Al norte de la isla de Lanzarote, en el archipiélago canario, se encuentra el archipiélago Chinijo, llamado así porque es muy pequeño. En él destaca la isla de La Graciosa, la mayor y la más cercana a Lanzarote, tan cercana que el trozo de mar que las separa lo llaman «El Río«. En esta isla no hay asfalto ni carreteras. Y tampoco hay coches, sólo un puñado de 4×4 que hacen servicio de taxi. Para moverte por La Graciosa sólo puedes ir a pie, o en bicicleta siempre que la arena no suponga una dificultad. En La Graciosa tampoco hay árboles, sólo unas pocas palmeras en algunos lugares de la que podemos llamar «su capital», Caleta de Sebo. El único relieve son unos pocos volcanes dormidos. A excepción de los dos núcleos habitados de la isla, el resto de ella es reserva natural. Y a pesar de ser tan plana, la isla no tiene muchas playas. La mayoría de ellas se concentran en el extremo sur, en la Bahía del Salado. Son playas salvajes, sin socorrista ni duchas ni chiringuitos, sin ningún servicio, porque ¿qué necesidad hay de todo eso en el paraíso? Y como es verano y apetece tranquilidad y relajación, allí es donde vamos a ir a caminar y echar unas cuantas fotos.
El circuito que propongo en este artículo es un paseo a lo largo de la Bahía del Salado, entre Caleta de Sebo y la playa de La Francesa. Ida y vuelta desde el puerto de Caleta de Sebo son unos 7km, y con nulo desnivel porque vamos a caminar por la orilla del mar. No hace falta un equipamiento especial para completar este itinerario, sólo agua, protección solar, unas chanclas, y cómo no, la cámara. Hasta puedes prescindir del GPS porque no hay posibilidad de pérdida. El track sólo lo incluyo a modo de ilustración. Y aunque por la descripción que he dado de la isla pueda resultar aburrido y monótono hacer fotos de unas playas, la verdad es que es todo lo contrario y aquí vas a ver sólo unas parte de las fotos que hice.
Aquí tienes una recreación 3D del circuito para que te hagas una mejor idea del recorrido y del terreno por el que discurre. Pulsa en la pausa si empieza a reproducirse antes de que acabe de cargarse el fondo. Durante la reproducción puedes cambiar el punto de vista moviendo el ratón con el botón izquierdo pulsado, y también acercar y alejar con la rueda del botón. Pulsa en la tortuga o en la liebre para cambiar la velocidad de reproducción.
A La Graciosa sólo se puede llegar en barco. En Órzola, al norte de Lanzarote, hay dos compañías, Líneas Romero y Biosfera Express, con barcos entre La Graciosa y Lanzarote cada media hora. En verano hay barcos desde Lanzarote de 8 de la mañana a 8 de la tarde, y desde Caleta de Sebo desde 7 de la mañana hasta 7 de la tarde, y el precio de ida y vuelta es de 20€ para un adulto no residente. Cerca del puerto de Órzola estas compañías disponen de amplias zonas para aparcar. Y no hace falta ir y volver el mismo día, como hice yo, sino que si puedes quédate al menos un par de días para disfrutar de la paz de este pequeño paraíso. Tanto en Caleta de Sebo como en Pedro Barba, el otro núcleo de población, hay hostales, pensiones y apartamentos, aunque es conveniente reservar con tiempo. El punto de destino del apartado «Cómo llegar a la Bahía del Salado» al final del artículo corresponde a la entrada al puerto de Órzola, que es el último punto al que podremos llegar en coche.
El norte de Lanzarote suele ser ventoso, y es muy probable que el trayecto de ida en barco resulte algo movido por el oleaje, sobre todo antes de virar a babor una vez superados Los Fariones, unas rocas verticales que se levantan sobre el mar en el punto más septentrional de Lanzarote.
Luego, en el Río, las aguas están más tranquilas y nos deparan para una plácida llegada a Caleta de Sebo. En esta fase de la travesía podemos disfrutar de los vuelos rasantes de las pardelas cenicientas, ya que la isla de La Graciosa es un santuario para esta ave migratoria.
Tras poco más de 20 minutos de navegación entramos en el apacible puerto de Caleta de Sebo.
Una vez desembarcados echamos un vistazo rápido a este bonito pueblo que tiene de todo: tiendas, restaurantes, hostales, cajero automático, discoteca y playa. Sí, de todo pero en la justa medida. Y eso que Caleta de Sebo se conectó a la red eléctrica en 1990, hace menos de 30 años. Quizás por eso es un lugar tan auténtico y tranquilo.
Nos acercamos un poco más a la playa. Desde este punto vemos los acantilados de Famara, en la isla de Lanzarote.
Lo primero que choca de La Graciosa es lo poco masificado que está el turismo aquí. Apenas hay extranjeros, y la mayoría de visitantes son canarios o lanzaroteños que vienen a pasar el día. Un agobio menos. Sólo nos queda luchar contra el calor.
Antes de partir en dirección a la Bahía del Salado aprovechamos para dar un paseo por Caleta de Sebo y comprobar por qué es un lugar tan especial, y que me cautivó. De entrada las calles son amplias y sin pavimentar, cubiertas de arena, la misma que hay en la playa. Las casas son bajas y blancas, con puertas y ventanas azules o verdes, como en Lanzarote. Y no hay coches, y por lo tanto no hay tráfico, ni ruido de motores.
Si en Lanzarote ya se vive a otro ritmo más pausado, desde el punto de vista de un urbanita de Barcelona, en Caleta de Sebo este ritmo casi se detiene.
A pesar de esta calma, en Caleta de Sebo también hay espacio para el ocio nocturno.
Y también hay espacio para la oración. La iglesia de Caleta de Sebo está dedicada a la Virgen del Carmen, protectora de los pescadores.
Nos acercamos a la orilla del mar, un poco más arriba del puerto de Caleta de Sebo, para mirar el Río y la punta de la isla de Lanzarote con los Fariones, por donde hemos venido desde Órzola.
Algunos de los pocos coches de la isla. No hay muchos más.
Si te quedas a comer en alguno de los restaurantes de al lado del puerto te recomiendo cualquier plato de pescado fresco, ya que los pescan ellos mismos. Yo me pedí una «vieja a la espalda».
Bien, una vez hemos callejeado un poco por Caleta de Sebo, y quizás después de haber tomado algo refrescante, nos disponemos a realizar nuestro itinerario. Volvemos hacia la playa de Caleta de Sebo y la cruzamos buscando lo que podría ser el «paseo marítimo«, pero como la misma arena de la playa inunda las calles, no podemos saber lo que es calle y lo que es playa.
Miramos hacia atrás para ver Caleta de Sebo desde este punto.
Caleta de Sebo se caba en Punta Corrales, y allí la carretera, pista, sendero o como quiera que se llame gira a la derecha, atravesando lo que parece ser una zona de acampada con tiendas tipo iglú que apenas sobresalen por encima de los matorrales que actúan como cortavientos. Al fondo la montaña de Las Agujas, la más alta de la isla con 266 metros.
Las pequeñas olas rompen en una superficie rocosa y plana. Ya estamos en la Bahía del Salado. A lo lejos la Montaña Amarilla, que será nuestra referencia.
Llegamos a la Playa del Salado, y desde la «carretera», que está algo elevada, tenemos esta perspectiva.
Me llama la atención el terreno de la orilla, que no es ni arena ni roca, y parece en realidad un paisaje marciano pero con agua. Al fondo los acantilados de Famara bañado por una neblina producida por los vientos alisios cargados de humedad que ascienden por los acantilados.
A pocos metros de allí, más cerca de la orilla, otra imagen cautivadora.
Lo único feo de este lugar es la erosión del hombre, concretamente de unos pocos especímenes que no saben lo que es el respeto por el entorno. Aquí sus nombres, por si quieres saber quién ha sido.
A los 1,8 kilómetros desde el puerto de Caleta de Sebo llegamos a una extensión de arena donde suele quedar agua estancada cuando baja la marea, La Lagunita. En la orilla hay una roca plana de forma semicircular que se levanta medio metro sobre la arena. Es la Baja de la Peña.
La roca está llena de perforaciones, y la textura del borde se asemeja al corcho de un alcornoque. Seguimos avanzando por la arena de La Lagunita rodeando la roca.
Después de rebasar la Baja de la Peña me llama la atención la cantidad de caparazones de caracol que hay en la arena. Hay miles, y no son caracoles marinos sino caracoles terrestres. Me pregunto cómo pueden vivir tantos caracoles en un terreno tan árido, prácticamente desértico sin apenas lluvia ni vegetación y en la orilla del océano.
Una prolongación de roca de la Baja de la Peña hace de barrera entre el océano y La Lagunita. Nosotros caminamos ahora sobre una especie de camino elevado de arena. A nuestra derecha y fuera del plano está La Lagunita.
Ahora sí, miramos a la derecha y vemos La Lagunita casi sin agua ya. La radiación solar es intensa.
Una vez superada la Punta de la Herradura, que marca el extremo sur de la Bahía del Salado, llegamos a la pequeña playa de La Lajita. Allí veo el elegante vuelo de un ave de pico largo y curvado a no mucha altura sobre el mar. Parece un zarapito, y emite un curioso graznido mientras vuela.
Espero que el zarapito es pose para acercarme y poder fotografiarlo mejor. Lo hace en la orilla, en una zona con rocas negras apenas a un par de centímetros de profundidad. Me acerco y compruebo que es un zarapito trinador.
Al acercarme un poco más levanta el vuelo y se aleja de mí casi rozando el agua.
Desde allí mismo disparo una panorámica con la playa de La Lajita en primer término a la derecha, seguida de la playa de La Francesa casi en medio y la Montaña Amarilla justo detrás de ésta.
Me acerco a La Lajita y desde aquí echo una mirada hacia Lanzarote. La humedad que se acumula sobre Famara casi parece niebla.
Cruzo La Lajita y me planto al lado de la playa de La Francesa, quizás la más conocida de la isla de La Graciosa por su blanca arena, sus tranquilas aguas azul turquesa, y la casi ausencia de viento. Suele ser la playa más concurrida de la isla, tanto por los motivos apuntados antes como por su proximidad con Caleta de Sebo, apenas 4km, y porque aquí acaba la «carretera».
Aquí ya hay mucha gente y creo que mi presencia haciendo fotos puede incomodar a alguien. Además, ya es tarde y eso de caminar tantos kilómetros por la arena cansa bastante. Pasada la playa de La Francesa, a unos 500 metros de donde estoy, sale un sendero que atraviesa el cabo de Punta Marrajos a lo largo de otros 300 o 400 metros adicionales hasta plantarte en la playa de La Cocina, al pie de la Montaña Amarilla. Por lo que he leído y visto debe ser una playa digna de visitar, bastante menos frecuentada que La Francesa debido a que hay que caminar más.
Pues bien, lamentando mucho no poder seguir más, doy media vuelta y vuelvo hacia la playa de La Lajita. Hay unos cuandos 4×4 estacionados al final de la «carretera».
Cerca de donde me encontré con el zarapito trinador hay gente pescando con caña. Me gusta este contraste de color que da esta roca negra de origen volcánico.
En las playas lanzaroteñas es muy común encontrar pequeñas construcciones circulares de piedra que hace la gente para protegerse del viento cuando se tumban en la arena a tomar el sol. Son como pequeños recintos amurallados. El sur de La Graciosa es quizás la zona menos ventosa, pero aún así se puede ver alguno de estos «refugios».
En la orilla de la Punta de la Herradura me encuentro una extraña ave que se dedica a remover las piedras. Obviamente se trata de un vuelvepiedras.
Llegando a La Lagunita me encuentro este otro refugio contra el viento que debe llevar tiempo abandonado.
Al fondo se ven las casas blancas de Caleta de Sebo, y a la derecha las nubes cubren totalmente la zona del Mirador del Río en Lanzarote. Más nubes están cubriendo también el cielo de La Graciosa, tal como se puede ver en la siguiente foto de La Lagunita y la Montaña Amarilla.
Al llegar a la Baja de la Peña, en lugar de seguir caminando por la arena se me ocurre hacerlo sobre la roca.
El problema de regresar por encima de la Baja de la Peña es que había subido la marea, y al llegar al final me di cuenta que no podía bajar de la roca sin tener que mojarme hasta casi la cintura, así que decidí recular un poco hasta encontrar un paso más seguro.
Desde la playa de El Tabladillo veo pasar unos piragüistas frente a la niebla que ya difumina casi por completo el relieve de la costa de Famara en Lanzarote.
Ya estamos cerca de Caleta de Sebo en el momento en que mucha gente ya está regresando de su día de playa. Las nubes están oscureciendo los acantilados de Lanzarote, que contrastan con el blanco de las casas de Caleta de Sebo.
Llegamos a Caleta de Sebo, pero en lugar de cruzar la población por el «paseo marítimo» (realmente la Avenida Virgen del Mar) como hemos hecho antes lo hacemos por la calle paralela, la Calle de las Sirenas. ¡Qué paz! ¿En serio tengo que irme de aquí?
Al pasar por la playa de Caleta de Sebo, ya con menos gente, me llama la atención lo soleada que está, con los barcos del puerto al fondo, mientras que la vecina Lanzarote queda tapada y oscurecida por las nubes.
Una última y triste mirada a La Graciosa desde el barco que nos devuelve a Órzola.
Y hasta aquí este agradable paseo veraniego por playas salvajes y paisajes únicos. A mí me tira más la montaña que la playa, pero éstas son diferentes y aquí sí que haría un esfuerzo.
Cómo llegar a la Bahía del Salado
Previsión meteorológica
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Increíble ruta!!!!
Me ha encantado!!!!
Muchas gracias por compartir.
Saludos!!!!