un Buda sentado.
Un poco más adelante vemos otra roca que a mí me recuerda un poco a Jabba el Hutt, el personaje de Star Wars que sale en el Episodio IV (El Retorno del Jedi).
Al rodear Los Tres Jurats, que no vemos porque los tenemos encima a nuestra izquierda y nos tapan los árboles, llegamos a otra roca parecida a la Roca Balladora, pero en este caso el camino no pasa bajo ella sino que se desvía un poco por la derecha. Parece que alguien se ha guarecido aquí del mal tiempo y se ha hecho un fuego.
Pocos pasos más adelante miramos hacia atrás y arriba en busca de Los Tres Jurats, y esto es lo poco que podemos ver.
Se oye un ruido de motores y cuando levanto la cabeza veo pasar un extraño avión, con dos enormes hélices en los extremos de las alas. Se trata de un Bell-Boeing V-22 Osprey, una aeronave militar del ejército de los EEUU (Marines y Fuerza Aérea), mitad avión y mitad helicóptero, y que ha participado en los últimos conflictos de Irak y de Afganistán. No sé qué se le debió perder en el Montsant.
A 1,4km de la Roca Balladora vemos esta otra roca de la que no he encontrado nombre.
Poco más adelante el sendero atraviesa un tramo boscoso bastante denso (fíjate que el ISO de la foto sube a 1600 y el tiempo de exposición a 1/25″) y me llama la atención el gran número de piñas de pino que hay en el suelo.
Cuando salimos de esta zona boscosa llegamos a un cruce con una señal metálica que nos indica las direcciones a Ulldemolins (de donde venimos) y Margalef (hacia donde continúa el camino).
Bajamos por el sendero que sale hacia la derecha y enseguida vemos el famoso Pont Penjat que cruza el río Montsant y nos lleva a Sant Bartomeu de Fraguerau.
Aunque se mueve un poco al pasar, el puente es muy firme y seguro. Si eres un poco aprensivo, espera a que no pase nadie y camina por el centro de frente y con un pie delante de otro, sin pisar muy fuerte, y sujetándote a los cables de acero. Y no mires abajo.
Lo que pasa es que tras este puente colgante hay otro, más corto pero más empinado, lo que hace que tengas que extremar la precaución, no porque se mueva sino a la hora de poner los pies sobre las maderas. No hay peligro de resbalar porque las maderas tienen unos listones para evitarlo, pero es posible que tropieces si no pones bien los pies sobre ellos. Y en cualquier caso hay que sujetarse bien de los cables. Aquí una foto de este puente una vez superado.
Y llegamos al punto de menos altitud de todo el circuito. Ahora el sendero se aleja del cañón formado por el río Montsant y se adentra por el del barranco de Sant Bartomeu en suave ascenso. Aquí una de las rocas de esta parte de la montaña, con una forma que me recuerda a la de un osito de peluche.
Seguimos avanzando por este sendero. A nuestra derecha hay restos de pinos muertos, no sé si víctimas de algún fuego o por otro motivo. Hay un pino que parece parcialmente afectado por lo mismo, así que sospecho que fue un fuego. Detrás las jorobas de Lo Camell.
A unos 300 metros del Pont Penjat atravesamos una zona de espesa vegetación. En algunos puntos da la impresión que ya no se pueda pasar.
Unos 400 metros más adelante, a 700 de Lo Pont Penjat, llegamos a otro paso estrecho del camino, pero éste no es por vegetación sino por rocas. También es posible que empecemos a oir voces, lo que nos anuncia que estamos llegando a un sitio donde suele haber gente.
Poco más adelante es posible que tengamos que ayudarnos con las manos para superar alguna roca, pero es muy fácil.
Y llegamos a la balma (cueva) donde vivió Fra Guerau y otros ermitaños.
El interior, ya de por sí oscuro, se muestra ennegrecido por el humo de las hogueras que han hecho a los largo de los años los que se han alojado bajo esta roca. Es muy difícil captar cualquier detalle del interior en una fotografía, y aunque hice algún disparo con el modo HDR de la cámara, al final me quedé con esta foto subiéndole sombras y bajándole luces altas.
Salimos de la balma y volvemos al camino para continuar nuestro itinerario. El silencio que envolvía aquí a los anacoretas de la Edad Media ha sido sustituido por la algarabía de los excursionistas que se acumulan en este lugar.
No sé si es por las inclemencias del tiempo o por la inclemencia de aquellos que no respetan el entorno, pero en el conglomerado de enfrente de la balma hay unas baldosas junto a una planta de zapaticos de la virgen con un mensaje para los visitantes.
L’esforç d’emportar-te les deixalles és mínim, quan tenim el goig de veure la natura neta. Deixar les coses una mica millor de com les trobem és al nostre abast, i els que vinguin darrera, veuran la nostra empremta i seguiran el bell impuls. «El esfuerzo de llevarte los desechos es mínimo, cuando tenemos el placer de ver la naturaleza limpia. Dejar las cosas un poco mejor de cómo las encontramos está a nuestro alcance, y los que vengan detrás, verán nuestra huella y seguirán el bello impulso.»
Llegamos frente a la ermita románica de Sant Bartomeu de Fraguerau, del siglo XII. En el siglo XVIII se enyesó el interior, pero fue abandonada, y no fue hasta el año 1970 que se acondicionó el conjunto eliminando la casa del ermitaño y restaurando la ermita.
Veníamos con la idea de descansar y comer algo al llegar a este punto, pero hay varios grupos de excursionistas y hasta de ciclistas de BTT (no sé por dónde habrán venido) y el único sitio donde podemos sentarnos un poco es junto a la fachada Este de la ermita, la que da frente a la balma. A la que desenvolvemos los bocadillos, un petirrojo se posa en un madroño detrás nuestro esperando que le «caiga» una recompensa.
En vista de que no le hacemos mucho caso (bueno, yo sí con la cámara), decide posarse al lado nuestro a probar mejor suerte.
Finalmente desmigajamos un poco de pan como premio a su posado ante las cámaras. Ésta es la vista de la cueva desde la ermita.
Y ésta es la vista hacia el barranco de Sant Bartomeu, al Sur. A la izquierda un nutrido grupo de excursionistas sobre el mirador, a donde iremos ahora.
Rodeamos la ermita por el Sur en dirección al ábside para acercarnos al mirador. En la pared de roca de enfrente una placa recuerda un fragmento de una carta del último ermitaño de Sant Bartomeu, Francesc Palau i Quer, que pasó aquí unos meses en 1851: «Silenci profund. En aquesta soledat Déu ens escolta. (Silencio profundo. En esta soledad Dios nos escucha.)»
Un poco más allá tenemos esta vista de la ermita y la balma.
Y ya desde la roca-mirador tenemos esta otra vista de todo el conjunto, formada a partir de una composición de 4 fotos verticales.
Una vista hacia el Sur desde el mirador.
Desde aquí vemos que la cueva también tiene salida por el otro extremo.
Empezamos el camino de vuelta. A la que salimos de la roca-mirador hago esta otra foto de Sant Bartomeu de Fraguerau donde destacan el precipicio bajo la ermita y un madroño particularmente grande entre la ermita y la cueva.
En lugar de volver por la cara Sur de la ermita pasamos por la Norte, donde está la puerta con una fecha de 1799 sobre el arco, la de la restauración del siglo XVIII.
Frente a esta puerta hay un agradable espacio a la sombra donde poder descansar o comer algo.
Bajamos con cuidado por las rocas del paso estrecho. Las visibles marcas del GR-65-5 son omnipresentes.
Descendemos por el barranco de Sant Bartomeu atravesando la espesa vegetación de este lugar.
Llegamos al pequeño puente colgante, que ahora habrá que subir. Para ello es importante ayudarse tirando fuerte de los cables, ya que los listones de madera no aportan la suficiente base para las botas, al menos para las mías. Y tras este puente el Pont Penjat, y después el cruce con el camino de Ulldemolins a Margalef, que obviamente nosotros seguiremos hacia la izquierda, a Ulldemolins. Enseguida atravesamos el bosquecillo de las piñas.
Empiezan a abrirse las nubes y mostrar algo de azul en el cielo, con lo que las rocas las vamos a ver de una manera algo diferente. A la altura de la pequeña cueva con el suelo quemado por una hoguera miramos hacia atrás y vemos el azul del cielo sobre las jorobas de Lo Camell.
A nuestra izquierda Lo Cap de Turc (la cabeza de turco), y detrás y hacia arriba la roca que me recuerda a Jabba el Hutt.
La luz del sol les va dando más vida a las formas y colores de las rocas. A la derecha parte de Lo Buda.
Hasta las alcachofillas parece que brillan más.
Dejamos atrás el camino que baja a la Font del Bargalló a nuestra izquierda. Ni siquiera lo vimos a la ida cuando estaba nublado.
Cada vez hay más azul en el cielo.
Hasta el panel de bienvenida al Congost de Fraguerau tiene más atractivo a la luz del sol.
Llegamos a las Cadolles Fondes y vamos al mirador a ver cómo se presenta la estrecha garganta del río Monstant ahora que ha salido el sol, y la verdad es que se ve muy diferente.
Hasta se pueden ver algunos barbos en el agua, incluso a esta distancia.
Cuando no tienes teleobjetivo para fotografiar los peces, no tienes más remedio que meterte en el agua.
De esta poza, aparte de los barbos que se ven en el agua, me gustaron los reflejos de la superficie del agua en la roca.
Ahora con el sol fuera parece que ha despertado la primavera.
Seguimos camino arriba, saliendo de las Cadolles Fondes.
Nos acercamos a la Font de la Gleva.
Llegamos al cruce con el atajo del tubo de plástico a la izquierda y el camino ancho recto. Como estamos algo cansados preferimos seguir por el camino recto aunque sea algo más largo. Al final del primer tramo casi recto hay una zona donde aparcan excursionistas que prefieren acercarse hasta aquí en coche y no tener que caminar desde Sant Antoni. Son 3,2km menos en total, pero yo prefiero el camino completo.
Cuando salimos del bosque empezamos a ver más florecillas, y sobre todo ahora que ha salido el sol y se han abierto las flores de lino blanco (Linum suffruticosum) que permanecían cerradas a la ida.
Hemos pasado de un cielo gris por la mañana a uno azul con algunas nubes hace un rato, pero ahora empieza a verse negro tras los Eixarts, en dirección a Ulldemolins.
El siguiente atajo sí que lo cogemos, que parece tener la misma pendiente que el camino. Y yo me pongo creativo con las marcas del GR-65-5 y unas florecillas de lino blanco.
Con el teleobjetivo acerco lo máximo posible el lejano pico de La Sella, que a mí me recuerda más el perfil de la esfinge de Guiza que no una silla.
Seguimos acortando por el atajo del Coll del Prat mientras delante nuestro parecen querer reunirse unas nubes muy negras.
Más flores dan color a este suelo de aspecto árido, como estas flores de lino zul (Linum narbonense) entre una mata de manzanilla de Mahón (Santolina chamaecyparissus).
Llegando al aparcamiento donde hemos dejado el coche me vuelvo a sentir creativo cuando veo una marca del GR-65-5 y unas flores de lino blanco a su lado.
Llegamos finalmente al aparcamiento y nos acercamos al refugio de Sant Antoni a beber agua de la fuente, o mejor aún, a pedir una cerveza fresca en el bar de refugio. También podemos ir al baño o dar una vuelta alrededor de la ermita de Sant Antoni i Santa Bàrbara.
Y hablando de Santa Bàrbara, se oyen truenos no muy lejanos, por lo que no vamos a perder mucho tiempo aquí y será mejor volver pronto a por el coche.
Éste es uno de estos circuitos que cuando los haces no te dejan una gran sensación en el cuerpo, pero que luego cuando los recuerdas, como yo ahora que lo estoy redactando, me transmite muy buenas sensaciones. Espero animarte a conocer este lugar, el «valle del silencio», y si lo haces en verano aprovecha para remojarte en las Cadolles Fondes.
Cómo llegar al Congost de Fraguerau
Previsión meteorológica
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Molt bonic e interesant.
Gracies.